Ideele
Revista Nº 238
Hildegard Willer Periodista
Las
imágenes de cráteres lunares en medio de la selva amazónica, como consecuencia
de la minería ilegal, están inundando tanto medios nacionales como extranjeros.
Pero a pesar de una creciente indignación generalizada en las urbes, poco se ha
avanzado en terminar con este mal en las regiones alejadas del Perú. Las
siguientes reflexiones son fruto de años de haber visitado lugares de minería
informal, desde Suyo en la frontera ecuatoriana hasta La Rinconada en Puno.
1. La
minería informal ha dejado de ser un fenómeno marginal
Entre el 15% y el 22% del oro
exportado por el Perú proviene de la minería informal o ilegal. El volumen
financiero procedente de la minería ilegal sobrepasa hoy el del narcotráfico.
Minas de oro informales o ilegales se encuentran hoy en todo el Perú —hasta en
la misma Lima Metropolitana, en el distrito de Carabayllo funcionan plantas de
procesamiento de oro informal—. Los focos principales de la minería ilegal
están en el altiplano de Puno, en la ciudad más alta del mundo, La Rinconada y
la pampa de Ananea, así como en la selva de Madre de Dios. Otros focos son la
sierra costera de Arequipa y Ayacucho, y, en el, norte las sierras de La
Libertad y Piura. Se estima que entre 100 000 y 200 000 personas trabajan
directamente en la minería artesanal y pequeña. Un estudio reciente del
Instituto Carnegie calcula que la superficie de selva devastada por la minería
ilegal asciende a 50 000 hectáreas.
2. ¿Informal
es ilegal?
La distinción entre ilegal e
informal es difícil. En el Perú la informalidad campea por todas partes, no
solo en la minería. Pero, digamos, ¿un comerciante informal de comida que no
declara sus ventas es también un ilegal? Hay unos que dicen que sí, porque el
no declarar impuestos es un robo a la comunidad. Otros insisten en una
diferenciación entre informal e ilegal. Un informal no está contemplado dentro
de la ley, pero tampoco comete un delito. En el Perú, innombrables comerciantes
y pequeños productores son informales —igual que la mayoría de mineros de oro
pequeños y artesanales—. Ellos salen a buscar oro sin pedir permisos, pagar
impuestos o considerar leyes ambientales. Debido a este sustrato informal en la
sociedad, un minero informal de oro no suele tener ninguna conciencia de hacer
algo malo o indebido.
Según la ley, un minero solo
es ilegal —es decir, atenta contra la ley— cuando invade las únicas áreas que
están exentas de minería: parques nacionales, patrimonio arqueológico, zonas
urbanas. Desde 2012 también está prohibida la minería en ríos. A falta de un
ordenamiento territorial para la gran y mediana minería que distingue zonas
donde se puede ejercer minería y donde no, tampoco está ordenada la minería
pequeña y artesanal.
Esta distinción entre minería
informal y minoría ilegal está por cambiarse: todos los mineros pequeños y
artesanales que hasta abril del 2014 cumplan con los requisitos legales
(concesión minera, pago de impuestos, instrumento ambiental, permiso para el
uso del agua, permiso del dueño de la superficie), van a ser legales. El resto
será ilegal, y con esto no solamente quedará fuera sino que estará en contra de
la ley.
3. No cada
minero informal es un pequeño productor de oro
Los productores mineros están
categorizados según el tamaño de sus concesiones y su capacidad productiva, que
depende del uso de maquinaria y de la cantidad de empleados. No todos, pero
muchos mineros artesanales y pequeños son informales. La minería mediana y
grande, a cambio, siempre es formalizada —es difícil esconder un tajo abierto
enorme del Estado peruano—. Pero ¿qué hacer con un tajo abierto que según su
tamaño pertenece a la categoría de mediana minería, pero todavía goza de los
privilegios de registrarse como minería a pequeña escala? Éste es el caso de
varios mineros en Madre de Dios o Puno.
La minería artesanal y pequeña
tiene un reglamento distinto del de la grande y la mediana. Tanto las
concesiones como el monitoreo de la minería a pequeña escala están bajo la
competencia de los gobiernos regionales, mientras que la mediana y gran minería
están siendo reguladas desde Lima. Los gobiernos regionales tienen poco
personal capacitado y, pocos recursos financieros para cumplir esta tarea.
Con el boom del oro, que dura
ya más de una década, varios que empezaron como mineros artesanales hoy en día
son dueños de verdaderos reinados mineros. Como hacendados a la antigua, siguen
residiendo por encima de sus tajos abiertos, que hace pocos años aún fueron
lechos de río; siguen firmando bajo el régimen de la pequeña minería, aunque
por su volumen de tierras removidas pertenecen a la categoría de minería
mediana o hasta grande. En esta zona gris entre informalidad e ilegalidad, y
muy lejos de la capital, algunos pequeños mineros de antaño han construido
imperios mineros que no le envidian nada en cuanto a ganancias a la mediana
minería. Se han vuelto hasta atractivos para inversores extranjeros de muchos
países que financian maquinarias para extraer oro.
4. La
minería aluvial es mucho más dañina que la de socavón
En el Perú se distingue la
minería según su volumen, pero no por la modalidad con la que se extrae el
mineral, aunque es ésta la que define el grado de impacto ambiental.
La minería tradicional es la de socavón, donde los mineros entran en el cerro, usan explosivos para desprender las rocas, que a su vez son sacadas, molidas y después amalgamadas con mercurio para ligar el oro. Es el tipo de minería que se viene haciendo desde la Colonia. Hoy en día se sigue practicando en minas antiguas de Arequipa y Ayacucho, pero también en La Rinconada de Puno o en la sierra de Piura.
La minería tradicional es la de socavón, donde los mineros entran en el cerro, usan explosivos para desprender las rocas, que a su vez son sacadas, molidas y después amalgamadas con mercurio para ligar el oro. Es el tipo de minería que se viene haciendo desde la Colonia. Hoy en día se sigue practicando en minas antiguas de Arequipa y Ayacucho, pero también en La Rinconada de Puno o en la sierra de Piura.
El daño ambiental resulta del
uso indebido del mercurio cuando se amalgama al oro. Además, los depósitos de
relave dañan el ambiente y el paisaje durante años. Muchas veces las minas de
socavón se ubican en zonas áridas o desérticas, con la ventaja de que el
mercurio u otros metales pesados librados no pueden llegar a un circuito
acuático. Por el otro lado, la minería compite con otros sectores por las
reservas escuetas de agua.
La otra modalidad de producir
oro es a través de la minería aluvial: las arenas que bajan los ríos de los
Andes traen partículas mínimas de oro. El material se obtiene excavando los
lechos de los ríos y los terrenos adyacentes; después es llevado por encima de
un tapiz donde las piedritas se quedan atascadas. Después sigue el mismo
procedimiento de amalgamación con mercurio. La minería aluvial se da a lo largo
de cursos de agua; el mercurio usado en el proceso de amalgamación entra
rápidamente en el agua y, a través de los peces, ingresa en el circuito
alimenticio de la población. Cuando los ríos o riachuelos atraviesan un bosque
o una selva, como es el caso en Madre de Dios, entonces hay que talar los
árboles para llegar a la arenca codiciada. El resultado de la minería aluvial
siempre son paisajes desforestados, cráteres lunáticos de relaves y ríos
contaminados. La minería aluvial se practica en zonas de la selva —Madre de
Dios es la más conocida, pero también en la pampa de Ananea en Puno, a 4500
metros de altura (no hay que confundir la minería aluvial de Ananea con la
minería de socavón en la cercana La Rinconada)—. En el caso de Ananea, los ríos
contaminados con mercurio y metales pesados dañan primero a los pastos río
abajo antes de que desembarquen en el lago Titicaca.
En algunos lugares se practica
minería a pequeña escala usando cianuro en vez de mercurio. Es el mismo método
que se utiliza en la minería industrial a través de la lixiviación de cianuro.
