jueves, 1 de noviembre de 2012

De Cachiche a La Parada


Columna de reporteros

Reproducción de la columna ‘Las Palabras’ publicada en la edición 2256 de la revista ‘Caretas’.

CUANDO la Policía se decide a hacer algo bien, el resultado es generalmente bueno. Desde el desalojo de Santa Anita hasta la captura de ‘Artemio’, los hechos demuestran que bajo un mando competente, la Policía actúa eficazmente. ¿Por qué entonces los desastres operativos, los casos de corrupción, de abandono de los propios policías?

Dentro de la Policía hay una compleja coexistencia de grupos virtuosos con otros mediocres y corruptos. Siempre, o casi siempre, ha sido así. Como lo demuestran, con elocuencia explicativa, unos pocos eventos del último año.

El operativo de desactivación de La Parada el sábado 27 fue exitoso. El del jueves 25 fue, en cambio, un desastre. En este caso, el éxito es más fácil de comprender. Si se moviliza a 5 mil policías, 13 tanquetas (10 de las cuales fueron prestadas por el Ejército, pero operadas y tripuladas por policías) y un Caspir, cualquier turba –sobre todo si esta defiende un lugar determinado y está infestada de delincuentes– será prontamente controlada. Como, en efecto, sucedió.

Si la misma operación –con similar despliegue de fuerza y claridad de objetivos– se hubiera realizado el jueves 25, el resultado quizá no hubiese sido tan rápido. Pero, con un poco más de tiempo y, posiblemente, de fuerza, el objetivo de desactivar la Parada se hubiese logrado ese mismo día.

En lugar de ello, dos escenas perennizarán el recuerdo de ese jueves negro: la caída del policía montado y, segundos después, la del caballo de otro policía en medio de la turba depredadora; y el saqueo de Gamarra. Pocos días antes habían estado ahí Nadine Heredia con Hillary Clinton y Michelle Bachelet, celebrando el triunfante empuje de las empresarias peruanas. El jueves, algunas de esas empresarias apenas contenían la angustia en sus negocios devastados por el saqueo.

La Policía, para decirlo con claridad, había huido del lugar, luego de ser abrumada por las turbas, que entraron a saco a Gamarra.

"La importancia del operativo del jueves 25 era alta y el riesgo también. No se necesitaba clarividencia para saber que la intervención iba a provocar un serio conflicto en el corazón de la ciudad".

¿Cuál fue la diferencia? Que el jueves 25 intervino apenas una fracción de los policías que actuaron dos días después, con una parte mínima del equipo que se empleó el sábado.

Según he podido saber, el operativo del jueves estuvo a cargo de un coronel de la Diroes, que apenas contó con un mínimo de inteligencia y planificación previas. Ahora que la Inspectoría de la PNP investiga el desastre del jueves 25, supongo que el porvenir profesional de ese coronel es muy poco promisorio.

Pero, ¿le toca la mayor responsabilidad a ese coronel? Ciertamente no.

La importancia de ese operativo era muy alta y el riesgo también. No se necesitaba clarividencia para saber que la intervención iba a provocar un serio conflicto en el corazón de la ciudad. La primera responsabilidad del operativo descansaba, sin duda, en el jefe de la Séptima Región, el general PNP Aldo Miranda.

Por encima suyo estaba el director de operaciones policiales, general PNP Abel Gamarra.

Y, por supuesto, la responsabilidad central de la operación descansaba en el director general de la PNP, general PNP Raúl Salazar.

De acuerdo con la información de fuentes calificadas en el ministerio del Interior, ninguno de los tres estuvo en el operativo del jueves 25. Las mismas fuentes indican que Salazar intervino luego que el desastre ya estaba consumado.

¿Por qué hubo tal negligencia? Como no estoy del todo seguro (y ojalá me equivoque) de que los investigadores de Inspectoría tengan el coraje de hacer las duras pero inevitables preguntas a sus jefes, aporto aquí algunos elementos de juicio.

