miércoles, 16 de enero de 2013

¿Quién apuesta por el agro andino?


¡Sierra Productiva, programa ganador del segundo lugar del The World Challenge en suspenso! Una conversación con Carlos paredes
Por: Patricia Marín
¿Cuál es el futuro de la comunidad campesina? Dentro de ella ¿cuál es el futuro de la familia campesina?, ¿del ciudadano rural?
El Cusco, como todo el Ande peruano, tiene una población rural muy importante. Sin embargo, para los campesinos las ciudades son un imán. Su geografía y las características sociales y económicas, sumadas al cambio climático, están ofreciendo en bandeja a las ciudades un ejército de mano de obra barata para un sin número de empresas, tanto en el comercio como en la industria, sean estas formales o informales.
Una vez llegados a la ciudad, los migrantes consumen servicios de transporte y comunicaciones, la mayoría invierte en celulares prepago, o alquila llamadas a un ambulante, y habita en poblaciones urbano-marginales, prácticamente en las mismas - y algunas veces peores- condiciones en las que habitaban en sus zonas de origen: desnutrición y servicios básicos deficientes o inexistentes. Es decir, poca o ninguna mejora en su calidad de vida.
Su logro más importante es convertirse en habitantes urbanos asalariados, pero la migración no logra transformarlos en ciudadanos plenos.
Hace más de medio siglo que el sector rural está siendo drenado de la savia que le da la vida: su juventud.
¿Qué alternativas eficientes han dado a este problema los distintos gobiernos? ¿Qué alternativa está dando el gobierno actual, que fue elegido mayoritariamente por el sur andino?
No lo sabemos aún. Lo que sí sabemos es que desde hace 18 años, existe una propuesta: Sierra Productiva, que ya es una realidad para muchas familias campesinas de distintas zonas del Ande peruano, y con iniciales incursiones en la costa y la selva.
Esta alternativa surgió del fracaso de las políticas agrarias que se establecieron en la época del gobierno militar de Juan Velasco Alvarado, y que tuvieron su colapso total en el primer gobierno aprista, marcadamente estatista, de Alan García como presidente.
El fundador de Sierra Productiva fue Carlos Paredes Gonzales, economista de profesión, formado en la facultad de Economía de la Universidad San Antonio Abad del Cusco. Como militante de los partidos denominados de izquierda, fue presidente del Centro Federado de su facultad, y desde entonces conectó su visión económica y política con la vida productiva campesina y los cambios que en ella se sucedían.
Eran los años 60 y los cusqueños miraban al agro con esperanza, pues el turismo aun era incipiente. Los cursos de “extensión social” de la UNSAAC, fueron la puerta de ingreso para conocer el mundo campesino. Por ella ingresó Paredes Gonzáles realizando, como practicas pre-profesionales, perfiles de proyectos para el agro cusqueño, y desde entonces trabajó y prestó su apoyo a las organizaciones campesinas y a la Federación de Campesinos del Cusco.
Vivió en ese transcurso la conversión de agro cusqueño en cooperativas y SAIS, para constatar por sí mismo como estos nuevos tipos de organización no logró enfrentar ni resolver el problema del campesino, convirtiéndose más bien en una unión de haciendas, espacios inmanejables económica, política y socialmente, con la diferencia que sus conductores ya no eran hacendados sino funcionarios del Estado.
Para Paredes Gonzales, “la puesta en práctica de teorías concebidas desde los escritorios de Lima, agudizaron la relación Estado-campesinado, echando a perder la Reforma agraria, pues el Estado se convirtió en un gran latifundista”.
Desde esa perspectiva, el Estado consideró que se requerían empresas para ofrecer crédito, maquinarias, pesticidas y fertilizantes, así como semillas mejoradas, y se formaron las empresas estatales: Banco Agrario, ENCI, ECASA, ENACO, etc., que, en lugar de facilitar el desarrollo agrícola y rural, lograron más bien generar una burocracia estatal y su consecuente corrupción.
