Rolando Astarita
En
las últimas semanas la corrupción ha vuelto al primer plano de la atención
pública, a partir de las denuncias realizadas por Jorge Lanata y su equipo de
“Periodismo para todos”. Como no podía ser de otra manera, las opiniones están
muy polarizadas. La oposición burguesa y los críticos del gobierno sostienen
que la corrupción existe y está muy extendida, y es la causa última de los
altos niveles de pobreza, la falta de obras de infraestructura y otros
problemas.
Los K-defensores y el gobierno,
por el otro lado, minimizan el problema, o desvían la discusión. Algunos
afirman que la corrupción no existe, o es despreciable (“están buscando el pelo
en el huevo”); otros recurren al cómodo argumento de “no hay que hacerle el
juego a la derecha” o “los que denuncian son desestabilizadores golpistas”. Y
están los que, más o menos en privado, justifican el robo diciendo que es
necesario hacerse de fondos para “enfrentar a los grupos concentrados” (también
a la oligarquía, a los golpistas, etc.); o para generar una burguesía
“antiimperialista”. Así, la corrupción podría llegar a ser una palanca del
desarrollo nacional. Es un abordaje opuesto al que dice que la corrupción es la
principal traba al crecimiento económico. En esta nota presento algunos
elementos para ayudar al análisis y la reflexión. La he dividido en dos partes.
Relación histórica entre corrupción y desarrollo
económico
La primera cuestión a señalar es que, contra lo que
sostienen muchos, no existe una relación clara entre corrupción y desarrollo
económico. Éste es un punto que establece con meridiana claridad Ha-Joon Chang
(2009). Sostiene que países considerados muy corruptos, han tenido un
desarrollo económico más elevado que otros con menos corrupción, y viceversa.
También recuerda que hubo países que se industrializaron, a la par que “su vida
pública fue espectacularmente corrupta”. Por ejemplo, en Gran Bretaña y Francia
la venta de cargos públicos fue una práctica corriente hasta el siglo XVIII. En
Gran Bretaña los ministros normalmente tomaban fondos públicos para su
beneficio personal. En Estados Unidos el nepotismo dominaba la asignación de
cargos públicos. También en Gran Bretaña y EEUU las elecciones eran claramente
fraudulentas.
Desde el punto de vista teórico, el argumento
central de Chang es que la corrupción genera transferencias de riqueza, pero
esto no implica necesariamente estancamiento, ya que el desarrollo depende de
si esas ganancias “sucias” se invierten, o no, en el país. Podemos decir que si
bien el planteo debería matizarse -pueden existir efectos negativos que Chang
no considera-, socava la idea simplista, de Lanata, Carrió y tantos otros, de
que basta con eliminar la corrupción para que haya desarrollo. En Argentina, en
la época del tan elogiado (por los neoliberales) “modelo agroexportador”, la
corrupción y el fraude en las elecciones eran la norma. Los negociados que se
hacían con la obra pública, o la apropiación de tierras por parte de la elite
gobernante, no tienen nada que envidiarle a lo que hizo el menemismo, o a lo
que hacen los funcionarios K. Sin embargo, Argentina creció a altas tasas,
hasta 1929. Es cierto que la economía argentina estaba atrasada con respecto a
los países industrializados, pero esto no se debió a la corrupción.
Otros ejemplos históricos son las
industrializaciones de Japón, o Corea del Sur, atravesadas permanentemente por
las vinculaciones oscuras y corruptas entre los políticos a cargo del Estado,
los altos funcionarios y las grandes corporaciones. También en China es famosa
la burocracia roja, que se apropia de una buena tajada a partir coimas y otras
formas de extorsión, así como robo y apropiación de riquezas por parte de
directivos de empresas. La situación es tan grave que ha sido reconocida por el
propio Partido Comunista Chino. Sólo en 2009, y de acuerdo a informes internos
del partido, 106.000 funcionarios habían sido encontrados culpables de
corrupción. Sin embargo, China es el país que ha tenido las más altas tasas de
crecimiento en las últimas tres décadas. Agreguemos que algunos autores (véase
Girling, 1997) incluso encuentran que la corrupción ha sido parcialmente
funcional para el desarrollo en países como Tailandia e Indonesia, en que las
estructuras políticas eran muy rígidas: aunque sin dejar de reconocer que
también es fuente de distorsiones y problemas.
