La Columna del Director Diaro 16 | 28-12-2011 | Juan Carlos Tafur
Toledo en Punta Sal apagando sus penas post electorales, Alan García sabe Dios dónde, pero seguramente pensando en cualquier cosa menos en política, Keiko Fujimori revisando una y otra vez el expediente para pedir el indulto a su padre que prometió no darlo si ganaba las elecciones, Luis Castañeda en silencio para seguir consecuentemente en lo suyo y Kuczynski seguramente haciendo sumas y restas en alguna operación financiera allende los mares.
Así está nuestra clase política y sus principales “líderes”. ¿Que la democracia peruana tiene entre sus males principales la falta de instituciones partidarias? ¿Que, sobre todo, en provincias hay una ausencia absoluta de liderazgos partidarios nacionales y es por eso que cualquier aventurero forma un Frente de Defensa y domina la agenda local? Son inquietudes que parecen importarles poco a quienes les correspondería hacer sentir su voz en estos momentos.
Ni siquiera en las universidades, semillero habitual de líderes nuevos, conducidos por el idealismo juvenil que a lo largo de nuestra historia fue el germen de los partidos o movimientos ideológicos, es un escenario en el cual se aprecie trabajo alguno por parte de quienes en la última elección disputaron el acceso al poder.
Mucho menos los sectores populares, las provincias o los círculos académicos. Simplemente no están, no existen. Nada de gabinetes en la sombra, contrapropuestas orgánicas respecto de la gestión gubernativa. Presencia cero. Sorprende que después se pregunten cómo es posible que, a pesar de la bonanza económica, surjan de la nada, liderazgos que no esperaban. Y el 2016 veremos, sin duda, más de uno de estos personajes antisistema insurgiendo en contra del statu quo.
Y aparecerán entonces quienes, estúpidamente, hablarán de conspiraciones internacionales, de dineros de las mafias, de maldiciones no resueltas de este país embrujado que es el Perú. El día que nuestros líderes políticos entiendan que los vacíos no los esperan cinco años y que se van llenando gracias a su inacción, quizás algo cambie en este vaivén peligroso y arriesgado que supone contener la respiración en cada elección y cruzar los dedos para que el país no retroceda y caiga en las garras retardatarias de algún populismo trasnochado.
Por lo que se ve, lamentablemente, todo parece conducir irremediablemente a la reiteración de tales escenarios de susto y zozobra. Si el 2016 vemos a algún Santos, Pizango, Aduviri o Antauro con un protagonismo particular, no será culpa de la larga historia fracturada de la República. No. Será única y exclusiva responsabilidad de quienes hoy mismo ya deberían estar haciendo política en serio, pero que han decidido hacer de la abdicación y la frivolidad su signo emblemático.
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