Por:
Sigrid Bazán
Hoy
martes el fallecido congresista y militante Javier Diez Canseco habría
cumplido 67 años. Seguiría en el Congreso de la República, dando arduas batallas y enfrentándose a los grandes casos de corrupción.
Solo en
su último período Javier ya había puesto en marcha varias iniciativas y fue
autor de lo que ahora son importantes leyes, como la Ley General de la Persona
con Discapacidad o la Ley de Consulta Previa (Ley N 29785), para la que había presentado uno de los proyectos.
Ahora
bien, queda pendiente, en su memoria, continuar varios de los debates que nos
planteó. Discutir el proyecto que dejó sobre la imprescriptibilidad de los
delitos de corrupción; el proyecto que regula la Remuneración Mínima Vital
(planteaba que sea revisada cada año y que sea diferenciada de acuerdo a la
realidad económica de las regiones); el Proyecto de Ley que regula el funcionamiento y reforma de la ONP; y también discutir sobre el Servicio Social Voluntario.
Sobre este último, Javier planteaba que los universitarios hagan sus prácticas
en zonas rurales y que éstas se consideren como créditos en su formación
académica.
Tanto que
nos ha dejado y tantas causas que apoyó, incluso defendiendo los derechos de
las personas gays, lesbianas, bisexuales y transexuales que ahora se buscan
cuestionar. Además, yendo a contracorriente, siempre continuó con su labor
fiscalizadora y consecuente, dejando el Congreso injustamente, pero con estas
palabras que hablan por sí solas y por las cuales siempre lo recordaremos:
“Han
dinamitado mi casa, han ametrallado mi auto, han intentado secuestrar a mis
hijos y aquí estoy. Si me quieren juzgar por haber presidido la comisión
investigadora de los delitos económicos y financieros, por haber mandado a
tres miembros del directorio del Banco Central de Reserva a la cárcel…me voy
contento. Pero aquí, señor, no hay un pesetero, aquí hay una persona de
principios”.
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