miércoles, 11 de abril de 2012

HORA DECISIVA PARA EL APRA

Por César Hildebrandt

Alan García tiene un sentido mafioso del calendario

El mismo día en que empezaba el juicio de Accomarca -asesinato de 69 campesinos perpetrado por el teniente del ejército Telmo Hurtado y su pandilla de forajidos- él ponía la primera piedra del monumento al Lugar de la Memoria, esa ocurrencia con la que el presidente pretende lavarse las manos que le chorrean sangre (a pesar de falsas prescripciones firmadas por su servidumbre judicial).

Es curioso que el Lugar de la Memoria haya nacido gracias a un ataque de amnesia. Ese ataque hizo que Mario Vargas Llosa olvidara quién era el García que le sonreía en Palacio de Gobierno, de dónde venía la sangre fría del hombre que lo convenció para que prestara su enorme prestigio a la causa de la desinfección presidencial, de qué fuente de inagotable cinismo procedía la novísima preocupación de García por la reconciliación nacional, la armonía democrática y los derechos humanos.

¿Recordaría Vargas Llosa quién era el García al que despedía con una enorme sonrisa en la puerta de Palacio? ¿Se daría cuenta de que lo que estaba haciendo era no sólo desmemoriado sino insultante para cientos, sino miles, de víctimas?

¿García poniendo la primera piedra del monumento que recordaría los excesos brutales de Sendero, los crímenes de Estado que debimos castigar también? Es como si el Monumento a la Paz que se yergue en Hiroshima hubiese sido inaugurado por Truman, el presidente americano que ordenó el exterminio de la ciudad.

Y ahora, una pregunta pertinente: ¿Por qué Fujimori está preso y García no?

Vamos al grano: García no fue el autor mediato de la matanza de El Frontón, Lurigancho y Santa Bárbara. García fue el autor intelectual directo e inequívoco de esa masacre. Fue el caudillo y el fusil, la decisión y el gatillo, la orden y la ráfaga, el grito y la sangre a la vez. Fue, en suma, un asesino.

Y esto es historia

Las actas del Consejo de Ministros del 19 de junio de 1986 señalan textualmente:
“Siendo las 19.00 horas el Señor Presidente de la República, Alan García Pérez, abrió la sesión señalando que el orden había sido restablecido y la autoridad restaurada a un costo muy elevado de muertos. Manifestó asimismo que queda un precedente de cómo debe actuar un gobierno democrático en el marco de la ley, pero con autoridad para restablecer el orden. El saldo de la acción es lamentable pero ha servido para demostrar al país que la autoridad del gobierno se ha impuesto. El Señor Presidente de la República expresó en esas circunstancias su felicitación al Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas por el cumplimiento eficiente de lo dispuesto por el gobierno. Señalando asimismo que de acuerdo a la ley 24150, que establece las fórmulas jurídicas en estados de excepción, la jurisdicción en este caso le corresponde al Fuero Militar, por lo tanto se dispuso que a partir de esa misma tarde los jueces civiles ya no ingresen a los penales ni a zonas aledañas declarándose los penales como zonas restringidas, prohibiéndose los accesos a civiles”. No sólo crímenes de prisioneros rendidos o desarmados: encubrimiento desde las más altas esferas.


De resultas de las órdenes de García murieron los 124 presos senderistas del Pabellón Industrial de Lurigancho, 118 de los 152 reclusos de El Frontón y 2 de las 64 internas del penal Santa Bárbara.

Javier Valle Riestra, que se reclama aprista de alcurnia, escribió estas frases en un famoso artículo titulado “Alan: cuidado con el juez Garzón”.

Cito: “La vanidad herida porque hubiese acontecido aquello estando reunida en Lima la Internacional Socialista durante su XVII Congreso, precipitó la demencia presidencial de desatar un holocausto, creyendo consolidar así un apromilitarismo”.

Y añadió, párrafos más adelante:

“Ni Pinochet ni Videla tuvieron un papel de autoría tan directo en los crímenes cometidos en el estadio de Santiago, en la Operación Cóndor, en el lanzamiento al espacio de sospechosos de extremismos izquierdistas…”.

Y es ese García el que, con la boba operación alemana y el respaldo de los amigos de Vargas Llosa, se ha lucido este jueves inaugurando lo que será, sin duda, el monumento a una memoria oficial, parcial, reduccionista y cómplice. (Habría que ir pensando en un monumento a la Memoria Omitida).


Es el mismo García que impone a Mercedes Aráoz como su candidata, quizá sabiendo que, de ese modo, fragmenta aún más las candidaturas de 2011 y favorece a quien es, en verdad, su favorita: Keiko Fujimori, la hija del hombre al que García le debe su regreso, la impunidad y el dulce martirologio a la espera de la falsa prescripción que lo protege y que podría ser levantada por cualquiera menos por quien, como primera medida, deberá indultar a su padre.

¿Tolerará el APRA esta vergüenza?

Seguramente que sí. El APRA es ahora la alcoba de García y allí reina este campeón de las promiscuidades.

Pero hay otras cosas en juego: la señora Aráoz es muy amiga de Chile y enemiga de las Fuerzas Armadas del Perú, a las que reduciría a una condición aún más indigente; es enemiga del gasto social, que con ella sería mutilado ene veces; es enemiga del salario mínimo y de los derechos sindicales. O sea: podría hacer el trabajo sucio del liberalismo paporretero que hoy García ha adoptado como religión.

Pero como la señora de Aráoz no candidatea para ganar sino para impedir que Castañeda se dispare y para asegurarle a Keiko la segunda vuelta, entonces su rol, maquinado por García, resulta perfecto.

La única que no sabe que la señora Aráoz es un instrumento ocasional de la aritmética alanista es la señora Aráoz, que se ha creído La Pasionaria de Alfonso Ugarte pero que no es más que otra muy respetable señora de altas cualidades.

Hora decisiva para el APRA.

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