En cuanto a Marx, tampoco otorga una importancia
central a la corrupción como factor de desarrollo, o no desarrollo. En El
Capital, o en otras obras centrales, no se encuentra un tratamiento de la
cuestión. La idea es que la generación de la plusvalía y la acumulación del capital
proceden a través de un mecanismo económico, donde la extracción de plusvalía
con violencia directa está ausente (la violencia actúa como “telón de fondo”,
pero la explotación es económica).
De todas maneras, en repetidos pasajes del
capítulo 23 del tomo 1, dedicado a la acumulación originaria, Marx se refiere
al rol que tuvieron el fraude, el robo y la corrupción, en la formación de las
grandes fortunas que se volcaron luego al circuito de valorización del capital.
Asimismo, era consciente del elevado grado de corrupción que existía en Gran
Bretaña, en el siglo XIX (véase, por ejemplo, “Corruption at Elections”, New
York Daily Tribune, 4 de septiembre de 1852) y en otros países
capitalistas. Todo indicaría que en su visión la corrupción constituía una
transferencia de plusvalía entre fracciones de la clase dominante. Pero a lo
largo de su obra, el foco está puesto en la explotación del trabajo que, por
supuesto, subsiste exista o no corrupción.
Por este motivo, los
marxistas nunca podemos coincidir con el diagnóstico burgués, o pequeño
burgués, de que la corrupción es “el” problema de la sociedad capitalista. Lo
esencial es que se trata de una sociedad sustentada en la explotación; la
cuestión de cómo se reparte el botín tiene una importancia secundaria. Aunque,
como veremos luego, la corrupción sí puede jugar un rol importante como factor
de desmoralización, desorganización y división en las filas del movimiento
obrero y en las organizaciones revolucionarias (una cuestión que subrayaron
Marx, Engels y Lenin).
Generalidad del fenómeno
La segunda cuestión que debería tenerse presente es
que la corrupción K es parte de un fenómeno generalizado. Las denuncias y
escándalos por corrupción se extienden por los más diversos países: Italia,
Francia, Brasil, México, Corea del Sur, India. En algunos casos se habla de
fortunas de miles de millones de dólares: Suharto de Indonesia, Marcos de
Filipinas, Mobutu de Zaire, Collor de Mello, de Brasil, Carlos Salinas (hermano
del ex presidente Salinas) de México, y otros.
El Banco Mundial calcula en un
billón de dólares anuales los sobornos que pagan las empresas u hogares a
funcionarios gubernamentales. Esto sin contar dineros obtenidos por desfalcos,
robo o mal uso de los activos estatales. Tampoco se toma en cuenta el fraude
del sector privado. La Unión Europea calcula en 1,3 billones de dólares anuales
los ingresos que se pierden anualmente por evasión o elusión fiscal, solamente
en el área europea. También se calcula que unas 120.000 empresas y trusts están
en paraísos fiscales. De acuerdo a Tax Justice Network, una organización con
sede en Gran Bretaña, personas adineradas, hacia finales de 2010, ocultaban
unos 32 billones de dólares en refugios offshore.
Según una investigación
realizada por economistas de McKinsey & Co, actualmente menos de 100.000
personas poseen activos en paraísos fiscales por 9,8 billones de dólares (datos
tomados de Bloomberg). De acuerdo al Bloombergs Billionaires Index, más del 30%
de las 200 personas más ricas del mundo, que poseen una riqueza colectiva por
un valor neto de 2,8 billones de dólares, controlan parte de sus fortunas
personales a través de alguna empresa offshore, o alguna entidad doméstica
donde los activos son tenidos de manera indirecta.
Además, habría que contabilizar los fondos
provenientes de actividades ilícitas: de la droga, de la trata de personas, del
comercio ilegal de armas, y similares. Estos flujos se blanquean a través de
los circuitos financieros, nacionales o internacionales, o con empresas
pantalla; alternativamente, se reinvierten en mantener, o ampliar, las
actividades ilícitas. De conjunto, en 1996 el FMI estimaba que el lavado de
dinero representaba entre el 2 y el 5% del PBI mundial; aunque, por su propia
naturaleza, no hay forma de conocer cuánto es el monto exacto que se mueve. La
misma estimación hace hoy la Oficina sobre Drogas y Crimen de las Naciones
Unidas. Según otras estimaciones, realizadas a partir de audiencias tenidas por
el Congreso de EEUU, a comienzos de los 2000 los bancos norteamericanos y europeos
lavaban entre 500.000 millones y 1 billón de dólares anualmente, provenientes
del crimen.
Salida de dinero
Un argumento de Chang es que la corrupción no
afecta el desarrollo, siempre que quede en el país. Pero la realidad es que
buena parte del dinero sale de los países atrasados. Es parte del fenómeno más
general de transferencia de plusvalías y capitales desde el tercer mundo a los
centros adelantados. En algunos países estas salidas representan montos
importantes. Según Global Financial Integrity, un grupo con sede en Washington,
en la década que va del 2001 al 2010 salieron de China fondos por un total de
2,74 billones, provenientes de la evasión fiscal, el crimen y la corrupción.
Aunque una parte de este dinero, probablemente, volvió a entrar en China, una
vez lavado. En 2011 el país habría perdido otros 600.000 millones de dólares.
Se piensa que sólo la familia de Wen Jiabao, ex primer ministro, tiene una
riqueza acumulada de 2700 millones de dólares. También de acuerdo a GFI, entre
2001 y 2010 salieron de México 476.000 millones; y de Malasia 285.000 millones.
India también padece una salida endémica de dinero, del cual una parte
importante es producto de ilícitos. En 2006 los bancos suizos dijeron que los
indios tenían más de 1,4 billones en cuentas en sus bancos; algunos
consideraban que si se agregaban las cuentas mantenidas en todos los paraísos
fiscales, se llegaba a 2 o 3 billones de dólares. Pero éstos son solo algunos
casos notables, porque el fenómeno es muy general.
En cuanto Argentina, todo indica que buena parte
del dinero proveniente de la corrupción sale del país y se integra a
las tenencias de argentinos en el exterior, que algunos calculan en unos
202.000 millones de dólares. Posiblemente, solo una pequeña fracción vuelve al
país. Un ejemplo sería la compra de la gráfica Ciccone por el oscuro Old Fund
(no es casual que los legisladores hayan estatizado la empresa sin averiguar el
origen de esos fondos).
Vinculación con el capital financiero
Lo anterior demuestra la íntima relación entre las
llamadas “burguesías nacionales” (y los gobiernos “nacionales y populares”) con
el capital financiero internacional. No sólo porque la colocación en activos
financieros internacionales es un destino favorito de muchos fondos, sino
también por la misma naturaleza de las operaciones involucradas en hacer
“productivos” los flujos de dinero sucio. Es que entre el atesoramiento de los
flujos líquidos, y su lanzamiento al circuito de acumulación, debe mediar el
lavado.
Como es conocido, el lavado es el proceso por el cual el dinero
recibido por una acción criminal, que no ha pagado impuestos, etc., se
convierte en dinero aceptable legalmente, borrando las vinculaciones con su
origen. Puede realizarse al interior del país, o en el exterior, y se realiza
de diversas maneras, que involucran, en diferentes grados, la colaboración del
Estado y del sistema bancario. Por ejemplo, se montan negocios que mueven mucho
líquido; la mafia norteamericana, por caso, operaba con restaurantes,
lavanderías y similares para blanquear dinero. Naturalmente, los órganos de
recaudación y fiscalización, hacen “la vista gorda”.
También se lava dinero
mediante la confección de facturas apócrifas. Otra forma de lavado se da cuando
los gobernantes aumentan sustancialmente, año tras año, sus declaraciones
patrimoniales, en la seguridad de que la Justicia no averiguará sobre el
asunto, o desestimará cualquier denuncia. Apuntemos que todas estas operaciones
implican sumas destinadas a actividades improductivas; desde ese punto
de vista, y contra lo que afirma Chang, se trata de un factor negativo para el
desarrollo de las fuerzas productivas.
A su vez, cuando se trata del blanqueo en el
exterior, es imprescindible la cooperación de las instituciones financieras
internacionales, tanto para abrir cuentas, como para mover el dinero. Es que
una de las operaciones más usuales consiste en mover el dinero muchas veces
entre diferentes países y cuentas, a fin de que se pierda su rastro. Dado que
en la actualidad el sistema financiero está altamente conectado, el dinero
puede ser transferido a través de muchas jurisdicciones en cuestión de minutos.
Los lavadores de dinero explotan la complejidad de estas interconexiones, así
como las diferencias entre las leyes nacionales sobre lavado de
dinero. Evidentemente, no es posible el lavado de esas siderales sumas
de dinero sin el concurso de grandes bancos de las principales potencias.
Al respecto, existen múltiples investigaciones y denuncias. Por ejemplo, Global
Witness ha denunciado muchas veces la renuencia de los grandes bancos de EEUU a
rechazar fondos sospechosos.
Un caso representativo es lo sucedido con el HSBC.
