martes, 15 de agosto de 2017

Sin crédito

Marisa Glave

Marisa Glave
Congresista de la República

Es evidente que la luna de miel del presidente con la población acabó. Le duró un año. La novedad es que ya no es solo un dato en las encuestas sino que el malestar ha saltado como expresión organizada a las calles. Las últimas semanas hemos sido testigos de la llegada a la capital de miles de docentes de diversas regiones del país y de la expresión de solidaridad de profesores que, sin estar en huelga, decidieron sumarse a la lucha de los maestros que siguen llegando a Lima, como es el caso de Fe y Alegría, institución a la que no creo que el ministro Basombrío se anime a tildar de senderistas/terroristas.
El malestar se contagia. Ya no es solo el hecho de tener los peores salarios entre los servidores públicos (un maestro es el peor pagado en el Estado) sino la indignación de recibir calificativos de periodistas que los llaman “brutos”, de ministros que los llaman “terroristas” o ver el desprecio de supuestos profesionales cívicos que se ofrecen de voluntarios para reemplazarlos y así “resolver” el problema.

Parte del problema es que no existen canales institucionales para que servidores públicos negocien reivindicaciones económicas como el salario, dejando la calle, la protesta, como único canal para lograr mejoras. La inconstitucional restricción a la negociación colectiva sigue vigente en el país. En el Congreso hay ya cuatro proyectos de ley, uno mío, que siguen esperando el debate. Si no logramos que los y las trabajadoras del Estado puedan incluir materias económicas en su negociación colectiva la espiral de protestas en la calle va a continuar.
La situación a la que hemos llegado en el caso de los maestros, a la que se suma la protesta de las enfermeras y la huelga de hambre de un sector de médicos, tiene, además, otras causas. La receta neoliberal se queda sin crédito al igual que el presidente que, después de un año dedicado al “destrabe” de inversiones privadas, no encuentra otra pista para dinamizar la economía que la receta que ya vimos que en contexto de bajos precios de minerales no funciona. Esta receta y este presidente que solo parecen interesados en las grandes empresas y en la gran inversión privada, no dialogan con la gente, con sus condiciones de vida, con sus condiciones laborales, con sus iniciativas privadas de menor escala.

No lograremos revertir el freno en la economía que se siente en los bolsillos de los peruanos si no hay una estrategia para, por un lado, incrementar ingresos del Estado, cobrando lo que debemos cobrar y combatiendo la gran evasión tributaria; y, por otro, atreviéndonos a romper con el dogma de la disciplina fiscal para poder inyectar en la economía recursos públicos. Necesitamos inversión pública y necesitamos estimular el consumo. La última modificación de las previsiones de déficit presentada por el Ejecutivo al Congreso sigue siendo conservadora y terminará ajustando una vez más el gasto del Estado. Solo el 2016 se suspendió la ejecución de 11 mil millones para no pasar el límite autoimpuesto de déficit fiscal. Nadie quiere una economía populista e irresponsable. Pero entre la insensatez de Alan García y el dogma neoliberal de recorte del gasto hay un espacio de política pública que necesitamos recorrer para mejorar la calidad de vida

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