sábado, 7 de junio de 2014

12 hipótesis sobre la minería ilegal (¿o es informal?)


 
Ideele Revista Nº 238
Hildegard Willer Periodista

Las imágenes de cráteres lunares en medio de la selva amazónica, como consecuencia de la minería ilegal, están inundando tanto medios nacionales como extranjeros. Pero a pesar de una creciente indignación generalizada en las urbes, poco se ha avanzado en terminar con este mal en las regiones alejadas del Perú. Las siguientes reflexiones son fruto de años de haber visitado lugares de minería informal, desde Suyo en la frontera ecuatoriana hasta La Rinconada en Puno.

1. La minería informal ha dejado de ser un fenómeno marginal

Entre el 15% y el 22% del oro exportado por el Perú proviene de la minería informal o ilegal. El volumen financiero procedente de la minería ilegal sobrepasa hoy el del narcotráfico. Minas de oro informales o ilegales se encuentran hoy en todo el Perú —hasta en la misma Lima Metropolitana, en el distrito de Carabayllo funcionan plantas de procesamiento de oro informal—. Los focos principales de la minería ilegal están en el altiplano de Puno, en la ciudad más alta del mundo, La Rinconada y la pampa de Ananea, así como en la selva de Madre de Dios. Otros focos son la sierra costera de Arequipa y Ayacucho, y, en el, norte las sierras de La Libertad y Piura. Se estima que entre 100 000 y 200 000 personas trabajan directamente en la minería artesanal y pequeña. Un estudio reciente del Instituto Carnegie calcula que la superficie de selva devastada por la minería ilegal asciende a 50 000 hectáreas.

2. ¿Informal es ilegal?

La distinción entre ilegal e informal es difícil. En el Perú la informalidad campea por todas partes, no solo en la minería. Pero, digamos, ¿un comerciante informal de comida que no declara sus ventas es también un ilegal? Hay unos que dicen que sí, porque el no declarar impuestos es un robo a la comunidad. Otros insisten en una diferenciación entre informal e ilegal. Un informal no está contemplado dentro de la ley, pero tampoco comete un delito. En el Perú, innombrables comerciantes y pequeños productores son informales —igual que la mayoría de mineros de oro pequeños y artesanales—. Ellos salen a buscar oro sin pedir permisos, pagar impuestos o considerar leyes ambientales. Debido a este sustrato informal en la sociedad, un minero informal de oro no suele tener ninguna conciencia de hacer algo malo o indebido.

Según la ley, un minero solo es ilegal —es decir, atenta contra la ley— cuando invade las únicas áreas que están exentas de minería: parques nacionales, patrimonio arqueológico, zonas urbanas. Desde 2012 también está prohibida la minería en ríos. A falta de un ordenamiento territorial para la gran y mediana minería que distingue zonas donde se puede ejercer minería y donde no, tampoco está ordenada la minería pequeña y artesanal.

Esta distinción entre minería informal y minoría ilegal está por cambiarse: todos los mineros pequeños y artesanales que hasta abril del 2014 cumplan con los requisitos legales (concesión minera, pago de impuestos, instrumento ambiental, permiso para el uso del agua, permiso del dueño de la superficie), van a ser legales. El resto será ilegal, y con esto no solamente quedará fuera sino que estará en contra de la ley.

3. No cada minero informal es un pequeño productor de oro

Los productores mineros están categorizados según el tamaño de sus concesiones y su capacidad productiva, que depende del uso de maquinaria y de la cantidad de empleados. No todos, pero muchos mineros artesanales y pequeños son informales. La minería mediana y grande, a cambio, siempre es formalizada —es difícil esconder un tajo abierto enorme del Estado peruano—. Pero ¿qué hacer con un tajo abierto que según su tamaño pertenece a la categoría de mediana minería, pero todavía goza de los privilegios de registrarse como minería a pequeña escala? Éste es el caso de varios mineros en Madre de Dios o Puno.

La minería artesanal y pequeña tiene un reglamento distinto del de la grande y la mediana. Tanto las concesiones como el monitoreo de la minería a pequeña escala están bajo la competencia de los gobiernos regionales, mientras que la mediana y gran minería están siendo reguladas desde Lima. Los gobiernos regionales tienen poco personal capacitado y, pocos recursos financieros para cumplir esta tarea.

Con el boom del oro, que dura ya más de una década, varios que empezaron como mineros artesanales hoy en día son dueños de verdaderos reinados mineros. Como hacendados a la antigua, siguen residiendo por encima de sus tajos abiertos, que hace pocos años aún fueron lechos de río; siguen firmando bajo el régimen de la pequeña minería, aunque por su volumen de tierras removidas pertenecen a la categoría de minería mediana o hasta grande. En esta zona gris entre informalidad e ilegalidad, y muy lejos de la capital, algunos pequeños mineros de antaño han construido imperios mineros que no le envidian nada en cuanto a ganancias a la mediana minería. Se han vuelto hasta atractivos para inversores extranjeros de muchos países que financian maquinarias para extraer oro.