El uso de éste es muy peligroso para el minero y normalmente necesita una
planta industrial. Al contrario del mercurio, el cianuro se degrada después de
unos días, mientras que el mercurio sigue flotando en el aire, agua o suelo
durante años. La minería aluvial es mucho más dañina para el medio ambiente que
la minería de socavón. Sin embargo, una minería de oro totalmente limpia no
existe (tampoco en las minas de socavón).
5. Los
primeros afectados por la minería ilegal son los mismos beneficiarios
“Sé que el uso del mercurio no
es bueno para mi salud, pero ¿qué voy a hacer? De esto vivo.” ¡Cuántas veces he
escuchado esta frase de la boca de mineros ilegales que saben muy bien que su
trabajo ilegal produce daños irreparables a su propia salud! Pero más pesa la
ganancia por la producción de oro, que supera —y en mucho— las entradas de un
campesino y de un pequeño comerciante, pero también las de un policía o un
maestro. Los daños en la salud —por ejemplo, por la inhalación del vapor de
mercurio en el refogueo— se muestran años más tarde, mientras que el dinero
obtenido se puede gastar hoy. La mayoría prefiere las ganancias económicas de
hoy a la salud futura. Por esto, el Estado debe asumir el compromiso —y no la
decisión individual— de velar por la salud futura de sus ciudadanos.
6. Quien se
mete en la minería, lo hace de manera voluntaria
En los centros de minería
informal se encuentran burdeles ilegales con menores de edad que son forzadas a
prostituirse u otras personas víctimas de trata. Tampoco cesan los rumores de
que personas solas sin red familiar son sacrificadas para que el cerro “suelte
su oro”.
Este tráfico ilegal de
personas debe ser combatido de la manera más severa. Sin embargo, no debe
desviar nuestra atención del hecho de que la gran mayoría de personas que
trabajan como mineros o comerciantes en los centros de minería ilegal lo hacen
de manera voluntaria. En todo Puno, Juliaca y Cusco circulan los cuentos de
grandes riquezas entre los estudiantes universitarios, pero también padres de
familia que apenas viven de lo que les dan sus tierras o las mujeres que como
comerciantes pueden ganar el triple de lo que ganan en el mercado Túpac Amaru
en Juliaca. En La Rinconada, por encima de 5200 metros de altura viven
aproximadamente 40 000 personas en condiciones climáticas y sanitarias
indecibles. Para todos ellos, “ir a la mina” es una opción sacrificada, a veces
hasta brutal, pero siempre lucrativa y, por esto, voluntaria. En el caso de La
Rinconada, los mineros insisten en continuar trabajando por “cachorreo”, un
sistema de pago arcaico: tres semanas de trabajo gratuito para el dueño del
socavón, después de los cuales pueden ir uno a dos días por cuenta propia y
quedarse con el oro que encuentran. Hasta hoy los mineros prefieren este
sistema del “cachorreo“ a uno que les da un pago regular y seguridad social.
7. Empresas
reconocidas se aprovechan: Laytaruma, Triveño Mercury, Volvo, Bosch y muchos
más
En cada centro de minería
artesanal o pequeño —informal o ilegal— uno encuentra viejos conocidos: la
planta de procesamiento “Laytaruma”, con filiales en todos los centros mineros
para comprar los relaves (en su planta de Yauca sacan la última chispa de oro);
el comercio de mercurio “Triveño” —vendedor legal de mercurio, que hoy tiene
una fuerte competencia en el mercurio chino traído por vías de contrabando—. En
todos los focos de minería aluvial se encuentran Caterpillar y excavadoras de
la marca sueca “Volvo”, traídos al Perú legalmente por la empresa Ferreyros,
cuyos ejecutivos hasta posan en fotos con la baronesa legendaria del oro de
Puerto Maldonado, la Goya Casas. En las minas de socavón uno encuentra grandes
carteles de publicidad para taladros de la marca alemana “Bosch” para sacar el
material del cerro; si la actividad es informal o formal, ilegal o ilegal, esto
no importa a los que suministran la maquinaria y otros insumos.
