Han ido muy rápido los destapes sobre gracias presidenciales en el gobierno
aprista durante los días pasados: indultos a narcotraficantes, sobornos por conmutaciones de penas y el ex narco en la comisión de gracias presidenciales quien, además, resultó ser militante aprista.
Estas dos últimas revelaciones en particular han hecho que fluyan en las
redes conceptos como “narcoestado”, “captura del Estado” y otros por el
estilo. Mirko Lauer, en esta columna, hace referencia a la “puerta giratoria” para
comentar el caso de Manuel Huamán, el ex narco y militante aprista en la
comisión de gracias presidenciales. Fernando Rospigliosi plantea una
legítima pregunta: ¿hasta dónde ha penetrado el crimen organizado la estructura de
nuestro Estado? La cosa se calentó más cuando, hace un par de
días, un
informe periodístico sugirió que
quien dirigía la oficina de gracias presidenciales, el aprista Facundo
Chinguel, tomaba decisiones al respecto en el propio Palacio de Gobierno.
El concepto de “captura del Estado” alude a la generación de rentas,
generalmente permanentes, para un grupo de poder económico determinado a través
de la manipulación de leyes, regulaciones o políticas públicas. En un
trabajo ampliamente citado del año 2000 (Seize
the State, Seize the Day. State capture, corruption and influence in transition)
Hellman, Jones y Kaufmann diferencian “captura del Estado” de
“influencia”. Se distinguen en la distribución de los beneficios:
la primera implica el pago de sobornos u otros favores a quienes toman las
decisiones (sean legisladores, funcionarios ejecutivos u otros), mientras que
en la influencia se logra la renta sin que la manipulación incluya comprar la
decisión. Por ello, en la captura los beneficios se dividen entre el
grupo económico y autoridades/funcionarios comprados, mientras que en la otra
todo el beneficio va para el grupo. La influencia se concreta en muchos
casos a través de un fenómeno conocido como “la puerta revolvente” o “la puerta
giratoria” -lo que mencionaba Lauer-. La metáfora es clara:
miembros del grupo de poder económico entran al Estado, a posiciones políticas
o técnicas claves, desde donde se toma la decisión que favorecerá al resto o a
parte de aquel.
La presencia de Huamán en la comisión de gracias presidenciales sugiere
que, en efecto, el poder económico del narcotráfico está (o ha estado) sacando
partido para torcer la política pública (digámosle así) de indultos y
conmutaciones de penas, favoreciendo a sus miembros. Pero incluir en el
análisis que también era militante aprista, reclutado en un gobierno aprista,
agrega complejidad a la cuestión, generándose dos hipótesis: por un lado,
el aprismo sería el catalizador de la influencia sobre la política pública;
que es la hipótesis más atractiva, por lo escandalosa. Pero, por otro
lado, Huamán podría haber sido tan solo otra pieza de lo que se ha dado en
llamar el “copamiento” aprista, o sea, llenar el aparato estatal con
militantes, dándoles trabajo en distintas dependencias. La dependencia a
la que llegue el compañero estaría en función de los contactos que tuviera
dentro del partido, por lo que Huamán podría haber estado en cualquier otra
oficina del gobierno si hubiera tenido otros padrinos en el APRA.
En realidad, hay muchas cosas que aclarar antes de concluir tal o cual
cosa. Aquí la cuestión no es tan evidente como que si eres un ex ministro
de economía que promovió una reforma pensionaria privatizadora y al dejar el
cargo pusiste tu AFP. Lo que se necesita saber en este caso es cuáles
eran las funciones de Huamán (su chamba formal, pero también la real); si
estas funciones tenían consecuencias sobre las decisiones o no, y hasta qué
punto. Finalmente, y creo que esta es la cuestión clave, a quién beneficiaban
esas consecuencias: si era indistintamente a todo tipo y tamaño de narcos
o si servía a un grupo o grupos en particular. Es decir, si era un pillo
que aprovechaba su posición para sacar su tajada, o si efectivamente se trataba
de un broker sembrado por una o varias organizaciones para favorecerse.
Recomendación de lectura
Los colegas de Transparencia por Colombia estimularon un ejercicio de
discusión sobre el concepto de “captura del Estado”, tomando como referencia la
realidad de ese país y tratando de integrar el desempeño de poderes económicos
ilegales y la satisfacción de intereses no solo económicos, sino también de
otra índole, como políticos.
Breve discusión de yapa
En el Perú, académicos como Francisco Durand y Sinesio López, entre otros,
se han apegado más bien a la conceptualización calificada como alternativa de
“captura del Estado”, opuesta a la referida arriba (Durand la llama
“convencional” en un artículo reciente). Según estos autores, la captura
del Estado es una característica típica de las corporaciones -y no solo de
“malas redes”- para presionar a la función pública y satisfacer sus intereses
privados. Así, puede ser usada básicamente para explicar todo, incluso el
giro de Ollanta Humala en la implementación de su plan de gobierno, tal como
hizo López en este artículo.
Yo creo que aquí ya estamos hablando de algo totalmente distinto, por lo
que no sirve para avanzar sobre la discusión de la presencia y formas y
profundidad de la corrupción en las políticas públicas.
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