El proceso de deterioro de las cooperativas, y su posterior desactivación a partir de 1979, llegaría a su fin diez años después, cuando el Perú pasó a ser un país de 2 millones de campesinos pequeños propietarios, el 85% de los cuales posee entre una a tres hectáreas.
Pero el problema agrario seguía al rojo vivo, como lo demostró la huelga de 1989 que paralizó al Cusco durante 19 días.
Al llegar el gobierno Alberto Fujimori, y estando de Ministro de Economía Carlos Bologna, se decidió desactivar las empresas estatales y el Banco Agrario. Una vez más, las asociaciones campesinas decidieron ir a la huelga, a la que se sumaron las dirigencias de los sindicatos de las empresas estatales, especialmente ENCI, ECASA y el Banco Agrario, que semanas antes habían sido disueltos.
¿Cómo debía enfrentarse una realidad donde el “Fujishock” había puesto al campesino en la situación en la que debía pagar doce kilos de papa por una gaseosa, y una tonelada de papa para comprar una bolsa de fertilizantes?
Las dosis de fertilizantes eran imprescindibles para la producción, pues habían convertido a los campos en adictos al nitrato de amonio, superfosfato de calcio, cloruro de potasi o, urea, etc., los cuales les eran accesibles solo gracias a la subvención del Estado, pero esta había desaparecido. Y por si eso fuera poco, estaban acostumbrados a regar con el agua de lluvia, y por tanto, solo tres meses al año.
Los líderes de la Federación de Campesinos del Cusco y el equipo de asesores que integraba Carlos Paredes, al no existir un claro camino alternativo, convocaron a foros, talleres y seminarios para reflexionar en base a la pregunta “¿Cómo producir sin la ayuda del Estado?” Ese fue el terreno en el que se fue labrando lo que hoy es Sierra Productiva.
El fracaso total del Estado, no solo puso en cuestión a un modo de producción y una propuesta económica, sino también a una ideología, e incluso a un estilo de vida.
La debacle llevó a Paredes a cuestionarse en sus fueros más íntimos, y allí encontró un principio de respuesta: las enseñanzas de su padre Santiago Paredes Tresierra, que estudió agronomía en Chile y administró varios fundos, y las viejas revistas que este leía, entre ellas “La Chacra” de Argentina y “Mi hacienda” de Chile, extraordinarias en difusión pedagógica de alternativas ecológicas, en los años en que el mundo aún no había pasado a ser dominado por la explosiva elevación de la productividad dependiente del uso de maquinarias, monocultivo latifundista, así como de fertilizantes y pesticidas.
Redescubrieron el valor del “compost” y los cultivos orgánicos, el riego por aspersión y goteo, los “fitotoldos”, así como el valor de las pequeñas unidades productivas, y fundamentalmente, en medio de la mega comunidad campesina, se revaloró a la familia campesina considerándola como una unidad productiva poseedora de extraordinarias potencialidades para convertirse en micro empresa individual o mejor aún, asociada.
Combinaron, además, las capacidades de “red social” de las organizaciones comunales, sus federaciones y líderes, pero también con las experiencias de trabajo de los organismos no gubernamentales: talleres, trabajo de equipo, y así se formó a los “yachachiq”, campesinos líderes tecnológicos que capacitan con el ejemplo: “enseñar-haciendo”.
El resultado: el trabajo iniciado el año 2000, y que empezó con 20 “yachachiq” ahora se ha expandido a 14 regiones del Perú. Son 2,700 “yachachiq” que acompañan a 50 mil familias emprendedoras que dejaron atrás sus economías de sobrevivencia y que se valen por sí mismas.
En las alturas andinas ahora es posible tener pasto verde los 12 meses del año, gracias a las tecnologías de riego p or goteo y por aspersión, lo que significa que esas familias tienen leche, yogurt, queso, hortalizas, mermeladas, tortas y lana para auto sostenerse y además para colocar sus excedentes al mercado.
Pero cuando parecía que todo iba bien, e incluso luego de ser premiado como el segundo mejor proyecto innovador, emprendedor y replicable del mundo, en el The World Challenge, convocado por la BBC de Londres y la revista Newsweek con el auspicio de la empresa Shell, el programa Sierra Productiva ha quedado, sorprendentemente, librado a su suerte.
