La Universidad de Gante revela que el
32% de los doctorandos está en riesgo; la situación en España puede ser mucho
más dramática
En 2015, 14.694 estudiantes leyeron su tesis doctoral en España. Y es
posible que 4.702 estuviesen entonces en riesgo de padecer algún tipo de
desorden psiquiático, como la depresión. La cifra no es exacta pero,
según un estudio
publicado por la revista Research Policy y
liderado por la Universidad de Gante (Bélgica), la salud
mental del 32% de este colectivo está comprometida -dos veces
más que entre la población con un elevado nivel educativo-.
Los problemas para conciliar vida familiar y laboral, la obtención continua de resultados que demanda la investigación,
la supervisión constante de su trabajo y las expectativas poco halagüeñas de
encontrar después un empleo acorde a su preparación tienen parte de la culpa.
Desarrollar una tesis no es un trabajo cualquiera. Marta Giménez,
psicóloga clínica y directora de investigación e innovación del Centro de Psicología Área Humana,
sintetiza así las razones que lo hacen potencialmente estresante:
"Requiere una combinación de habilidades técnicas,
intelectuales y emocionales para la consecución de resultados
óptimos en contextos de considerable exigencia, procesos de larga duración y
con consecuencias para el futuro profesional y académico". Pero hay más
razones, porque en esta carrera de fondo cada cual escribe su propia lista de
motivos.
Con
trabajo duro no vale
Por ejemplo, la de David Nievas. Realiza su doctorado en el Departamento
de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid. Su
objetivo es analizar las diferentes formas de islamismo en entornos
democráticos como Mali, que se encuentra en el punto de mira del terrorismo internacional.
Antes trabajaba en una oficina, así que reconoce que adaptarse a su nueva
rutina no fue sencillo. "El doctorado es un trabajo que,
en muchas ocasiones, es muy individual y solitario. Me costó pasar
de trabajar para otros de forma dirigida a hacerlo para mí mismo y a dirigir mi
propia investigación, muchas veces sin referencias previas", asegura. No
es el único escollo.
La inseguridad y la desmotivación ya
han visitado a Nievas en alguna ocasión ante la falta de recompensas
inmediatas, porque, "al ser un trabajo generalmente minucioso, profundo y
reflexivo, los productos del trabajo se aprecian a largo plazo con la
publicación de artículos o la participación en clases o conferencias". Por
todo ello, y por la presión -muchas veces autoimpuesta- que
sufren, considera que los doctorandos son "más vulnerables" a este
tipo de trastornos, extremo que el citado artículo no confirma.
La propuesta de Nievas: atención psicológica especializada para ellos en
los centros universitarios. La idea no suena muy descabellada porque la gestión
de las emociones desempeña un papel clave en este oficio, que los especialistas
consideran que sólo puede ejercerse con éxito gracias a grandes dosis de motivación, disciplina y tolerancia a la
frustración y a las críticas. Más aún cuando los objetivos no
siempre se cumplen a la primera.
"Es indispensable el trabajo personal: adoptar una
visión proactiva y positiva hacia la solución de problemas y desafíos",
cuenta Giménez. Otros hábitos, como cuidar la alimentación, realizar
actividades deportivas y de ocio con regularidad y no aislarse de los demás
-sobre todo, de personas ajenas al contexto académico- también puede ser de
ayuda, afirma esta experta.
Una
carrera contra el reloj
Quien está acostumbrado a lidiar con el fracaso, por su
faceta como deportista, es Luis Alberto Marco; una profesión que también le ha
brindado apoyo económico. Ahora realiza el doctorado en Ciencias de la
Actividad Física y del Deporte en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla
para determinar qué factores son responsables del buen rendimiento físico y
deportivo. En su caso, el tiempo es el principal
limitante, sobre todo, cuando le exigen nuevos resultados con cierta
frecuencia.
"Muchas veces, el desarrollo de la tesis se
estanca por distintos motivos intrínsecos -problemas con la
metodología, con los materiales o por pérdida de la muestra- y otras muchas
otras, por factores extrínsecos -trabajo, familia o dinero-". Así que
Marco espera optar en el futuro a una plaza de profesor asociado, ayudante doctor
"o similar" para dejar de investigar "a contrarreloj".
Para algunos estudiantes, no todos, la tesis doctoral es el primer
contacto directo con el mundo laboral. Por si fuera poco, en algunas
carreras se hace especial hincapié en los contenidos teóricos pero no se
abordan con suficiente profundidad ni la vertiente experimental ni la dinámica
de trabajo de un grupo de investigación. Incluso para quienes ya estén
familiarizados con este entorno, "la implementación de procesos de acompañamiento para la incorporación a las
nuevas actividades, como el mentoring o el
entrenamiento en habilidades de gestión emocional y prevención de estrés,
pueden ser estrategias muy útiles para minimizar el impacto negativo en la
salud mental", sostiene la psicóloga Giménez.
Un
futuro poco halagüeño
Sentirse arropado es fundamental. Sobre todo, cuando la realidad no
muestra su mejor cara. "Desmoraliza simplemente saber que, por mucho que
te esfuerces o por bueno que seas en tu especialidad, tu trabajo se valorará poco en la sociedad y acabarás teniendo que
marcharte de tu ciudad y alejarte de los tuyos para que la
tesis no haya sido en vano", lamenta Paula Ruiz.
Esta biotecnóloga desarrolla su tesis en la Universidad de Valencia; en
concreto, en la fundación FISABIO.
Allí, estudia el genoma de dos de las bacterias más peligrosas,
según la OMS, por su resistencia a los antibióticos, de cara a desarrollar
tratamientos más eficaces.
También ella, como Marco, mira con temor al calendario, aunque por un
motivo bien distinto: "Como necesitaba estar admitida en un programa de
doctorado para poder solicitar varias becas pero, a la vez, tenía un plazo para
realizar la tesis, he perdido un tiempo muy valioso hasta que se resolvió mi situación".
En consecuencia, ahora debe obtener resultados válidos lo más pronto posible
porque la burocracia ha reducido su margen de error, "con
el estrés que eso conlleva".
El
dinero, un bache en el camino
El estudio de la Universidad de Gante no aborda los problemas
económicos. Sin embargo, éstos suelen convertirse en el principal bache en el
camino. "El primer reto es obtener de un contrato de trabajo mediante
convocatorias públicas altamente exigentes, o bien la cada vez más exigua
contratación por parte de los grupos", aseguran Violeta Durán y Pablo
Giménez, miembro y presidente, respectivamente, de la Federación de Jóvenes
Investigadores/Precarios. Esta segunda opción es más difícil,
teniendo en cuenta "la forma en que se financian los proyectos: los investigadores tienen dinero para comprar material pero se les
impide que lo utilicen en contratos".
Es una de las razones que explica por qué hay tantos aspirantes a doctor
que se ven obligados a dejar su tesis sin terminar. Sin apoyos familiares, bancarios o ahorros suficientes, no todos
pueden seguir trabajando sin cobrar. La solución, argumentan desde
Precarios, pasa por aumentar la financiación destinada al doctorado para
favorecer la contratación de más personal y aprobar un estatuto del personal
investigador en formación para crear un marco legal y jurídico estable y
seguro, entre otras medidas.
Ante este panorama, y si el tema de investigación lo permite, otros
dividen su atención entre varios frentes. Es lo que hace Pilar Almansa.
Dramaturga, directora de escena y profesora, ahora también estudia cómo aplicar
las tecnologías interactivas al teatro en la Universidad Complutense de Madrid.
"Ahora mismo, mis esfuerzos están más
orientados a conseguir una beca que a la tesis en sí. Cualquier
actividad que implique el desdoblamiento de tu fuente de financiación y tu
dedicación intelectual es estresante de por sí y puede acabar en
depresión", lamenta. Sabe bien de lo que habla: ha sufrido lo mismo en el
mundo teatro, donde la realidad impone aceptar empleos fuera de las tablas para
poder subirse a ellas.
Por desgracia, las dificultades no terminan al acabar la tesis. Porque
aunque la tasa de desempleo en la población española entre 25 y 64 años que
había completado sus estudios de doctorado en 2014 era de un 8,2%, según el
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, muchos se debaten -con el título en
la mano- entre irse al extranjero para encontrar un trabajo
acorde a su nivel de formación o renunciar a su carrera
investigadora para disfrutar de su vida personal.
A falta de que se haga una actualización de la Encuesta
sobre recursos humanos en ciencia y tecnología, que el INE
publicó en 2010, los entrevistados para este reportaje coinciden al asegurar
que las conclusiones del artículo de la Universidad de Gante bien se podrían
ajustar a la realidad de los estudiantes predoctorales en España. "Pero es
necesario recordar que es un estudio realizado en Bélgica, un país que invierte alrededor del 3% del PIB en investigación
-respecto al 1,24% español- y que goza de un gran sistema de
investigación", matizan desde Precarios. La situación, aquí, "puede
ser mucho más dramática".
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