Rosa Mávila |
Rosa Mávila
Defensoría del
Pueblo
Al general Jorge Briceño le bastó un lapicero con una cámara incorporada
para violentar a quien trabajaba como empleada del hogar en su domicilio. A
través de este pequeño accesorio que ubicó en el baño de la joven, el general
la había grabado muchas veces desnuda. Cuando Bertha descubrió la cámara y su
contenido no solo renunció sino que denunció al general, que quiso comprar su
silencio por S/ 5 mil soles.
El inculpado ha declarado que todo se trataría de un complot para
chantajearlo o, en su defecto, mandarlo a la cárcel; sin embargo, en uno de los
videos encontrados se le ve colocando el bolígrafo en el baño. No debemos pasar
por alto el hecho de que el agresor tenía una posición de superioridad sobre la
víctima, era el jefe de hogar y dueño de la casa, este podía entrar donde
quisiera incluso al baño de la trabajadora. Pero ¿qué hacía el general en el
baño destinado a la trabajadora del hogar?
Asimismo, la situación de las trabajadoras del hogar demuestra su
especial vulnerabilidad. De acuerdo al informe emitido por la Defensoría del
Pueblo el año 2016, el 2,3% de la PEA está compuesto por este grupo, de las
cuales, la gran mayoría no cuenta ni con contratos escritos, lo que se traduce
en sueldos paupérrimos, ningún beneficio laboral y dudosas condiciones de
trabajo. A esta situación se debe añadir el hecho de que la mayoría de estas
mujeres son provincianas, que como Bertha, casi sin conocer a nadie, vinieron a
la capital para mejorar su situación económica y que, ante situaciones como
esta, se ven solas.
Si el general es víctima de un plan malévolo. ¿Por qué su esposa ofreció
dinero a la joven por su silencio? Esta conducta es evidentemente
contradictoria con su versión. La agraviada hizo lo correcto, denunció; pero,
como suele suceder, la fiscalía archivó la denuncia por violación a la
intimidad a pesar de las pruebas. A decir verdad, si no llegas con un ojo
morado o lesiones evidentes probablemente nuestros operadores de justicia no te
hagan caso (y a veces ni así) y te echen la culpa de lo ocurrido.
Esto nos obliga a resaltar que la violencia contra la mujer no solo se
perpetra mediante abusos físicos; el acoso, la afectación a la privacidad y la
intimidad son también formas de violencia que muchas veces se minimizan porque
se aceptan como naturales. La afectación a los derechos de la mujer empieza en
cosas “pequeñas” (piropos fuera de tono, por ejemplo), a partir de ahí va
creciendo y mutando (grabaciones sin autorización), hasta convertirse en
delitos sexuales y feminicidios. Debemos reconocer que estas situaciones son
también muestras de violencia contra la mujer para, a partir de ahí, empezar a
cambiar estas conducta.
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