¿Un problema económico?
Sí. Las familias campesinas no cuentan con el monto básico para iniciar el programa de Sierra Productiva, que significa una inversión óptima de 10,000 soles para implementar 18 tecnologías aplicadas para riego, siembra de hortalizas, abonos orgánicos, crianza de animales, nuevos cultivos, etc.; o, en su defecto, una inversión mínima de 2,000 soles para implementar 10 tecnologías. Se trata de una inversión social productiva, que se da por una única vez. Por tanto, es diferente a las ayudas asistencialistas, como el “Vaso de Leche” o como el reparto sierra-produciva-2de alimentos que tienen cuándo acabar.
A pesar de que la cooperación internacional solidaria aportó los primeros fondos, y que en los dos últimos años estos han sido incrementados por aportes de empresas privadas, y que también se sumaron algunas municipalidades y Gobiernos Regionales, este es el talón de Aquiles de Sierra Productiva, que se ve frustrada al no poder atender una demanda activa de más de 100 mil familias que desean transformarse en emprendedoras.
El Ministerio de Economía con el SNIP impide que los recursos públicos se inviertan para fomentar la implementación de tecnologías, con el argumento de que al ser instaladas en predios fami liares éstos pasan a ser bienes privados y el Estado sólo debe invertir en “lo público”.
Sierra Productiva hizo una propuesta muy inteligente al gobierno de García: un mecanismo para que las familias beneficiadas por el programa “Juntos” con 100 soles mensuales, pudieran recibir por adelantado el dinero correspondiente a un año, pero ni siquiera en dinero, sino en tecnologías e insumos, a fin de implementar 10 tecnologías que a cada familia le aseguraría ingresos no monetarios (es decir, alimentos diarios que les provee su chacra equivalente a 300 soles al mes), más ingresos monetarios producto de la venta a terceros de los excedentes productivos, lo que implica ingresos dos y tres veces mayores que la ayuda otorgada por “Juntos”.
Dice, al respecto, Carlos Paredes:
“La propuesta fue aprobada, tanto por los bancos que administran los f ondos de “Juntos” como por el Gobierno, al punto que se firmó un convenio en la Plaza de Armas de Yanaoca lanzando “Juntos -Productivo”. Pero, lamentablemente intereses creados, que ven la pobreza y al campesino necesitado como un interesante negocio, impidieron que prosperara el convenio y que 50 millones de soles sigan destinándose a una suerte de barril sin fondo. Esta cifra, con el actual gobierno de Humala, se convertirá en 100 millones por mes, ya que se duplicará el número de beneficiarios del programa que reparte dinero, que así corre el riesgo de seguir el mal camino de los que reparten comida desde hace 30 años, mes a mes”.
Increíblemente, el gobierno de Ollanta Humala, hasta el momento, tampoco ha prestado atención al potencial de Sierra Productiva y la solución que ésta significaría para el problema más álgido del Perú: desarrollar el agro andino como vía para erradicar la pobreza extrema. ¿Temores políticos? ¿Se derrumba el mito del comunero? ¿Acaso la izquierda quiere seguir viendo pobre al ciudadano rural, dentro la institución de la “Comunidad”, que bien valdría la pena revisar o por lo menos poner aCarlos_Paredesl día, acorde con los cambios de la historia?
Para solucionar el problema del ciudadano rural, se requiere un cambio de actitud en el propio campesino; más aún: un cambio de mentalidad en el agro andino. Y un cambio de mentalidad implica una transformación cultural, que es precisamente lo que se propone Sierra Productiva, el programa concebido y llevado a cabo por un equipo de yaqchachis, dirigentes campesinos y profesionales liderados por Carlos Paredes Gonzales. Pero no se crea que éste ha renunciado a sus valores sociales y políticos primigenios, como algunos insinúan. Lo que ha hecho es una interesante “reingeniería política” que podría dar como resultado algo así como una “nueva izquierda”. Ya es hora de que se le escuche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario