sábado, 7 de junio de 2014

El poder mediático en acción


 
 
Ideele Revista Nº 238
Jorge Acevedo Profesor de la PUCP

La derecha mediática, cuyo buque insignia es el diario El Comercio, viene mostrando con mayor nitidez el carácter de su apuesta política de cara a los procesos electorales de este año y del 2016. Los conglomerados y grupos multimedia despliegan todo su poder vigorizados por el colosal nivel de concentración en la prensa —un auténtico récord mundial que supera incluso el predominio de los diarios de propiedad del magnate Rupert Murdoch en su natal Australia— para definir las agendas electorales y caracterizar a los principales actores.

El plan para Lima Metropolitana está más claro que nunca. Cualquiera menos Susana Villarán u otro candidato o candidata que provenga de las canteras de la izquierda. Son bienvenidos, cómo no, el cuestionado exalcalde Luis Castañeda, el exministro aprista Enrique Cornejo o el alcalde del distrito de San Miguel, Salvador Heresi. Al fin y al cabo, es casi imposible encontrar alguna diferencia política entre cualquiera de los tres.

Con este propósito, la campaña de demolición contra Susana Villarán no ha tenido pausa. La alcaldesa ha sido caracterizada como la principal responsable de los accidentes de tránsito y las muertes en Lima, a pesar de que su gestión ha emprendido una reforma en el transporte público de la ciudad, reforma que Castañeda ni siquiera intentó. Villarán afrontó, hace algunas semanas, una andanada de ataques por la supuesta ilegalidad de un préstamo concedido por la Caja Metropolitana de Lima. El despliegue mediático tuvo como correlato el pedido de vacancia de la alcaldesa. Asimismo, la ambigüedad —mejor dicho, la esquizofrenia— en el tratamiento del caso La Parada, caracterizado por la demanda de orden y eficacia a la alcaldesa versus la victimización de los comerciantes que ilegalmente continuaban en las instalaciones municipales, ha sido de antología, por decir lo menos.

Entre tanto, Luis Castañeda recibe el respaldo mayoritario de la ciudadanía, según las encuestas de opinión pública que contratan los mismos grupos mediáticos que ven con buenos ojos su regreso. No interesa la escandalosa operación realizada por la empresa Comunicore durante su gestión, en perjuicio de las arcas municipales. Tampoco es importante su inacción (más bien, complicidad) respecto a la problemática de La Parada o al caótico transporte público de la capital.

“Los grupos económicos y mediáticos más poderosos del país prefieren cerrarle el paso a cualquier candidato o candidata que pueda generar algún riesgo, por mínimo que sea, para la continuidad del sacrosanto modelo neoliberal”

Bienvenido, también, Enrique Cornejo, el exministro de Transportes y Comunicaciones del segundo gobierno aprista, que, en el marco del Plan Maestro de Televisión Digital Terrestre, dispuso que los principales grupos de televisión de señal abierta (Plural TV, ATV, Frecuencia Latina, Panamericana) reciban —sin mediar concurso alguno— autorizaciones para operar canales digitales manteniendo, simultáneamente, sus señales analógicas. Salvador Heresi, ex PPC, tampoco sería una mala opción. 

En relación con las elecciones generales del 2016, las alternativas son, qué duda cabe, Keiko Fujimori, Alan García y Pedro Pablo Kuczynski. Los tres son tratados con guante blanco y tienen vía libre. Las entrevistas a estos tres personajes son casi un saludo a la bandera, símiles del formato que utiliza el delincuente exdictador Alberto Fujimori para dirigirse, cada cierto tiempo, a la audiencia de la emisora más sintonizada del Perú.

Si bien los grupos económicos y mediáticos más poderosos del país no han tenido grandes dificultades para lograr que los presidentes electos con planes de gobierno a los que podríamos caracterizar como de centro o centro- izquierda (Alejandro Toledo y Ollanta Humala) cambien sustantivamente sus prioridades a la hora de gobernar, prefieren cerrarle el paso a cualquier candidato o candidata que pueda generar algún riesgo, por mínimo que sea, para la continuidad del sacrosanto modelo neoliberal que enfatiza el crecimiento económico basado en la explotación de materias primas.
 
Por tanto, será satanizado u ocultado (condenado a la “muerte civil”) todo lo que suene a redistribución económica en serio, a consulta previa, a una regulación ambiental autónoma de los grupos que, fuera y dentro del Estado, promueven la inversión minera a toda costa, y a una regulación de medios que impulse el pluralismo político y la diversidad cultural en el espacio público mediatizado, la principal arena política de nuestro tiempo.

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