¿Recuerdan, en primer lugar, a dos de los tres nombres arriba mencionados? Tanto el general PNP Abel Gamarra como el general PNP Raúl Salazar fueron dos de los asistentes a la hoy célebre cena en octubre de 2011 en el restaurante ‘Las brujas de Cachiche’, que IDL-Reporteros revelara a la luz pública pocos días después.

Esa cena, caso hoy paradigmático de tráfico de influencias, fue convocada para acordar y organizar otro masivo desalojo: el de Andahuasi, para favorecer al grupo Wong.

Como se recuerda, tanto el hermano del entonces vicepresidente Omar Chehade como, por lo menos, el general PNP Gamarra, intentaron convencer al general PNP Guillermo Arteta, entonces jefe de la región Lima Norte, para que organizara un operativo de desalojo en la cooperativa azucarera de Andahuasi, a fin de ponerla bajo control de los Wong. Se le ofreció una orden judicial firmada, sin fecha ni hora, como respaldo.

Arteta, un policía de impecable carrera y sólidos logros, que había sido purgado por Alan García de la dirección policial de La Libertad, a solicitud de Luis Alva Castro, por haberse negado Arteta a apoyar con la Policía al aparato aprista en la región, se mantuvo firme.

Les dijo que una intervención de alto riesgo como esa debería hacerse con una apreciación precisa de inteligencia, un planeamiento meticuloso y con toda la formalidad legal necesaria. La orden judicial debía ser clara y llegarle por el conducto regular.

Pocos días después, Arteta fue pasado intempestivamente al retiro. Salazar y Gamarra, en cambio, que en esa cena habían dejado clara su disposición a ayudar en lo que pedían los traficantes de influencias, y que luego –cuando reventó el caso– le cubrieron las espaldas a Chehade, vieron despegar sus carreras.

Salazar se convirtió en el jefe de la Policía en el Perú y Gamarra en su jefe de operaciones.

¿Recuerdan aquel ‘tuit’ de la Primera Dama, que se preguntaba algo así como: ‘es tan difícil caminar derecho’ en reacción al escándalo? Pues habría que decirle, señora, que caminar derecho en la Policía no solo es difícil sino que puede costar la carrera.

En las Brujas de Cachiche Gamarra y Salazar dejaron claro que el planeamiento cuidadoso, la inteligencia precisa no era algo que les interesara demasiado.

De repente eso ayuda a explicar sus notorias ausencias el jueves 25.

¿ Y qué explica la del general PNP Aldo Miranda, el jefe de la Séptima Región? Según fuentes bien informadas, Miranda estuvo con Salazar durante el operativo. Al escribir este artículo, el lunes por la noche, no sé si Miranda continúa todavía en su puesto, pero todo indica que será destituido.

AÚN si uno hace un esfuerzo por separar la gestión de Salazar como jefe de la PNP de su origen en las Brujas de Cachiche, la evaluación resulta inevitablemente desaprobatoria. Debido, entre cosas a:

• Que marginó malamente a oficiales con capacidad operativa y favoreció a gente cuyo mayor mérito era ser cercanos a él, copromocionales o ambas cosas. El actual jefe de la Dirandro, general PNP Wálter Sánchez es una persona afable (su apodo,‘Sanguchón’, lo atestigua), pero no tiene, obviamente, capacidad de comando. Los dos escándalos recientes de cambiazo y robo de drogas en Ayacucho y Huánuco, revelan la involución de la que fue hasta hace poco una de las mejores direcciones policiales del país.

• El manejo policial en el caso de Conga fue muy malo; y la violenta detención de Marco Arana fue un asalto antes que un arresto.

• El abandono de los tres policías durante los sucesos de Kepashiato fue parte de una cadena de malas decisiones en cuyo inicio participó Salazar.

• Las condiciones en las que se mantienen y operan varias guarniciones policiales en zonas de emergencia (como, por ejemplo, la de Yuveni) revelan una indiferencia total por el bienestar, la suerte y, finalmente, el aprestamiento combativo de esos policías.

¿Lo anterior ayuda a explicar el desastre del jueves 25? Yo creo que sí. Y si aquello de que “por sus obras los conoceréis” tiene algo de verdad, las acciones del Gobierno en reacción a lo sucedido serán –en un sentido o en otro– ciertamente reveladoras.

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