lunes, 18 de febrero de 2013

¿Por qué crece el Perú?


La columna de PPK

Diario Correo, 17 de febrero de 2013

Es bueno preguntarnos en medio del verano, cuando una parte importante del mundo está en problemas económicos, por qué el Perú sigue creciendo. Somos la economía que más crece en Sudamérica y en América Latina estamos justo detrás de Panamá. Poco a poco estamos alcanzando a Chile, que tiene un ingreso por habitante el doble que el nuestro. Recientemente estadísticas publicadas por el Fondo Monetario Internacional destacaron que en términos de poder adquisitivo, el Perú ya tiene una economía que alcanzó el tamaño del de la Chile –naturalmente nosotros tenemos 30 millones de habitantes y ellos 17 millones.

En medio de los riesgos mundiales, ¿por qué nos está yendo bien? Hay dos razones básicas: la primera es histórica y se refiere al cambio en nuestra composición demográfica, con muchos trabajadores entrando a la fuerza laboral, especialmente mujeres, que nacieron hace 20 a 25 años. Eso le da un gran impulso a la creatividad y al emprendedurismo. La segunda es el hecho que en los últimos 20 años hemos tenido buenas políticas económicas, que han estabilizado a las finanzas públicas, han reducido drásticamente el endeudamiento del gobierno, han promovido el crédito interno, y han reducido la inflación al nivel de los países avanzados. Además, en la última década ha habido una apertura enorme de nuestro comercio exterior, lo que nos ha dado oportunidades impensadas en el pasado. Por ejemplo, nuestras exportaciones hoy están alrededor de $47 mil millones, o sea 25% del producto bruto interno, contra 6 mil millones en el año 2000, lo que equivalía a 11% del producto de entonces. Nuestras reservas internacionales, en alrededor de $65 mil millones, son las más grandes de América Latina en términos relativos.

Enfrentamos riesgos externos e internos. Los dos principales riesgos externos son que el receso económico continúe en Europa y la economía de Estados Unidos siga lenta. No podemos hacer nada al respecto. Pero sí podemos enfrentar el riesgo de que nuestro tipo de cambio se aprecie demasiado, tema que hemos visto ya en varias columnas.

En realidad, los principales riesgos que enfrentamos son internos. El primero es el riesgo político-social, causado por las protestas y la resultante dificultad del gobierno para enfrentar decisiones a veces impopulares. No es coincidencia que las protestas se centran en la Sierra, sobre todo la Sierra Norte, cuyos ingresos familiares crecieron solo 5% en el período 2004-2011, mientras que en Lima el aumento fue casi de 70%. La única forma de revertir esta disparidad es inicialmente con inversión pública (caminos, agua potable, electrificación, educación) que luego lleve a la inversión privada que puede ser en minería, agricultura y servicios. Un ejemplo es lo que se podría hacer en Ayacucho, promoviendo un parque industrial para empresas medianas y pequeñas que utilizaría el gas natural, que pasa cerca de ahí sin dejar ninguna huella económica en esa región tan empobrecida.

El segundo gran riesgo es energético, porque se han venido postergando decisiones importantes en electricidad y gas. Lima está en riesgo de que se corte el suministro de gas, que viene por un solo tubo, y abastece más del 40% del suministro eléctrico de la zona metropolitana. Las empresas eléctricas del Estado en la Amazonía y el Sur y el Este del país no funcionan bien y hay apagones frecuentes. Nadie va a poner una industria importante en esas zonas. El precio subsidiado que se da para el gas para la energía eléctrica en Lima impide la inversión en fuentes alternativas, sobre todo la energía hidroeléctrica. Llevamos ya más de 10 años con este subsidio y es hora de empezar un cambio gradual.

El tercer gran riesgo es que, a pesar de un enorme dinamismo en los sectores mineros y petroleros, hay un número importante de proyectos parados debido a la falta de permisos, consultas previas y decisiones que se van postergando. El resultado podría ser, de aquí a unos pocos años, que nuestro déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos se torne insostenible: en 2012 estaba superando los $5 mil millones. Obviamente si hay mucha inversión extranjera, esta compensa ese déficit, pero si los proyectos se van postergando, la inversión baja y el déficit de cuenta corriente se transforma en un serio problema.
 
 
Finalmente, el último riesgo es la percepción de inseguridad y corrupción. El índice de percepción de corrupción de Transparencia Internacional nos coloca mal, aunque no tan mal como Colombia, Argentina, Bolivia, México y Ecuador. Por supuesto, son percepciones, pero las percepciones son fundamentales en la sicología de los inversionistas, que pueden escoger entre muchos lugares en el mundo.

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