sábado, 3 de enero de 2015

Personaje del 2014: Edwin Chota, mártir por culpa de la indiferencia

Viernes, 02 de enero de 2015 | 8:52 am DIARIO LA REPÚBLICA

Defensor de la selva. Nació en Pucallpa pero decidió ser asháninka y luchar contra la tala ilegal pese a una muerte anunciada. Durante 12 años denunció a los taladores pero su lucha fue invisible hasta el día que lo asesinaron. Hoy, su sueño, lograr la titulación de su amada Saweto, sigue siendo ignorado y los autores intelectuales de su muerte siguen libres.

Beatriz Jiménez

"Bienvenida la muerte para la protección de la naturaleza, de nuestra vida y del futuro de nuestros hijos". 

Edwin Chota Valera, asháninka por elección y mártir de la selva, respondía así al New York Times en una entrevista en agosto del 2013. Acababa de lograr que la Fiscalía Ambiental incautara 200 mil metros cúbicos de madera ilegal de los bosques de su comunidad, Alto Tamaya Saweto, a 7 días en bote de Pucallpa y en la frontera con Brasil. 

Pero esta madera sería devuelta a los financistas de los taladores ilegales poco tiempo después debido al sistema de impunidad que reina en Ucayali, donde autoridades, como el hasta hace poco vicepresidente regional Carlos Henderson Lima, están denunciadas por Osinfor (Organismo de Supervisión de los Recursos Forestales y de Fauna Silvestre) por  blanquear madera.

Por su persistente lucha, Chota Valera se había convertido en un estorbo en la región desde entonces, pero tuvo que pasar un tiempo para que sus enemigos decidan silenciarlo. 

El 1° de setiembre del 2014 fue cazado como si fuera animal junto a Leoncio Quinticima, Jorge Ríos y Francisco Pinedo, sus amigos y compañeros en la Junta Directiva de la Comunidad Nativa de Alto Tamaya Saweto, cerca de la frontera con Brasil. Los cuerpos fueron baleados y luego abandonados en una quebrada. Hasta la fecha solo han sido capturados dos presuntos victimarios. 

AUTORES SIGUEN LIBRES

Para encontrar a los asesinos solo hay que seguir la troza dejada por estos troncos desde su origen, en los bosques de Saweto, a su desembocadura, en Pucallpa.  José Carlos Estrada Huayta, residente en Huánuco y titular de la concesión (Ecofusac) que se superpone íntegramente al territorio de la comunidad, tiene orden de captura acusado de ser uno de los autores mediatos. Dos de los presuntos asesinos que el propio Chota fotografió en el campamento maderero cercano de su comunidad ya están en prisión preventiva. Pero a Chota, Quinticima, Ríos y Pinedo los asesinó un escuadrón. 

Desde el 2002, Chota venía denunciando la tala ilegal a través de decenas de oficios e informes dirigidos al Gobierno Regional de Ucayali, al Ministerio de Agricultura, al Congreso de la República y al propio Ejecutivo. El último, fechado el 28 de abril y dirigido a Marzial Pezo Armas, director  Regional Forestal y de Fauna Silvestre, adjuntaba en sus 25 páginas no solo fotografías del campamento ilegal y de los propios taladores, dos de ellos en prisión preventiva, sino también puntos georreferenciados de tala ilegal dentro del territorio todavía no titulado de su comunidad.

SOLO LA LEY DEL FUSIL

En 2002, el territorio de las 7 comunidades que hoy conforman la Asociación de Comunidades Asháninkas de Masisea y Callería (ACONAMAC) fue concesionado a diferentes madereras. 

La Resolución Directoral 083-2003 del Inrena reconoce los derechos preexistentes de las comunidades indígenas y prevé la exclusión del área correspondiente a la comunidad de la concesión forestal. Sin embargo, el Gobierno Regional de Ucayali siempre se negó.

A lo largo de sus 12 años de periplo de institución en institución, medios internacionales como The New York Times (NYT) y National Geographic se interesaron por su lucha. 

"¿Quién va a defendernos o a nuestro bosque?", decía al NYT un año antes de su asesinato. "No hay dinero para investigar", denunciaba que le respondían las instituciones, que siempre le pedían viáticos y gasolina para llegar hasta Saweto. "Solo hay dinero para destruir". 

"Bienvenidos a la tierra sin ley", contaba desde Saweto en un video de National Geographic. "Desde el puesto de control hasta aquí, la única ley es la del fusil",  reiteraba antes de emprender con el periodista un periplo en busca de los taladores. Pero en el Perú,  hasta el día de su muerte, Edwin Chota Valera fue invisible. 

Gracias a un perfil de la revista Etiqueta Verde se supo que Chota era un pucallpino más que se fue a luchar en el conflicto con el Ecuador y que una  vez culminada la  guerra  se dedicó a trabajar como electricista en Iquitos hasta que la vida lo llevó a Alto Tamaya Saweto, donde se enamoró y se hizo asháninka y jefe de la comunidad. 

En Saweto, era el único que sabía leer y escribir. Fundó la hoy asociación indígena que los asesinados dejan huérfana y eligió como razón de su existencia lograr la titulación de Saweto. 
Chota pasaba la mayor parte de su tiempo en un peque peque. Los 7 días de viaje en río entre Pucallpa y Saweto para tramitar la titulación de sus tierras lo convirtieron en un eterno peregrino.

 Su abogado, Raúl Lunasco, recuerda que por falta de dinero los dirigentes asesinados viajaban con el peque peque lleno de plátanos para alimentarse durante el viaje y su estancia en la ciudad. Cuando llegaban a Pucallpa, su bote era su cama

A Chota lo recuerdan en el puerto de Pucallpa por su cushma y su inseparable carpeta de documentos debajo del brazo, con la que salía a peregrinar de institución en institución. Su primer destino siempre era la Defensoría del Pueblo, la única que hizo eco de sus denuncias. 

No todas sus gestiones fueron en vano. Gracias a su perseverancia, logró que las siete comunidades integrantes de Aconamac tuvieran escuela primaria. 

"Sentimos en Saweto un vacío de las instituciones", dijo en su entrevista grabada en Saweto y conocida recién después de su muerte. "Nuestro letrero ha sido baleado. Un maderero líder moviliza una masa de gente peruano-brasilera, algo que nunca ha pasado". 

La situación descrita empujó a Chota y a los otros tres dirigentes a partir el 1° de setiembre rumbo a Apiutxa, una comunidad brasileña asháninka hermana para coordinar acciones. En el camino, los acribillaron. 
Chota había asumido su propio asesinato. Por eso, le daba la bienvenida, quizás pensando que solo así miraríamos hacia Saweto. 

Tras su muerte, en Putaya, una comunidad más grande y cercana a Saweto, se ha instalado una comisaría con 8 efectivos y se ha creado un Alto Comisionado contra la Tala Ilegal. Pero su sueño, la titulación de su comunidad, sigue en espera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario