miércoles, 28 de noviembre de 2012

LA QUE NO ESTÁ PROHIBIDO ES MATAR


Escribe César Hildebrandt

La CIA puede matar o mandar matar, derrocar gobiernos democráticos, volar  puentes o gasoductos, asociarse con las peores hampas, financiar lo más sucio y respaldar lo que sobrepasa la infamia. Pero, eso sí: no puede consentir un director adúltero.

El adulterio es feo pero mucho más feo es hacer lo que la CIA hizo en Chile en la década del 70 del siglo pasado.  Y mucho más feo es ordenar al sicariato boliviano que termine de matar al Che Guevara. Y tan feo como eso es interrogar bajo tortura en cárceles subrepticias localizadas en democracias de pacotilla como Pakistán. O actuar de común acuerdo con los equipos de eliminación del Mossad israelí.

Pero así son los gringos, En sus tierras no derrocan a los presidentes: los matan (de Lincoln a Kennedy, pasando por Garfield). Allí no encarcelan a los líderes que no pueden controlar del todo: los eliminan (Hoffa, King, Bob Kennedy).

Allí, en suma, una plaga de multitudes cariadas por el patriotismo más oscuro cree que Darwin era un cabrón, que el mundo tiene 5.000 años, que el cretácico es un invento de Spielberg y que Dios canta con ellos los domingos en la iglesia misionera donde han terminado de malograr sus entendederas. El Tea Party, que es una manera oligofrénica de ser tory, es hijo del Estados Unidos profundo que volverá a quemar a las brujas de Salem. Cuando ya no entiendes nada del mundo lo que te queda es el fundamentalismo religioso, esa ceguera que quiere ser virtuosa.

De modo que el general Petraeus, que fue el único que entendió lo que pasaba en Irak o Afganistán, ahora cae bajo el peso de la moralina. Como comandante en jefe del ejército de ocupación en Irak, por ejemplo, el señor Petraeus debe ser responsable de muchas muertes y otros tantos encubrimientos. Nadie lo juzgó por eso. Al fin y al cabo, Estados Unidos no está afiliado al Tribunal Penal Internacional.

¿Cómo podemos asimilar tanta mentira y no morir de empacho? ¿Por qué nuestra estupidez de especie, descarriada de cualquier "diseño inteligente", es omnívora cuando de tragar mentiras se trata?

China está camino de convertirse en otro monstruo no sostenible y la alentamos para que siga por esa senda: si su ritmo de expansión baja del 10% anual nos preocupamos y escribimos sesudos artículos. Europa condena a sus habitantes por despilfarradores después de haber estimulado en ellos un consumismo frenético. Alemania impone sus rigores, pero no tanto porque sabe que si la crisis se acentúa sus exportaciones pueden peligrar y el modelo que ella misma promovió podría ser cuestionado desde ángulos más esenciales. Y Grecia o España aceptan sus culpas cuando no hicieron otra cosa que acatar el mandato del capitalismo insomne que confunde crecimiento con desarrollo y desarrollo con bienestar.

¿Hace cuánto tiempo que dejamos de creer en la felicidad como meta de las políticas?

Hemos hecho un mundo de depredadores cuyo fin es comprar para renovar los stocks a la velocidad del vértigo. Una sociedad sin razón donde la estupidez es casi un requisito de sobrevivencia y la codicia una manera de asociamos a los otros. Chicos con los pulgares crecidos se conectan a máquinas donde aparecen, sin rostro, los mensajes inútiles de quienes ya no pueden hablarles a la cara. Y los medios de comunicación son cómplices de toda esta ordinariez.

Necesitamos un nuevo Nietzsche, una nueva locura fundadora, muchos nuevos demonios sacudiéndonos de las solapas para sacamos de esta vulgaridad mundial que nos deshumaniza.

Al bobo de Petraeus no lo han sacrificado porque se enredó con su buscona biógrafa. Lo liquidaron porque con su intercambio de correos electrónicos puso en peligro los secretos sucios de la organización que dirigía.
Es la erótica del mal: lo que no está prohibido es matar. Así de hipócrita. Así de horrible.

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