Artículo Nº 237, registro de PUNTO DE VISTA Y PROPUESTA
La batalla de Salamina enfrentó a los
griegos con la flota del imperio
persa en el 480
antes de nuestra era. Fue una de las confrontaciones armadas más
importantes y decisivas de su época, y en ella el heroísmo y la abnegación de
sus combatientes dejó una estela mágica en la historia. Recientemente, el
escritor español Javier Cercas aludió al tema para hablar del valor de quienes
lucharon por la causa de España en los duros años de la Guerra Civil que se
desencadenó en su suelo, en un libro que tituló “Soldados de Salamina”.
Por extensión, bien puede decirse que ellos, son todos los que luchan con
abnegación y coraje, y que entregan todo en defensa de un ideal que encarna los
más puros sentimientos del hombre. Es en ese espíritu que podemos considerar a
nuestro Javier, un verdadero Soldado de Salamina.
Conocí a Javier Diez Canseco hace algo
más de 40 años. Y me tocó compartir con él diversas experiencias de vida.
Hoy, que ha fallecido, es preciso recordar
que simbolizó muchas cosas al mismo tiempo: la defensa del ideal socialista, la
lucha contra la impunidad, la defensa de los derechos humanos, el combate
contra la corrupción, la identificación con los intereses de los trabajadores,
la solidaridad con Cuba, el apoyo al proceso liberador que se opera en nuestro
continente. En suma, las banderas por las que combatimos resueltamente millones
de personas en nuestro continente.
Con Javier, los comunistas peruanos -por lo
menos, los de mis tiempos- tuvimos numerosas coincidencias, y dos diferencias
puntuales que no se pueden soslayar. Comenzaré aludiendo a ellas. La actitud
ante el proceso antiimperialista liderado por el general Velasco -que nosotros
respaldamos con firmeza-; y el tratamiento de los problemas de Izquierda Unida
en los que -a nuestro juicio- la impaciencia cegó a valiosos compañeros y a
algunas de las organizaciones a las que representaban.
Pero más allá de esos desencuentros, tuvimos
inmensas coincidencias que se mantuvieron a través del tiempo y dieron lugar a
una colaboración constante y a una práctica fructífera en distintos escenarios.
Y eso fue, finalmente, lo que primó. Y es que, con el paso del tiempo, Javier y
nosotros, hicimos el balance de nuestros comportamientos, y reconocimos el
error de haber puesto las diferencias por encima de las afinidades, cuando
debió ser exactamente al revés. Eso, habría permitido enfrentar mejor a los
verdaderos enemigos de nuestro pueblo.
No siempre las autocríticas fueron expresas
en términos de formulaciones políticas, pero sí en el plano concreto de las
acciones. En los hechos se confirmó una mutua disposición orientada a superar
entrampamientos y seguir adelante en procura de objetivos más altos. En ese
plano, tuvimos un sin fin de coincidencias.
El 22 de marzo de 1984, por ejemplo,
nos batimos juntos en las calles de Lima, en el marco de un exitoso Paro
Nacional decretado por la CGTP. Seguramente habrá quienes recuerden que, en esa
circunstancia se produjo un atentado contra la vida del Secretario General del
PC, el entonces Senador Jorge del Prado, en la Plaza Dos de Mayo. Mientras
nosotros actuábamos al lado de nuestro más calificado dirigente; Javier Diez
Canseco, Rolando Breña, Manuel Dammert y otros, enfrentaban la represión con la
misma consecuencia y valor en otras zonas de la ciudad. Antes, en 1978, con
camaradas nuestros como Valentín Pacho, Javier fue deportado a Argentina por Morales
Bermúdez
En ese periodo, estuvo en distintos
escenarios y lugares, con Del Prado y otras figuras de la Izquierda, en la
defensa de los derechos humanos y los intereses de los trabajadores. Había
comenzado ya el “periodo de la violencia”, y se sucedían matanzas en
distintas zonas de la patria. Y la representación parlamentaria de IU se
esforzaba por hacer honor a su condición de tal, para hacer llegar la voz de
quienes no tenían voz. En esa tarea se registraron las más expresivas
convergencias.
Con Del Prado estuvo también Javier en la
Comisión que investigó la masacre de Accomarca. Y luego ambos
coincidieron en la investigación de la matanza de los Penales, en la Comisión
que presidiera el Senador de IU Rolando Ames, en junio de 1986. Ellos crearon
las condiciones para investigar y denunciar una política genocida impuesta al
país tanto por el gobierno de Belaúnde Terry como por la administración de
García Pérez.
En este último gobierno -entre 1985 y 1990-
coincidimos en numerosos casos en los que la dinámica era la misma: bajo el
pretexto de“combatir la subversión”, efectivos militares o policiales
consumaban crímenes contra poblaciones indefensas. Quizá si una de las más
sonadas en ese periodo, fue la matanza de Cayara, en mayo de 1987; pero
hubo otras: Llocllapampa, Pomatambo, Parcco Alto, Puccas, Pampa Cangallo,
Umaro, para citar solo algunas. Directa o indirectamente, Javier se
interesó en todos los casos expresando identificación solidaria con las
víctimas, y demandando investigación y sanción, como correspondía
Esa experiencia, y la forma cómo mantuvimos
en alto las denuncias que hiciéramos, anudaron de manera aún más estrecha
nuestros lazos solidarios, lo que se confirmó en otras ocasiones.
Cabe recordar específicamente que el “Caso
Cayara” -lugar que visitamos juntos en memorable jornada- fue visto en el
Senado, donde las voces de Diez Canseco y Del Prado brillaron con luz propia.
Aunque la mayoría parlamentaria aprista -eran, 60 de un total de 90 integrantes
de la Cámara- encubrió vergonzosamente el crimen aprobando entre gallos y
medianoche el “Dictamen Melgar” que liberada de toda responsabilidad a
los autores directos de la matanza; la historia registró la verdad, en la voz
de Javier y otros congresistas de entonces.
Estuvimos a la par, en todo ese tiempo y
muchas veces, en los calabozos de la DINCOTE para sacar de ellí a compañeros
detenidos injustamente o salvar de las torturas a quienes eran objeto de tratos
crueles, inhumanos y degradantes por parte de la “humanista” Policía Nacional.
Nos unió después la lucha contra Fujimori. En
ella actuamos en diversos planos, en la calle o en los foros públicos en los
que se denunciaba la conducta genocida y corrupta del régimen de entonces.
Parodiando a John Le Carré, podría decirse que en ese entonces, salíamos
indemnes de unos tiempos en los que “había que tener temple de héroe,
para ser una persona decente”.
Y juntos también procuramos hacer andar un
proceso de democratización efectiva de la sociedad peruana a partir del 2001.
Restablecido el orden formal, y consumada la
división de la Izquierda, estuve entre los que respaldó a Javier alentando su
acción parlamentaria. Siempre pensé que ése era el escenario ideal para sus
luchas, y se lo hice saber incluso cuando decidió postular, en el 2006 a la
Presidencia de la República.
En las dos últimas décadas, Javier brilló
enarbolando banderas que compartimos con él plenamente: la defensa de Cuba y su
solidaridad con los 5 héroes cubanos prisioneros del Imperio; lo acreditaron.
En la materia, Javier no solamente acertó, sino que tuvo, además, una conducta
consecuente. Cuando cayó la experiencia socialista en la antigua URSS o se
desmoronó el sistema de gestión en la Europa del Este y la Cuba de Fidel siguió
izada en el océano, Javier supo orientarse, Y es que, como dijera Cercas, “no
se equivocó en el único momento en el que de veras importaba no equivocarse”.
La muerte de Javier es, por cierto, una
pérdida irreparable para el movimiento popular. Deja un vacío que bien podría
considerarse histórico pero, al mismo tiempo, concita lealtades y llama a la
acción a muchos más. Todos, podremos enfrentar el reto a condición que seamos
capaces de concertar la unidad y poner los ideales por encima de la mezquindad
y el egocentrismo.
Pero cabe también reconocer los valores de
quienes, como él, fueron soldados en la lucha por una sociedad mejor. Como dice
el autor del libro que tomamos como referencia, Javier “fue un soldado
solo, llevando la bandera de un país que no es su país, de un país que es todos
los países, y que sólo existe porque ese soldado levanta su bandera abolida;
joven, desharrapado, polvoriento y anónimo, infinitamente minúsculo en aquel
mar llameante de arena infinita, caminando hacia delante bajo el sol negro del
ventanal, sin saber muy bien hacia dónde va ni con quien va ni por qué va, sin
importarle mucho siempre que sea hacia delante, hacia delante, hacia delante,
siempre hacia delante…”
http://puntodevistaypropuesta.blogspot.com/atom.xml
Publicado 3 hours ago por CESAR ACHING GUZMAN
Etiquetas: Gustavo Espinoza Javier Diez C.
No hay comentarios:
Publicar un comentario