Según Global Witness, entre 2007 y 2008 la sucursal de México introdujo 7.000
millones de dólares en EEUU, que solo podían provenir de los negocios de la
droga. En 2012 un subcomité del Senado de EEUU llegó a la conclusión de que el
HSBC había permitido a lavadores de dinero, traficantes de drogas y terroristas
mover sus dineros a través del sistema financiero estadounidense. La Justicia
probó que por lo menos había lavado 880 millones de dólares para el cartel de
Sinaloa, y fue condenado a pagar 1.900 millones de dólares en multas.
Global Witness también ha dado una lista de otros bancos
que operan en grandes centros financieros y hacen negocios con funcionarios
corruptos de Nigeria, Angola, Turkmenistán, Liberia, Guinea Ecuatorial y
República del Congo. A su vez, en 2011 un estudio realizado por las autoridades
reguladoras del sistema financiero británico encontró que los bancos de Gran
Bretaña sistemáticamente no realizaban los controles anti lavado, en especial
cuando se trataba de cuentas sospechosas.
El sistema también colabora para que
capitalistas de todo el mundo estén a salvo de los impuestos de sus países. Por
ejemplo, en 2011 los miembros de la Delegación Florida de la Cámara de
Representantes sostuvieron que, debido a las leyes de privacidad vigentes en el
país, habría depósitos de no residentes en instituciones financieras
estadounidenses por unos 1,3 billones de dólares. Indudablemente, con la
extensión de las relaciones mercantiles, “todo se vuelve venal y adquirible”
(Marx), y afecta incluso a las almas más puras y santas: en 2012 el economista
Gotti Tedeschi, al frente del banco del Vaticano (el Instituto para las Obras
de la Religión), encontró que detrás de algunas de las cuentas cifradas del
banco se ocultaba dinero sucio de empresarios, políticos y jefes de la mafia.
Entre estos últimos, estaba Matteo Denaro, jefe de jefes de la Cosa Nostra.
Como vemos, no se trata solo de los paraísos fiscales, o de Suiza.
En cualquier caso, y con lo visto en este punto, se
hace insostenible el argumento “nacional” de que la corrupción contribuye a las
fuerzas “progresistas antiimperialistas”. Más bien parece tratarse de un
intento de fracciones de burguesías atrasadas, y sus agentes y representantes,
de insertarse en la mundialización financiera. Desde el punto de vista de la
acumulación global, los fondos que salen del país -que no se destinan a ampliar
la infraestructura productiva, la obra pública, etc.- constituyen una sangría
de excedente.
Acumulación “primitiva”, corrupción y la deidad del
dinero
La persistencia y extensión de la corrupción, y sus
conexiones con el crimen, obligan a pensar en las razones del fenómeno. Como
hemos señalado antes, desde el punto de vista de la teoría marxista, la
explotación del trabajo y la acumulación de lo producido, no exigen,
necesariamente, el fraude y la corrupción. Tampoco se puede sostener que las
grandes orientaciones económicas son regidas por la corrupción, como piensa una
parte del progresismo izquierdista argentino (véase aquí).
Esta tesis (aunque aplicada sólo al menemismo) constituye el reverso de la que
sostiene que “el” problema del país es la corrupción.
Sin embargo, es un hecho que el fraude, el robo y
la apropiación violenta de riqueza, jugaron y siguen jugando un papel en la
acumulación. Sucedió cuando la acumulación originaria, esto es, durante la
acumulación que es previa a la acumulación capitalista (caracterizada por el
ciclo Dinero – Mercancía – Dinero acrecentado). Históricamente, se trató del
proceso por el cual se crean las condiciones para la existencia del capital: la
concentración de la propiedad de los medios de producción, y la generación de una
clase de trabajadores “libres”. Y en la actualidad este proceso se repite para
fracciones de la clase dominante que pueden acceder a las vías del
enriquecimiento rápido.
Esto ocurre a partir del dominio directo de palancas
fundamentales del Estado; o por vinculación con estamentos del Estado. También
cuando se desarrollan actividades en las cuales la violencia, el pillaje y el
fraude juegan un rol de primer orden (y sólo se pueden desplegar en combinación
o complicidad con el Estado). Es claro que ya no se trata de crear una clase de
hombres libres; pero sí de apropiarse y concentrar riqueza con el fin de
lanzarla al proceso de valorización.
Así, los métodos de la acumulación primitiva se
reproducen, parcialmente, una y otra vez, en diversos países y circunstancias.
