lunes, 11 de febrero de 2013

El exceso de dólares en la economía local y la modernización militar peruana


[Infodefensa <> 08Feb2013-01 <> Peter Watson] En los últimos meses, la economía peruana registra un abundante ingreso de circulante norteamericano (dólares), a tal grado que está empujando el tipo de cambio contra la moneda local (nuevos soles) hacia la baja de manera sostenida. Actualmente el dólar se cotiza en aproximadamente 2,53 soles. Especialistas de todo tipo y calibre han lanzado pronósticos preocupantes y otros no tanto.

La apreciación de la moneda peruana está afectando, desde ya, la competitividad de las exportaciones del país suramericano y los gremios empresariales han empezado a generar voces de alerta ante la pasividad del Banco Central de Reserva (BCR). El Ministerio de Economía y Finanzas seha visto forzado a intervenir y ha anunciado la compra de hasta cuatro mil millones de dólares en apoyo al BCR este año. Las Reservas Internacionales Netas (RIN) alcanzan los 65 mil millones de dólares al momento.

Dicho esto, ¿qué tiene que ver el exceso de dólares con el área que nos convoca aquí, el sector Defensa? La respuesta es clara: interesa y mucho.

Al escuchar las declaraciones de especialistas en la materia, no deja de llamar la atención la absoluta indiferencia hacia uno de los sectores que en otros países actúa, directa o indirectamente, como uno de los reguladores del gasto gubernamental: el sector Defensa. En Estados Unidos y el Reino Unido, diversos medios de prensa han publicado notas sobre los riesgos de disminuir excesivamente los gastos (o inversiones, según el caso y color de las transacciones) militares y también se analiza la forma en que éstos recortes afectan negativamente el crecimiento del Producto Bruto Internacional y la cantidad de circulante.

En el Perú, las compras de equipos y armamento conllevan un aura muy especial; las comisiones, legales o no tan legales a las que se hacen acreedores aquellos involucrados en las transacciones. La Agencia Central de Compras en organización apunta a ordenar tal situación.

Durante el gobierno de Alberto Fujimori, con la compra de los aviones caza MiG-29 (excelente compra desde el punto de vista técnico y militar) se repartieron cuantiosas comisiones ilegales, fortaleciendo la noción de que los bajos sueldos son desquitados vía la “creatividad” en las compras de armas. Reflejo de ello, un sector político peruano ha promovido desde hace diez años el desmantelamiento progresivo de las Fuerzas Armadas del Perú, colocando el mal proceder de algunos militares, funcionarios públicos e incluso rencillas personales, muy por encima de la seguridad nacional. Absurdo proceder.

Los tiempos cambian, los gobiernos también y la percepción respecto a las fuerzas armadas empieza a cambiar con ellos. En efecto, la modernización del sector defensa peruano fue colocada, no muy discretamente, en la congeladora a inicios de la década del 2000; situación que se empieza a corregir tímidamente a partir del ingreso de Ollanta Humala a la presidencia de la República.

Existe una gran necesidad en las Fuerzas Armadas por modernizar equipos en inventario, reemplazo de materiales obsoletos y la adquisición (o producción) de nuevos equipos, en coherente seguimiento al crecimiento económico del país.

De los analistas económicos consultados, ni siquiera uno, ha deslizado la posibilidad de retirar dólares de la economía local mediante la compra de equipos militares y/o sistemas de armas. Una alternativa utilizada en otras latitudes para dinamizar la economía, o parte de ella, incluyendo los sueldos militares y las becas para estudios a aquellos que se enlisten en las fuerzas armadas, por cierto.

No es indudablemente la alternativa financiera más elegante e innovadora (el prepago de deuda externa siempre es una solución muy válida), pero es oportuno recordar que un par de esas soluciones creativas han sido las responsables de la debacle del sistema financiero en varios países desarrollados y a veces regresar a lo básico y dejar descansar la imaginación es el camino más saludable para la tranquilidad y seguridad de la población. Con seguridad, la confianza para invertir aumenta. Y la seguridad, proviene en gran parte de las instituciones armadas. Siempre ha sido así y muy probablemente, siempre sea así. Fujimori se equivocó al manipular la cúpula militar y de hecho, solamente compró equipos militares ante la posibilidad de una guerra abierta y general con Ecuador.

Cierto es también que la divisa peruana no es un medio de cambio aceptado internacionalmente, lo que sí le ha servido a Estados Unidos para compensar la impresión inorgánica de billetes y exportar la crisis con ellos, en tales cantidades que en los últimos años ha inundado el mercado internacional con un tsunami de dólares, origen inequívoco del exceso de dólares en el Perú. El nuevo sol, en ese sentido, no es un producto de bandera para la exportación, pero la transferencia de tecnología que viene con los sistemas de armas y las concesiones offset si lo serán en un futuro no muy lejano. Y por algún lado ha de empezar.

Si el Gobierno peruano quiere solucionar la problemática del Sector Defensa y sacarse de encima a un grupo de “quejosos” y tenaces militares en retiro, hoy es el momento oportuno, sobran dólares para apaciguar los reclamos por modernización. La inflación está bajo control y el BCR puede emitir certificados para retirar liquidez en soles, de ser necesario, porque se está adquiriendo bienes y servicios, después de todo. Y ni siquiera menciono la supuesta reforma de los sueldos militares, que ha dejado un agrio sabor en el personal activo y en retiro.

Al comprar sistemas de armas, no se está comprando armamento, algo malo y agresivo, se está garantizando seguridad para que la economía siga creciendo bajo el auspicio de instituciones militares serias y generando espacio para la innovación tecnológica. La comida peruana es deliciosa, pero un sabroso plato de Lomo Saltado no es muy tecnológico.

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