En el último
número de Educacción publicábamos un artículo sobre la relación entre recursos
económicos y aprendizajes medidos por pruebas estandarizadas, mostrando que
hemos estado apuntando al indicador equivocado en cuanto a nuestras metas
financieras para el sector educación: el porcentaje del PBI resulta irrelevante
frente a los aprendizajes, pero en cambio la inversión por alumno es un factor
fuertemente asociado al rendimiento en estas pruebas. Esto tenía un límite
alrededor de los $ 4 000, donde el efecto de aumento de la inversión dejaba de
sentirse.
Esta afirmación se
ve reforzada con los resultados de la última prueba PISA (2015) que acaban de
publicarse, donde nuevamente se muestra clara la relación entre aprendizajes y
recursos (gráfico 1). Pero además algo extraordinario ha pasado: la barrera de
los $ 4 000 ha desaparecido, o, lo que traducido a la política pública
significa que los países pueden optimizar sus intervenciones en educación de
modo que el incremento creciente de recursos siempre mejore los
aprendizajes de sus niños, niñas y adolescentes, no necesariamente hay un techo
para la inversión. Siempre se podría mejorar y los recursos con los que se
cuenten serían una variable fundamental para lograrlo.
De paso, hay mucha
variación entre países. Así, con una relativamente pequeña inversión (aunque
muy lejana de nuestros $ 1 100 anuales por estudiante) Taiwán obtiene
resultados casi equivalentes a los de Singapur, el país puntero en PISA;
mientras tanto, Luxemburgo, el país que más gasta por alumno apenas logra
alcanzar la mitad de esos niveles de aprendizaje.
Gráfico 1
Lugar en la prueba
de Matemática PISA 2015
x Gasto por
estudiante entre las edades de 6 a 15 años
En resumen,
volviendo a la idea del artículo anterior, necesitamos aumentar la inversión
por alumno en la educación. Si no alcanzamos cierto umbral no habrá verdadero
despegue de los aprendizajes. Pero, simultáneamente, necesitamos aprender
lecciones de países que han resultado exitosos para volver más eficiente
nuestro sistema educativo.
Con el
nombramiento de la ministra Martens, la cuarta mujer en esa cartera, es
probable que acabe el ruido político respecto a Educación. Creemos que es un
buen momento relanzar la reforma, que es indispensable y ha estado algo parada
durante los últimos meses. En esa reforma elementos esenciales la educación
rural, los salarios y la capacitación de los docentes, llegar a acuerdos de
largo plazo con los gobiernos regionales y que ellos manejen las intervenciones
de mejora de aprendizajes, la reforma en la educación técnica, y varias otras
cosas que no sólo deben continuar, sino que deben llevarse a un nivel más alto
en los casi cinco años que quedan para el Bicentenario.
En este paquete de
acciones –paquete porque deben emprenderse en conjunto- tiene gran prioridad
buscar nuevas fuentes de recursos, probablemente privadas, porque por
ahora no hay de donde en el Estado, para la Educación en el Perú, o
entraremos en el equivalente educativo de la trampa del ingreso medio y de ahí
hay un trecho corto al estancamiento y la regresión.
Lima, 19 de
diciembre de 2016
Licenciado en
Psicología de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), con posgrado
en políticas públicas en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(FLACSO). Ha sido asesor de Alta Dirección y Secretario Adjunto de
Planificación Estratégica en el Ministerio de Educación del Perú, Basic
Education Management Specialist en USAID/Perú, Director de Programas en la Fundación
Internacional de la Juventud, Gerente de formación y capacitación en la ONPE,
entre otros cargos.
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