Tal vez uno de los ejemplos más claros ha sido la apropiación, por medio de la
violencia, de los medios de producción “socialistas” desde fines de la década
de 1980, en los territorios de la ex URSS. Las mafias en Rusia y otros
territorios de la ex URSS, y el despliegue de la violencia, fueron las parteras
del surgimiento de fortunas colosales, de la noche a la mañana.
Se trató de una
suerte de nueva “acumulación originaria”. Un dato ilustrativo es que a
comienzos de los años 90 hubo, en Rusia, unos 800.000 guardias armados
privados, y las mafias llegaron casi a administrar justicia y a erigirse en un
“Estado” paralelo. Aunque una vez obtenido el botín, lo que se busca es
legalizarlo, normalizar la situación, imponer el imperio de la ley. Esto se acompaña
de la construcción de algún relato que permita justificar el robo ante los ojos
de los desposeídos (algo así como el cuento del “abogado exitoso” que hizo
fortuna trabajando).
Algo similar ocurrió en China, como ya hemos
señalado. Y en menor escala, se reproduce en muchos países capitalistas. La
corrupción K, y de tantos otros regímenes, tendría este rol objetivo: permite a
fracciones de las clases dominantes realizar “su” acumulación originaria. En
Argentina incluso asume formas “clásicas”: la apropiación de tierras fiscales a
precios viles y los negociados con la obra pública, han sido recurrentes en la
historia del sistema capitalista. ¿O acaso en la época del viejo modelo
agroexportador, o en la década infame, fue tan distinto?
Pero también la envergadura que adquiere la
corrupción debería vincularse a la extensión y profundidad de las relaciones
mercantiles y capitalistas. Nunca debería perderse de vista que la sociedad
capitalista tiende a la mercantilización de todas las relaciones. Por eso, en
última instancia, las virtudes y la decencia, incluidos votos de
parlamentarios, y sentencias judiciales, se compran y venden, como cualquier
otra mercancía. Detrás de las promesas de “nos preocupamos por la gente”, está
el contenido de toda política burguesa (esto es, de toda política que defiende
la propiedad privada y la explotación). Y el dinero, la encarnación misma del
valor y del poder social, es el centro de la atracción. “La triste esclavitud
en que el dinero mantiene al burgués se trasluce claramente en el mismo
lenguaje de la burguesía.
Es el dinero el que da valor al hombre. … Quien tiene
dinero es respetable, figura en la “mejor clase de gentes”, escribía Engels en
una de sus obras juveniles (1981, p. 513). Y por la misma época Marx, inspirado
en Shakespeare, anotaba que “el dinero es la deidad visible que se encarga de
trocar todas las cualidades generales y humanas en lo contrario de lo que son,
la confusión y la inversión general de las cosas…. el dinero es la ramera
universal, la alcahueta universal de los hombres y los pueblos” (1987, p. 643).
Ante esta “deidad-ramera-alchahueta” todo se sacrifica. ¿Qué importa que no se
hagan obras para evitar inundaciones? ¿Qué importa que se desvíen fondos
destinados a mejorar los ferrocarriles? ¿Qué importa que se utilicen subsidios
para afianzar mi poder? ¿Qué me importan los muertos por inundaciones, por
accidentes ferroviarios? ¿Qué me importa la gente sin trabajo ni recursos? ¿Qué
me importa todo esto, si yo me enriquezco de la noche a la mañana? ¿Qué me
importa si “el dinero convierte la lealtad en felonía, el amor en odio y el
odio en amor, la virtud en vicio y el vicio en virtud, el siervo en señor y al
señor en siervo, a la estupidez en talento y al talento en estupidez”? Ésta es
la civilización burguesa “en acto”; y es la razón última de la corrupción
generalizada.
Textos citados:
Chang, H-J, (2009): ¿Qué fue del buen Sanmaritano? Naciones ricas, políticas pobres, Bernal, UNQ y AEDA.
Engels, F. (1981): “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, Escritos de juventud, México, FCE.
Girling, J. (1997): “Corruption, Capitalism and Democracy”, Londres y Nueva York, Routledge.
Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.
Marx, K. (1987): “Manuscritos económico-filosóficos de 1844”, Escritos de Juventud, México, FCE.
Chang, H-J, (2009): ¿Qué fue del buen Sanmaritano? Naciones ricas, políticas pobres, Bernal, UNQ y AEDA.
Engels, F. (1981): “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, Escritos de juventud, México, FCE.
Girling, J. (1997): “Corruption, Capitalism and Democracy”, Londres y Nueva York, Routledge.
Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.
Marx, K. (1987): “Manuscritos económico-filosóficos de 1844”, Escritos de Juventud, México, FCE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario