Patricia Wiesse
Directora de la Revista Ideele
Gerardo Saravia
Editor revista Ideele
Han pasado 34 años y el abuso no es cosa del pasado. El
Gobierno Regional de Ayacucho acaba de aprobar la ordenanza que posibilita el
cercenamiento de una parte del territorio que históricamente le ha pertenecido
a Chuschi. No era éste el tipo de ordenamiento territorial que esperaban las
comunidades andinas.
Desde su fundación durante la República, los poblados de
Rumichaca, Chocoro y Patahuasi han pertenecido a Chuschi, y ahora, por una
decisión burocrática, los quieren separar. Según la ley 30013, de Demarcación y
Organización Territorial de la Provincia de Huamanga, han dejado de pertenecer
al distrito de Chuschi para pasar a Vinchos, que a su vez pertenece a la
provincia de Huamanga.
En general, en el mundo rural las demarcaciones
territoriales son más complejas que en la urbe. En Chuschi tienen tierras de
pastoreo, reciben apoyo del Estado por su pertenencia a un determinado lugar y
existe la raigambre establecida por el paso del tiempo y la cultura. La
relación con la tierra y el territorio es vital. La desvinculación de un pueblo
con otro no puede ser un mero trámite. En la historia encontramos consecuencias
nefastas de absurdos desmembramientos.
Edwin Uisoe, presidente de la comunidad de Patahuasi, sostiene que no tiene
nada en común con Vinchos, y que su vida entera está relacionada con Chuschi:
“Nosotros no conocemos el distrito de Vinchos. Nos quieren llevar, pero no
sabemos: será lejos, será cerca, no sé cómo será”.
Sucede que el Gobierno Regional, en su afán por sanear
una serie de problemas limítrofes, tomó como referencia un censo realizado en
1969 en el cual arbitrariamente se determinó que Rumichaca, Choccoro y
Patahuasi pertenecerían al distrito de Vinchos. Sin más ni más. Ni estudio de
campo, ni verificación de datos. Una sola firma determinó el nuevo destino de
sus habitantes.
Otro grupo de pobladores considera que el motivo por el
cual les han quitado sus tres anexos es por el potencial minero que tiene la
zona, y por la cabecera de cuenca que abastece de agua a Huamanga.
Es cierto que en la zona existe potencial minero. Hay
asentamientos de cobre y plata y algunas mineras en actividad como Rio Plata,
así como algunos terrenos concesionados. En 2009 los campesinos de Chuschi
denunciaron a la empresa Newmont por haber iniciado trabajos de exploración en
las tierras comunales sin contar con su autorización. Los comuneros temen la
contaminación del río Cachi. No es seguro es que con el cambio de jurisdicción
las mineras interesadas mejoren su relación con la población, ya que el
consenso no parece ser muy favorable a este tipo de actividad. También es
cierto que el anexo de Chocoro es estratégico, ya que tiene una cabecera de
cuenca hidrográfica que abastece a Huamanga.
“Hay empresas mineras que han hecho exploración en esta
zona, y ha habido oposición de la gente de Cancha Cancha y Chuschi. De repente
lo relacionan con lo que ha pasado en Cajamarca. Creen que si pasan a ser parte
de Huamanga, no habría freno a la minería”, afirma Walter Conde.
El alcalde de Chuschi, Teófilo Núñez, no cree en la
teoría del complot y considera que el problema se reduce a errores de
aplicación: “No creo que el Gobierno Regional tenga algún interés. Por pereza
no han salido al campo, y por eso se ha generado el problema”.
A propósito del agua y la minería, su Municipio tiene un
plan novedoso que traería un beneficio concreto a la comunidad. Teniendo en
cuenta que la cabecera de cuenca queda en el distrito de Chuschi, y que ellos
están trabajando para poder recuperar mejor el agua de lluvia, plantean que los
huamanguinos paguen un sol más en cada recibo (una especie de canon que iría a
engrosar las arcas de Chuschi para utilizarse en obras y tecnología). “Éste
sería un pago de retribución por servicios ambientales. Lo usaríamos en
agricultura, forestación, y en hacer olladas para la cosecha de agua de lluvia”,
afirma Núñez. El Gobierno Regional aún no le responde.
Este mismo alcalde de ideas novedosas es cuestionado por
ser uno de los protagonistas del “achicamiento” de Chuschi en su versión
interna. Él firmó una resolución en la que aceptaba el pedido de un grupo de
pobladores que recolectó firmas para dejar de pertenecer a su distrito
originario y pasarse al vecino. Así, los caseríos de Huahualla y Condorbamba, y
toda la comunidad de Chacolla, han sido anexados al distrito de María Parado de
Bellido.
Los pobladores de Chacolla denuncian que han sido
birlados, que la inmensa mayoría no quiere ser parte de María Parado de
Bellido, que se trata de un distrito mucho más pequeño y más pobre, que ellos
siempre han sido de Chuschi y no tienen ni la más mínima intención de dejar de
serlo, que falsificaron sus firmas. ¿A quién y por qué le interesaría fabricar
este ardid para hacer este enroque de centros poblados?
Además del enojo porque los han separado de Chuschi, los
pobladores están indignados porque los quieren integrar a un distrito más
chico. “Sucede que en los últimos tiempos María Parado de Bellido se está
quedando sin población. Corre el riesgo de perder la categoría de distrito, lo
que significa menores ingresos regionales. Con la incorporación de Chacolla
salvarían la categoría”, señala indignado Cipriano Quispe.
Cipriano regresó a Chacolla después de 20 años, y a
Chuschi después de 40. Siempre trató de mantener el contacto, acercándose a
Walter Conde y a los otros chuschinos de la Asociación, a pesar del poco tiempo
que le deja su esclavo oficio. Vive confundido y sofocado por el tráfico y la
música de moda, manejando una combi Orión de la ruta Miraflores-Faucett, en la
que no hay lugar para la chimaycha,
esa melodía que cantan las jóvenes de su pueblo con voz aguda. Si la promesa
metropolitana se cumple y este medio de transporte desaparece, Cipriano no
piensa manejar los buses Patrón. Entonces habrá llegado el momento de regresar.
Chacolla es mucho más que un anexo para completar
distritos. En esa tierra se respira cultura desde las rocas. La famosa piedra
de Huamanga, ese alabastro de un blanco intenso que permite un delicado
tallado, en realidad se llama piedra de Chacolla. La provincia capitalina le
tomó prestado el arte que los locales no pueden desarrollar por falta de
maquinarias para remover las canteras. “Las familias de esa zona que antes
vivían tranquilas ahora se están llenando de rencores y enemistades. Esta
situación es muy grave para el desarrollo del pueblo. Esto puede terminar en un
conflicto social. Nosotros pedimos que para finiquitar estos problemas debería
haber una consulta poblacional. Más bien necesitamos que el Gobierno Central
nos facilite maquinarias, movilidad o volquete para hacer un proyecto
productivo con piedra de chacolla”, reclama Aparicio Escalante, presidente de
la comunidad.
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