Un camino para frenar la
minería ilegal es a través del control de los insumos. La SUNAT empezará en
2014 la implementación de un sistema de control para mercurio y gasolina.
También la maquinaria pesada va a ser registrada.
8. Separar a
los “buenos” mineros de los “malos”. ¿El origen de una nueva espiral de
violencia?
El Gobierno apuesta a la
estrategia de formalización, es decir, por diferenciar entre los hasta ahora
“informales” en ilegales y legales. El minero que quiere legalizarse ha tenido
que firmar una declaración de compromiso y tendrá tiempo hasta abril del 2014
para cumplir con los reglamentos tributarios, ambientales y concesionarios para
recibir el estatus de productor formal y legal.
Ser minero no formalizado se
convertirá en abril del 2014 en algo tan ilegal como cultivar coca. El
problema: hasta hoy, nunca se ha podido detener un negocio ilegal reduciendo la
oferta. Mientras que la demanda por oro continúe y el precio permanezca alto;
mientras haya compradores para oro producido ilegalmente, es muy probable que
se siga extrayendo. Con la diferencia que la minería ilegal de oro podría
desencadenar una espiral de violencia parecida a la del narcotráfico. Los
inicios ya están dados: según la Unidad de Inteligencia Financiera de la SBS,
ya se están entrelazando los circuitos del financiamiento del narcotráfico y de
la minería ilegal. En Colombia, son los mismos grupos armados los que han
dejado de financiarse a través del narcotráfico para dedicarse a la actividad
de la minería de oro, mucho más rentable.
La segunda estrategia al lado
de la formalización es la fiscalización y el control de los insumos. La SUNAT
implementará a partir del 2014 un sistema de control de mercurio y de gasolina,
así como un registro de la maquinaria.
9. El oro
producido ilegalmente es igual al oro legalmente producido
El oro —y ésta es una
diferencia con la cocaína— es un producto totalmente legal. Es legal comprar
oro, venderlo, transportarlo. Exportar oro no demanda otros requisitos que los
que se requieren para exportar café. Tampoco hay signos exteriores que
distingan el oro ilegal del oro legal. Teniendo una barra de oro o una cadena
en la mano, uno no puede saber cuántos árboles han sido talados o cuánto
mercurio ha llegado al lago Titicaca, ni cuántos mineros sin protección laboral
han dado su vida para producirlas.
La única garantía para saber
en qué condiciones sociales y ecológicas el oro ha sido producido es conocer la
mina de donde proviene. Actualmente dos empresas mineras en el sur medio de
Arequipa producen oro para el sello del Comercio Justo. Las dos empresas son
cooperativas con una larga historia de organización y trabajan en minas de
socavón en regiones casi desérticas. Su producción constituye una parte mínima
del volumen total de oro producido tanto por la minería informal-ilegal como
por la industrial. Una gran parte del oro peruano se sigue exportando a Suiza,
donde tienen su sede las grandes refinerías de este metal. Pero también países
como la India y Dubai reciben oro peruano.
10. La
minería informal es más efectiva en la lucha contra la pobreza que la gran
minería industrial
Comparando las cifras de
pobreza de los departamentos de Puno y Cajamarca, la sorpresa es grande: el
departamento de Puno ha bajado su tasa de pobreza en los últimos 10 años en un
20% más que Cajamarca. Puno es, a la vez, un centro de minería informal de oro,
mientras que en Cajamarca funciona la mina industrial de oro más grande de
América del Sur. El departamento de Madre de Dios lidera las estadísticas de
tala de árboles —pero también el ranking de los departamentos con menos
pobreza—. Aunque esta verdad no le gustará nada a los ambientalistas, todo
indica que la minería informal es más efectiva en repartir la renta minera
entre la población que la gran minería. El poblador de Puno o de Madre de Dios
que quiere dedicarse a la minería, simplemente lo hace y sube al cerro
respectivo o baja a la selva. En Cajamarca, donde se ha formado un enclave
minero para los elegidos, es muy difícil conseguir uno de los trabajos
codiciados en la mina.
El éxito de la minería
informal en la redistribución de las ganancias es también un indicador de
fracaso para el Estado peruano y la gran minería, que no logran redistribuir
sus ganancias entre las poblaciones del lugar de la explotación.
11. El medio
ambiente no cuenta
“Yo apoyo a la minería
informal“, dice Wilber, un joven de la provincia de Ayabaca, en Piura. Él
trabaja por 50 soles diarios con don Felipe, un minero informal de Suyo,
bajando a un socavón de 2 metros de ancho y usando explosivos sin protección.
Después, fuera del socavón, sube los baldes con el material a fuerza de mano
con una polea. Luego se muele el material y se amalgama con mercurio. El pozo
de relave lleno de un líquido turbio mezclado con metales pesados y mercurio se
ubica al costado de la quebrada sembrada con árboles de papaya. Wilber viene de
Majaz, donde la población se resiste a un proyecto de minería industrial. Sin
pensarlo dos veces, afirma que está en contra del proyecto minero, porque les quita
tierra y porque contamina el agua y el medio ambiente.
En todo el Perú uno se
encuentra con estas contradicciones: pocas personas protestan contra la minería
ilegal, no importa cuántas fotos de cráteres lunares en medio de la selva se
exhiban en los periódicos de Lima. Pero cuando una gran empresa minera
planifica un proyecto, casi siempre surge un movimiento local de protesta y
defensa del medio ambiente. No hay duda de que la gente tiene muchas razones
para organizar y mostrar sus resistencias y reclamar su participación —solo que
la preocupación por el medio ambiente debe ser lo de menos—. No existe una
conciencia por la calidad de vida, que significa aire puro, agua limpia y un
paisaje intocado. En la misma Lima no hay movimientos de protesta por la
contaminación del aire, que es una de las más fuertes en toda América Latina.
¿Por qué se supone que los campesinos con necesidades básicas no satisfechas
deben tener una mayor conciencia ambiental que la clase media limeña?
La realidad es mucho más compleja.
En Puno, Cusco o Madre de Dios casi no hay familia que no tenga un familiar
trabajando en la mina. En las mismas familias se sienten los beneficios
económicos de la minería y los daños ambientales: el hijo se va a la mina y
trae el dinero a casa; los padres quedan en la chacra y sufren por el agua
contaminada. Cuando entran en disputa el beneficio económico y el daño
ambiental, casi siempre gana el primero económico, tanto en el ámbito
individual como en el político. Sobre todo en las regiones alejadas, no existe
la noción de que el medio ambiente merece un cuidado especial. El recientemente
inaugurado y muy lucrativo centro comercial en Juliaca es considerado como un
beneficio más grande que una pampa intocada a 4500 metros de altura.
La experiencia con la minería
informal sugiere que los conflictos mineros entre comunidades y empresas de la
gran minería tienen mucho menos raíces en problemas ambientales —a pesar del
discurso preeminentemente ambiental— y que se trata más bien de pugnas por la
participación política y la redistribución de las ganancias. Es también la
experiencia en otros continentes: las necesidades básicas materiales tienen que
ser cubiertas antes de las demandas por un medio ambiente limpio.
12. ¿Y si lo
dejamos adentro?
El oro no tiene ningún valor
productivo. Una mínima parte de la producción de este metal va a labores
dentales o a la industria electrónica. La gran mayoría se usa como supuesto
depósito seguro en tiempos de crisis. Con un gran costo ambiental se saca el
oro solo para depositarlo en un banco de Zúrich, Frankfurt o Londres. ¿Por qué
no dejar el oro en sus cerros, su “hábitat natural” y, en vez de explotarlo,
vender una parcela de un cerro con su oro adentro? Así podría empezar un
escenario postextractivista de una sociedad que decide despertar de las
pesadillas que le ha dejado la fiebre del oro.
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