La remoción de los
fiscales José Domingo Pérez y Rafael Vela, en el ocaso del año,
es un acto oprobioso del fiscal de la Nación, Pedro Chávarry.
Finalmente, después de varias semanas
de rumores y aprovechando las celebraciones que le pusieron fin al 2018, el
fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, anunció la remoción de los
fiscales Rafael Vela y José Domingo Pérez del equipo especial
encargado del Caso Lava Jato. Una acción que, al darse cuando la
ciudadanía se preparaba para recibir un nuevo año, deja clarísima la intención
de la cabeza del Ministerio Público de camuflar la decisión.
Si bien resulta sumamente preocupante
que la cabeza de una institución como la fiscalía se interese en dar a conocer
sus decisiones agazapado en la coyuntura festiva, es aun más indignante al
tomar en cuenta cómo justificó las mismas. Según el señor Chávarry,
la medida llega motivada por el hecho de que el fiscal Pérez “procedió
a cuestionar mi elección que se produjo por unanimidad de los fiscales
supremos” y que esta actitud fue “avalada por el coordinador Vela Barba”.
Una circunstancia que, como es evidente, nada tiene que ver con la forma en la
que han hecho su trabajo ambos fiscales, sino con una ojeriza sostenida por el
fiscal de la Nación al sentir que se ponía en tela de juicio su autoridad.
Es inquietante, ciertamente, la forma
en la que Chávarry ha dado a conocer su disposición, pero no
resulta sorpresiva. A lo largo del año pasado, con la investigación del Caso
Lava Jato empezando a mostrar sus primeros frutos, el titular del Ministerio
Público no escatimó en amenazas al equipo liderado por el fiscal Rafael
Vela. Apenas el 19 de diciembre, desde esta página, alertábamos sobre las
hostilizaciones que había denunciado Vela de parte del fiscal
de la Nación y cómo este último había buscado restarle valor al saludo que la
Fuerza de Tarea a cargo del Caso Lava Jato en Brasil le había
hecho a su homólogo peruano. A esto se suma el hecho de que Chávarry,
en una entrevista, remarcó que tenía la potestad de remover al fiscal José
Domingo Pérez “en cualquier momento”, pero que evitaba hacerlo solo
para que no se leyera como una “represalia”. Ayer, sin embargo, dejó en claro
que esto último era en efecto su objetivo. Sin duda un gesto vergonzoso que, de
por sí, deja en evidencia la debilidad de su liderazgo y lo nocivo de la
permanencia en el puesto.
La alarma suena aun más respecto al
futuro del Caso Lava Jato. En primer lugar, una coyuntura como esta
le podría permitir a los involucrados en las pesquisas de los fiscales
removidos cuestionar la legitimidad de las medidas que se han tomado en su
contra. Una realidad especialmente grave si se considera que entre las carteras
que tenían encargadas estaban algunas tan sensibles como las de Alan
García y Keiko Fujimori.
También preocupa que esta decisión se
haya tomado en vísperas de la ejecución del acuerdo de colaboración suscrito
por el referido equipo especial con la empresa Odebrecht y cómo esto afectará
la calidad de los resultados que se puedan obtener a partir del mismo. Incluso,
como se recuerda, el fiscal Vela había anunciado una
ampliación del interrogatorio a Jorge Barata programada para este mismo mes.
Así las cosas, será cuestión de tiempo
ver cómo la decisión de Pedro Chávarry repercute en el
resultado de la investigación más importante de los últimos años de la historia
política peruana. Por el momento los pronósticos no son positivos.
Empero, si algo ha dejado meridianamente claro el fiscal de la Nación es
que él no le teme a operar privilegiando sus intereses y, sobre todo, a hacerlo
subrepticiamente, al viejo estilo que predecesores suyos como Blanca Nélida
Colán exhibían sin empacho de los años 90.
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