4. La minería aluvial es mucho más dañina que la de socavón

En el Perú se distingue la minería según su volumen, pero no por la modalidad con la que se extrae el mineral, aunque es ésta la que define el grado de impacto ambiental.
La minería tradicional es la de socavón, donde los mineros entran en el cerro, usan explosivos para desprender las rocas, que a su vez son sacadas, molidas y después amalgamadas con mercurio para ligar el oro. Es el tipo de minería que se viene haciendo desde la Colonia. Hoy en día se sigue practicando en minas antiguas de Arequipa y Ayacucho, pero también en La Rinconada de Puno o en la sierra de Piura.

El daño ambiental resulta del uso indebido del mercurio cuando se amalgama al oro. Además, los depósitos de relave dañan el ambiente y el paisaje durante años. Muchas veces las minas de socavón se ubican en zonas áridas o desérticas, con la ventaja de que el mercurio u otros metales pesados librados no pueden llegar a un circuito acuático. Por el otro lado, la minería compite con otros sectores por las reservas escuetas de agua.

La otra modalidad de producir oro es a través de la minería aluvial: las arenas que bajan los ríos de los Andes traen partículas mínimas de oro. El material se obtiene excavando los lechos de los ríos y los terrenos adyacentes; después es llevado por encima de un tapiz donde las piedritas se quedan atascadas. Después sigue el mismo procedimiento de amalgamación con mercurio. La minería aluvial se da a lo largo de cursos de agua; el mercurio usado en el proceso de amalgamación entra rápidamente en el agua y, a través de los peces, ingresa en el circuito alimenticio de la población. Cuando los ríos o riachuelos atraviesan un bosque o una selva, como es el caso en Madre de Dios, entonces hay que talar los árboles para llegar a la arenca codiciada. El resultado de la minería aluvial siempre son paisajes desforestados, cráteres lunáticos de relaves y ríos contaminados. La minería aluvial se practica en zonas de la selva —Madre de Dios es la más conocida, pero también en la pampa de Ananea en Puno, a 4500 metros de altura (no hay que confundir la minería aluvial de Ananea con la minería de socavón en la cercana La Rinconada)—. En el caso de Ananea, los ríos contaminados con mercurio y metales pesados dañan primero a los pastos río abajo antes de que desembarquen en el lago Titicaca.

En algunos lugares se practica minería a pequeña escala usando cianuro en vez de mercurio. Es el mismo método que se utiliza en la minería industrial a través de la lixiviación de cianuro. El uso de éste es muy peligroso para el minero y normalmente necesita una planta industrial. Al contrario del mercurio, el cianuro se degrada después de unos días, mientras que el mercurio sigue flotando en el aire, agua o suelo durante años. La minería aluvial es mucho más dañina para el medio ambiente que la minería de socavón. Sin embargo, una minería de oro totalmente limpia no existe (tampoco en las minas de socavón).

5. Los primeros afectados por la minería ilegal son los mismos beneficiarios

“Sé que el uso del mercurio no es bueno para mi salud, pero ¿qué voy a hacer? De esto vivo.” ¡Cuántas veces he escuchado esta frase de la boca de mineros ilegales que saben muy bien que su trabajo ilegal produce daños irreparables a su propia salud! Pero más pesa la ganancia por la producción de oro, que supera —y en mucho— las entradas de un campesino y de un pequeño comerciante, pero también las de un policía o un maestro. Los daños en la salud —por ejemplo, por la inhalación del vapor de mercurio en el refogueo— se muestran años más tarde, mientras que el dinero obtenido se puede gastar hoy. La mayoría prefiere las ganancias económicas de hoy a la salud futura. Por esto, el Estado debe asumir el compromiso —y no la decisión individual— de velar por la salud futura de sus ciudadanos.

6. Quien se mete en la minería, lo hace de manera voluntaria

En los centros de minería informal se encuentran burdeles ilegales con menores de edad que son forzadas a prostituirse u otras personas víctimas de trata. Tampoco cesan los rumores de que personas solas sin red familiar son sacrificadas para que el cerro “suelte su oro”.

