Por: Gustavo Gorriti
Reproducción de la columna ‘Las
Palabras’ publicada en la edición 2249 de la revista ‘Caretas’.
LAS
memorias y celebraciones del vigésimo aniversario de la captura de Abimael
Guzmán sirvieron para conocer cómo se ganó la guerra. Ahora, después de los
largamente postergados reconocimientos al GEIN, es necesario entender cómo no
perder la paz.
Cuando se
compara el escenario presente con el que hubo veinte años atrás, es inevitable
un cierto grado de confusión entre quienes – la mayoría, como es natural– no
siguieron de cerca los eventos de la guerra interna y sus consecuencias.
La
captura de Abimael Guzmán, en septiembre de 1992, fue la estocada al corazón de
Sendero, que cambió el curso de los acontecimientos y decidió la victoria a
favor de la sociedad y el Estado peruanos.
Sendero
no colapsó totalmente y persistió, a través de los líderes regionales que
quedaron entonces todavía en libertad (como ‘Feliciano’ en Ayacucho-VRAE y
‘Artemio’ en el Huallaga), en reorganizarse y coordinar acciones, pero como
organización nacional estaba herida de muerte. Su marcha ascendente fue cortada
de un solo tajo en la captura, y a partir de ese momento se produjo una
entropía, una pérdida constante de fuerza, que pronto redujo la organización a
un espectro de lo que fue, mientras su encarcelado profeta buscaba negociar un
acuerdo de paz.
Pese a
eso, hoy no vivimos, veinte años después, en un país pacificado. Siguen
muriendo soldados –muchachos que en muchos casos no habían nacido siquiera
cuando Abimael Guzmán fue capturado–.
¿Ha
recrudecido con virulencia el senderismo? ¿Es ese el resultado de las
democracias débiles que supuestamente hemos tenido desde la caída del
fujimorato? Es lo que alguna gente sugiere y otra proclama con estridencia.
Pero el
alarmismo reduccionista es, para decirlo de una vez, falaz y engañoso. Es el
producto de quienes consideran que el exorcismo es preferible al diagnóstico y
la estrategia; y que escupir adjetivaciones cambiará por sí mismo la realidad.
¿Cuál es,
desde mi punto de vista, la realidad en cuanto a la amenaza insurreccional?
"Actuar
igual ante ambos movimientos es no solo erróneo sino torpe. Si alguien quiere
hablar, no se le debe contestar a palazos aunque diga tonterías".
Lo
primero que creo debe tenerse en cuenta es que la insurrección senderista
histórica, tal cual la conocimos y sufrimos sobre todo entre 1980 y 1992, ya
terminó, no existe más. La
captura de ‘Artemio’ en el Huallaga, en febrero de este año, cerró el epílogo.
Con su arresto, herido, febril, previamente traicionado y desertado por los
suyos, concluyó la insurrección iniciada el 17 de mayo de 1980 con la quema de
ánforas en Chuschi.
¿Y el
Sendero del VRAE, con las decenas de muertes que ha causado desde el 2008? Es
una amenaza muy concreta y muy letal; pero es un error considerarlo como un
rebrote o recrudecimiento del senderismo.
El
SL-VRAE no es ni el senderismo de antaño, ni tampoco un rebrote. Es una
organización nueva, con una doctrina y una estrategia insurreccional
completamente diferentes a las del senderismo histórico, al que hoy repudia y
condena apasionadamente.
El hecho
de que todos los altos dirigentes del SL-VRAE hayan sido dirigentes medios o
combatientes del Sendero histórico, hace, si acaso, más profunda la diferencia.
LUEGO de
la caída de ‘Feliciano’ en 1999 (con la colaboración en la captura de por lo
menos uno de los hermanos Quispe Palomino), los nuevos dirigentes supremos del
SL-VRAE –precisamente los hermanos Quispe Palomino, con ‘Alipio’ y algunos más–
iniciaron un proceso tormentoso de autocrítica, catarsis y repulsa de su pasado
senderista.
Como
resultado de ese proceso emergió una organización nueva, vinculada con la
anterior solo en la insurrección armada como método de acción y forma de vida,
pero diferente en todo lo demás: en doctrina, estrategia y tácticas.
Esas no
son ni fueron meras diferencias de palabras, sino de forma de acción, con un
gran impacto en la realidad.
El
Sendero histórico, por ejemplo, buscó subyugar por la fuerza y con castigos
draconianos, a los pobladores del VRAE. El resultado fue una guerra campesina
que, como se sabe, Sendero perdió luego de años de crueles enfrentamientos.
El actual
SL-VRAE tomó la iniciativa, desde fines de 1999 y comienzos del dos mil, de hacer
peregrinajes armados por los pueblos que antes combatieron, para autocriticarse
y pedir perdón por las carnicerías perpetradas.
En la
entrevista que Martín Arredondo, de Frecuencia Latina, realizó a Víctor Quispe
Palomino en 2009, este le confesó que en esas visitas a sus antiguos enemigos “¡Cuánta
vergüenza hemos pasado!”. En esa misma entrevista, Quispe Palomino atacó a
Guzmán calificándolo por primera vez como ‘terrorista’.
“En
nombre de la Guerra Popular –dijo
Víctor Quispe Palomino– ‘Gonzalo’ empieza a aplicar terrorismo. Es correcto
decirle a “Gonzalo’ y a toda esa dirección central, especialmente a Feliciano,
‘terrorista’”.
El mismo
calificativo de ‘terrorista’ dirigido contra Guzmán fue proferido con mayor
énfasis y apasionamiento por Jorge Quispe Palomino en la entrevista que dio a
Fernando Lucena el 2011.
¿Cuán
peligroso es el SL-VRAE actual?
Por
ahora, la insurrección es endémica, aunque con una tendencia lenta pero
mensurable a la expansión. Tiene aparatos políticos y logísticos de apoyo fuera
de su área, pero la parte sustantiva de su organización está en las selvas del
VRAE y, ahora, en La Convención.
Sus
ataques (emboscadas, acoso de francotiradores a guarniciones) ocasionan bajas
militares, pero son hasta ahora de un efecto limitado.
Dicho lo
cual, el SL-VRAE sí representa un grave peligro potencial: está montado
territorialmente sobre una parte significativa del gasoducto y cercano a la
hidroeléctrica del Mantaro. Opera en otras palabras, en el corazón energético
del país.
El
Sendero histórico ya hubiera llevado a cabo sabotajes masivos. El SL-VRAE es
mucho más pragmático y prefiere negociar con las empresas que operan en su
zona.
Aún así,
la vulnerabilidad energética del país es alta. Y los movimientos de avance del
SL-VRAE en La Convención indican su gran interés en la industria del gas.
Frente a
ello, ¿qué peligro representa lo que queda del Sendero histórico, el que se
mantiene leal a Guzmán?
HOY por
hoy, no veo peligro de acciones violentas. Guzmán y sus seguidores reconocen
explícitamente haber sido derrotados en la guerra interna. Consideran que esa
derrota los obliga –por lo menos en el tiempo previsible– a, en sus palabras,
la ‘solución de los problemas derivados de la guerra’.
Su
objetivo más importante es mejorar las condiciones penitenciarias de Guzmán y
lograr, si se puede, su amnistía. Para eso, no han vacilado en incluir entre
sus peticiones la de amnistiar también a todos los militares o policías
encarcelados por atrocidades de derechos humanos.
Su
acción, por ahora y en el futuro previsible, será política, procesal y gremial.
Nada indica que exista una preparación para la violencia en su caso. Lo del
grupo capturado en Ventanilla/Ancón con el supuesto propósito de volar torres
eléctricas tiene todos los visos de ser una impostura.
El
peligro de violencia del Movadef es, en lo que se puede ver y vislumbrar,
imaginario. La violencia del SL-VRAE, en cambio, es muy real.
Actuar
igual ante ambos movimientos es no solo erróneo sino torpe. Si alguien quiere
hablar, no se le debe contestar a palazos aunque diga tonterías. La vigilancia
y la buena inteligencia no cancelan la discusión y sus potenciales ventajas.
Frente a
SL-VRAE, en cambio, no existe otra opción, por ahora, que la de la fuerza, a
condición de que esta sea inteligente, precisa, basada en el conocimiento
profundo del adversario y en la ley.
El GEIN y
algunos de sus sucesores, demostraron no solo que eso se podía hacer sino
también cómo hacerlo.
Publicado
el Viernes 14 de septiembre, 2012 a las 11:18 | RSS 2.0.
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