Este tráfico ilegal de personas debe ser combatido de la manera más severa. Sin embargo, no debe desviar nuestra atención del hecho de que la gran mayoría de personas que trabajan como mineros o comerciantes en los centros de minería ilegal lo hacen de manera voluntaria. En todo Puno, Juliaca y Cusco circulan los cuentos de grandes riquezas entre los estudiantes universitarios, pero también padres de familia que apenas viven de lo que les dan sus tierras o las mujeres que como comerciantes pueden ganar el triple de lo que ganan en el mercado Túpac Amaru en Juliaca. En La Rinconada, por encima de 5200 metros de altura viven aproximadamente 40 000 personas en condiciones climáticas y sanitarias indecibles. Para todos ellos, “ir a la mina” es una opción sacrificada, a veces hasta brutal, pero siempre lucrativa y, por esto, voluntaria. En el caso de La Rinconada, los mineros insisten en continuar trabajando por “cachorreo”, un sistema de pago arcaico: tres semanas de trabajo gratuito para el dueño del socavón, después de los cuales pueden ir uno a dos días por cuenta propia y quedarse con el oro que encuentran. Hasta hoy los mineros prefieren este sistema del “cachorreo“ a uno que les da un pago regular y seguridad social.

7. Empresas reconocidas se aprovechan: Laytaruma, Triveño Mercury, Volvo, Bosch y muchos más

En cada centro de minería artesanal o pequeño —informal o ilegal— uno encuentra viejos conocidos: la planta de procesamiento “Laytaruma”, con filiales en todos los centros mineros para comprar los relaves (en su planta de Yauca sacan la última chispa de oro); el comercio de mercurio “Triveño” —vendedor legal de mercurio, que hoy tiene una fuerte competencia en el mercurio chino traído por vías de contrabando—. En todos los focos de minería aluvial se encuentran Caterpillar y excavadoras de la marca sueca “Volvo”, traídos al Perú legalmente por la empresa Ferreyros, cuyos ejecutivos hasta posan en fotos con la baronesa legendaria del oro de Puerto Maldonado, la Goya Casas. En las minas de socavón uno encuentra grandes carteles de publicidad para taladros de la marca alemana “Bosch” para sacar el material del cerro; si la actividad es informal o formal, ilegal o ilegal, esto no importa a los que suministran la maquinaria y otros insumos.

Un camino para frenar la minería ilegal es a través del control de los insumos. La SUNAT empezará en 2014 la implementación de un sistema de control para mercurio y gasolina. También la maquinaria pesada va a ser registrada.

8. Separar a los “buenos” mineros de los “malos”. ¿El origen de una nueva espiral de violencia?

El Gobierno apuesta a la estrategia de formalización, es decir, por diferenciar entre los hasta ahora “informales” en ilegales y legales. El minero que quiere legalizarse ha tenido que firmar una declaración de compromiso y tendrá tiempo hasta abril del 2014 para cumplir con los reglamentos tributarios, ambientales y concesionarios para recibir el estatus de productor formal y legal.

Ser minero no formalizado se convertirá en abril del 2014 en algo tan ilegal como cultivar coca. El problema: hasta hoy, nunca se ha podido detener un negocio ilegal reduciendo la oferta. Mientras que la demanda por oro continúe y el precio permanezca alto; mientras haya compradores para oro producido ilegalmente, es muy probable que se siga extrayendo. Con la diferencia que la minería ilegal de oro podría desencadenar una espiral de violencia parecida a la del narcotráfico. Los inicios ya están dados: según la Unidad de Inteligencia Financiera de la SBS, ya se están entrelazando los circuitos del financiamiento del narcotráfico y de la minería ilegal. En Colombia, son los mismos grupos armados los que han dejado de financiarse a través del narcotráfico para dedicarse a la actividad de la minería de oro, mucho más rentable.

La segunda estrategia al lado de la formalización es la fiscalización y el control de los insumos. La SUNAT implementará a partir del 2014 un sistema de control de mercurio y de gasolina, así como un registro de la maquinaria.

9. El oro producido ilegalmente es igual al oro legalmente producido

El oro —y ésta es una diferencia con la cocaína— es un producto totalmente legal. Es legal comprar oro, venderlo, transportarlo. Exportar oro no demanda otros requisitos que los que se requieren para exportar café. Tampoco hay signos exteriores que distingan el oro ilegal del oro legal. Teniendo una barra de oro o una cadena en la mano, uno no puede saber cuántos árboles han sido talados o cuánto mercurio ha llegado al lago Titicaca, ni cuántos mineros sin protección laboral han dado su vida para producirlas.

La única garantía para saber en qué condiciones sociales y ecológicas el oro ha sido producido es conocer la mina de donde proviene. Actualmente dos empresas mineras en el sur medio de Arequipa producen oro para el sello del Comercio Justo. Las dos empresas son cooperativas con una larga historia de organización y trabajan en minas de socavón en regiones casi desérticas. Su producción constituye una parte mínima del volumen total de oro producido tanto por la minería informal-ilegal como por la industrial. Una gran parte del oro peruano se sigue exportando a Suiza, donde tienen su sede las grandes refinerías de este metal. Pero también países como la India y Dubai reciben oro peruano.

10. La minería informal es más efectiva en la lucha contra la pobreza que la gran minería industrial

Comparando las cifras de pobreza de los departamentos de Puno y Cajamarca, la sorpresa es grande: el departamento de Puno ha bajado su tasa de pobreza en los últimos 10 años en un 20% más que Cajamarca. Puno es, a la vez, un centro de minería informal de oro, mientras que en Cajamarca funciona la mina industrial de oro más grande de América del Sur. El departamento de Madre de Dios lidera las estadísticas de tala de árboles —pero también el ranking de los departamentos con menos pobreza—. Aunque esta verdad no le gustará nada a los ambientalistas, todo indica que la minería informal es más efectiva en repartir la renta minera entre la población que la gran minería. El poblador de Puno o de Madre de Dios que quiere dedicarse a la minería, simplemente lo hace y sube al cerro respectivo o baja a la selva. En Cajamarca, donde se ha formado un enclave minero para los elegidos, es muy difícil conseguir uno de los trabajos codiciados en la mina.

El éxito de la minería informal en la redistribución de las ganancias es también un indicador de fracaso para el Estado peruano y la gran minería, que no logran redistribuir sus ganancias entre las poblaciones del lugar de la explotación.

11. El medio ambiente no cuenta

“Yo apoyo a la minería informal“, dice Wilber, un joven de la provincia de Ayabaca, en Piura. Él trabaja por 50 soles diarios con don Felipe, un minero informal de Suyo, bajando a un socavón de 2 metros de ancho y usando explosivos sin protección. Después, fuera del socavón, sube los baldes con el material a fuerza de mano con una polea. Luego se muele el material y se amalgama con mercurio. El pozo de relave lleno de un líquido turbio mezclado con metales pesados y mercurio se ubica al costado de la quebrada sembrada con árboles de papaya. Wilber viene de Majaz, donde la población se resiste a un proyecto de minería industrial. Sin pensarlo dos veces, afirma que está en contra del proyecto minero, porque les quita tierra y porque contamina el agua y el medio ambiente.

En todo el Perú uno se encuentra con estas contradicciones: pocas personas protestan contra la minería ilegal, no importa cuántas fotos de cráteres lunares en medio de la selva se exhiban en los periódicos de Lima. Pero cuando una gran empresa minera planifica un proyecto, casi siempre surge un movimiento local de protesta y defensa del medio ambiente. No hay duda de que la gente tiene muchas razones para organizar y mostrar sus resistencias y reclamar su participación —solo que la preocupación por el medio ambiente debe ser lo de menos—. No existe una conciencia por la calidad de vida, que significa aire puro, agua limpia y un paisaje intocado. En la misma Lima no hay movimientos de protesta por la contaminación del aire, que es una de las más fuertes en toda América Latina. ¿Por qué se supone que los campesinos con necesidades básicas no satisfechas deben tener una mayor conciencia ambiental que la clase media limeña?

La realidad es mucho más compleja. En Puno, Cusco o Madre de Dios casi no hay familia que no tenga un familiar trabajando en la mina. En las mismas familias se sienten los beneficios económicos de la minería y los daños ambientales: el hijo se va a la mina y trae el dinero a casa; los padres quedan en la chacra y sufren por el agua contaminada. Cuando entran en disputa el beneficio económico y el daño ambiental, casi siempre gana el primero económico, tanto en el ámbito individual como en el político. Sobre todo en las regiones alejadas, no existe la noción de que el medio ambiente merece un cuidado especial. El recientemente inaugurado y muy lucrativo centro comercial en Juliaca es considerado como un beneficio más grande que una pampa intocada a 4500 metros de altura.

La experiencia con la minería informal sugiere que los conflictos mineros entre comunidades y empresas de la gran minería tienen mucho menos raíces en problemas ambientales —a pesar del discurso preeminentemente ambiental— y que se trata más bien de pugnas por la participación política y la redistribución de las ganancias. Es también la experiencia en otros continentes: las necesidades básicas materiales tienen que ser cubiertas antes de las demandas por un medio ambiente limpio.

12. ¿Y si lo dejamos adentro?

El oro no tiene ningún valor productivo. Una mínima parte de la producción de este metal va a labores dentales o a la industria electrónica. La gran mayoría se usa como supuesto depósito seguro en tiempos de crisis. Con un gran costo ambiental se saca el oro solo para depositarlo en un banco de Zúrich, Frankfurt o Londres. ¿Por qué no dejar el oro en sus cerros, su “hábitat natural” y, en vez de explotarlo, vender una parcela de un cerro con su oro adentro? Así podría empezar un escenario postextractivista de una sociedad que decide despertar de las pesadillas que le ha dejado la fiebre del oro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario