jueves, 1 de agosto de 2013

Feria de libros


 
 
Por Esteban Valle Riestra y Marcelo Rochabrún.

José Antonio Chang fue ministro de Educación en el gobierno de Alan García desde julio de 2006 hasta el 18 de marzo de 2011. Fue además primer ministro desde septiembre de 2010 hasta marzo de 2011. Mantuvo durante ese período su condición de rector ‘en licencia’ de la universidad de San Martín de Porres. Hasta que estalló el escándalo de los Petroaudios –en octubre de 2008– fue una licencia sin sueldo. Desde ese mismo año hasta que dejó sus puestos gubernamentales, Chang recibió paralelamente 100 mil soles mensuales de la San Martín, como licencia remunerada.

Chang no es el protagonista central en esta investigación, pero sí resulta importante para entenderla.
¿Por qué?

Chang fue uno de los personajes más poderosos en el gobierno de García. Era el inamovible ministro de Educación, a lo que sumó luego el premierato. Era además –y sigue siéndolo– el hombre fuerte de la universidad San Martín, cuyo rectorado ejerce sin interrupción, si se cuenta el período en licencia, desde 1996. Y también tenía, y tiene, una fuerte presencia en el sector privado, como socio (con el 34% de acciones) en la cadena de librerías más grande del país, Crisol.
Ese poder se entiende mejor cuando se ve la estrecha relación que ha tenido y tiene con el ex presidente Alan García Pérez. Este trabaja en la San Martín desde el 2001 hasta la actualidad, descontando los cinco años que estuvo en la Presidencia. Es director del Instituto de Gobierno desde el 2001. No solo eso, la Universidad le ha proporcionado el auto BMW en el que se moviliza y hasta se presentó como garante del préstamo que hizo García para comprarse su actual casa en Miraflores.

Así que, como se ve, Chang es un poderoso actor, en lo público y lo privado, en el ámbito de la educación y de los libros en particular.

En circunstancias como esa, la posibilidad de un conflicto de intereses es muy grande. Por eso, cuando el ahora ex ministro declaró en marzo de 2012 ante la Megacomisión que investiga el gobierno de García, trató de sonar inequívoco al responder una pregunta sobre el tema:

“…en eso quiero ser clarísimo. Ordené expresamente a todos los funcionarios del ministerio de Educación que no se contratara ni con la Universidad de San Martín de Porres ni con la empresa Crisol de la cual soy accionista”.
Esta declaración fue publicada en el informe sobre colegios emblemáticos de la misma Megacomisión.
Es que, en verdad, el asunto es delicado. El ministerio de Educación es un importantísimo comprador de libros. En el otro lado del mostrador, Crisol es la principal cadena de venta de libros en el país. La presencia de Chang debiera haber excluido toda posibilidad de transacción entre ambos.
Eso se puso a prueba cuando el ministerio de Educación decidió comprar libros para las bibliotecas de los colegios emblemáticos 
por un valor de 12 millones de soles, que después se redujo a 10 millones.
La convocatoria formal para esa compra, con cartas a varios proveedores, fue el 13 de septiembre de 2010, con la publicación de las bases del concurso público de precios en el SEACE (Sistema Electrónico de Contrataciones del Estado). Dos días después, el 15 de septiembre, se adjudicó la compra

 
 
Y aquí, como diría el legendario Mario Moreno, está el detalle.

 Crisol no figura en la compra. Tampoco ninguno de sus ejecutivos o socios. Entonces, ¿qué hay de raro aquí, qué merece una investigación?
Ahora lo decimos.

Toda la operación de compra, que se hizo en un solo acto, fue por 10 millones de soles, que se repartieron entre seis compañías. Pero no en igual proporción.

El 68,58% de los diez millones fue adjudicado a una pequeña distribuidora de libros, llamada V&D Distribuidores. El 31% restante tuvo que dividirse entre algunas de las empresas más grandes en el mercado: Norma, Planeta, Vicens Vives, La Familia, entre otros. Santillana no participó, por lo menos directamente, en esa compra.

Hasta ese momento, V&D era una pequeña importadora y distribuidora, cuya venta más grande al Estado había sido por 93 mil 440 soles en 2005, en una venta de libros para docentes de educación primaria, según SEACE.

La venta de 2010 fue por 6 millones 881 mil 178 soles. De un acto al otro, V&D multiplicó por más de 60 veces la dimensión de sus negocios con el Estado. Y dejó en el camino a las principales empresas del sector.

Uno hubiera supuesto que una venta de ese calibre correspondiera a una empresa de gran tamaño. A Crisol, por ejemplo.

Pero Crisol no figura entre los participantes. Pareciera que, en efecto, no participó.
¿No participó?

Bueno, por lo menos, su gerente general, Jaime Carbajal sí lo hizo.

Y, de hecho, Crisol también.

Ambos a ocultas.



Jaime Carbajal es menos conocido que José Antonio Chang, y ciertamente mucho menos que Alan García. Los tres conforman el directorio de Crisol y Jaime Carbajal es, además, el gerente de la empresa, que maneja algo más del 50% de las ventas del mercado de librerías.

Carbajal es ahora presidente de la Cámara Peruana del Libro y, como tal, organizador de la Feria Internacional del Libro de Lima. Sin duda alguna, se trata del más poderoso comerciante de libros en el país. Y no hay compañía editorial o librero que ignore ese hecho.

Hasta el 2006, sin embargo, Carbajal era un desconocido en el gremio de libreros. Aunque ya había tenido una experiencia como editor en circunstancias diferentes.

En su libro, “Ocaso y persecución” (Lima, 2003), Augusto Bresani, que fue manejador, bajo las órdenes de Montesinos, de la llamada ‘prensa chicha’, los tabloides controlados y pagados por el SIN, que sirvieron para propalar las calumnias más viles e infames en la historia del periodismo nacional, cuenta –en las páginas 202 y 203– cómo fue su salida y quiénes lo reemplazaron:

“Crousillat planteó que Oscar [sic] Dufour, conocido como “Osquitar”, maneje los diarios chicha, él pretendía esto desde hace mucho tiempo, pero no tenía capacidad; es así que después de año nuevo [sic], tras un viaje que hice a Estados Unidos, el Doctor [sic] ordenó dejarme de lado […] Montesinos se decidió a seguir la misma experiencia que había tenido con la televisión, él personalmente manejaría todos los diarios populares con el apoyo de Oscar Dufour y su secretario [sic] Jaime Carbajal […] Jaime Carbajal, que era uno de los colaboradores de Dufour, se jactaba en todo Lima de manejar la prensa”.

La caída del fujimorato sacó, según parece, a Carbajal de esta primera experiencia masiva en la compraventa de publicaciones y lo concentró en versiones especializadas de la actividad empresarial.

 El 20 de junio de 2005, la comisión investigadora del Congreso en el caso de César Almeyda y la empresa Bavaria, presidida por el aprista Javier Velásquez Quesquén, estableció en sus conclusiones que:

“Está acreditado que Jaime Carbajal Pérez, en forma personal y en efectivo, recibió de la empresa Bavaria US$700,000.oo en un solo pago efectuado en el mes de diciembre de 2002 en el hotel Radisson de la ciudad de Panamá. […] Está demostrado que el 21 de diciembre del 2002, en el aeropuerto Albrook, funcionarios panameños intervinieron al ciudadano Jaime Carbajal Pérez, constatándose que portaba la suma de US$680,000.00”.

Carbajal, como se supo después, trajo ese dinero en efectivo a Lima el mismo día en un vuelo privado.

Una investigación que publicó El Comercio en junio de 2004, sostuvo que ese viaje con el efectivo, fue parte de un proceso de soborno al entonces alto funcionario del gobierno de Toledo, César Almeyda, por dos millones de dólares. Jaime Carbajal negó haber desempeñado una función no tan diferente, al fin y al cabo, a las de los años de la ‘prensa chicha’ y sostuvo que ese dinero correspondía a honorarios profesionales que, como dijo, “más adelante obviamente se hizo los depósitos en las cuentas de las compañías”.

Sobre eso, la comisión Velásquez Quesquén opinó que “la modalidad de pago […] no resulta acorde con las prácticas transparentes y regulares que deben regir en las empresas. De otro lado, el hecho que dichos fondos no hayan sido depositados inmediatamente en cuentas bancarias de la empresa Mercados & Norandina S.A. demuestra un manejo extraño e irregular por parte de dicha empresa”.

Sea como fuere, llevar un maletín con $680 mil dólares, refleja el largo camino que recorrió Carbajal desde sus años de estudiante sin recursos, militante del PSR, el Partido Socialista Revolucionario que fundó el general Leonidas Rodríguez Figueroa, para defender la línea izquierdista del gobierno militar. Como socialista revolucionario, que en este caso equivalía a un velasquismo de izquierda, Carbajal trabajó con el entonces parlamentario Enrique Bernales, entre otras figuras.

Eso fue en los 80. A principios de los 90 era fujimorista y al final de la década ya estaba en el negocio editorial como estrecho colaborador de Montesinos.

Carbajal intentó mantener, por cierto, un perfil bajo después del escándalo Bavaria. Eso no significó ocio empresarial, sobre todo con los significativos ingresos en efectivo que tuvo entonces.

El 2006, Jaime Carbajal, junto con Hernán Garrido Lecca, José Antonio Chang y un accionista menor, de efímera presencia, compraron la cadena de librerías Crisol al grupo editorial Santillana, parte del grupo PRISA, de España. ¿El valor? $1’260,000. Un millón fue obtenido por un generoso préstamo del banco BIF.

Al inicio, Garrido Lecca tuvo el 15% de Crisol, Chang el 34% y Carbajal la diferencia menos el 5% del minoritario.

Con esa compra, Carbajal y su socio Chang dieron un primer e importante paso hacia la hegemonía editorial en el mercado de libros del Perú. Garrido Lecca eventualmente vendió sus acciones en Crisol.

Ahora, Jaime Carbajal tiene el 66% de las acciones y su socio José Antonio Chang, el 34%.

Como accionista principal y gerente general de Crisol, Carbajal buscó desde el inicio participar en la vida gremial de los libreros. Y pronto encontró a la persona que lo llevó de la mano en ese proceso.

Gladys Díaz, gerente general y copropietaria junto con su esposo, Augusto Vicente, en la distribuidora V&D, era la presidenta de la Cámara Peruana del Libro. Díaz hizo prontamente negocio con Carbajal, y en noviembre de 2007 le vendió las librerías ‘Atlántida’, que era una pequeña cadena de tres locales.

La operación parece haber acrecentado la buena relación empresarial entre ellos, porque unos meses después, ya en el 2008, Díaz fue reelecta presidenta de la Cámara Peruana del Libro, llevando a Carbajal como Secretario de su junta directiva.

Según los estatutos entonces vigentes de la Cámara, para ser Presidente de esta institución era necesario haber formado parte de una junta directiva anterior. Carbajal lo hizo con Díaz y quedó expedito para presentarse a la Presidencia.

En marzo de 2010, Carbajal sucedió a Díaz como presidente de la Cámara. Su vicepresidenta fue, ¿se sorprenden? Gladys Díaz.

Pocos meses después se produjo la compra de los 10 millones de soles.

Fue una operación bien preparada por el comprador, el ministerio de Educación, cuyo ministro era José Antonio Chang, el socio de Carbajal.

La compra se hizo bajo el régimen de excepción del decreto de urgencia 004-2009, que permitía acelerar los procesos de adquisición hasta el punto de poder designar a dedo al comprador.

Los funcionarios del ministerio de Educación que tuvieron participación en este proceso de compra fueron: Asabedo Fernández, secretario general del ministerio de Educación, quien firmó los contratos. Jorge Guevara Zapata, jefe de la unidad de Abastecimiento, intervino en el diseño de las bases y en el proceso de adjudicación.

Se trataba, como hemos dicho, de comprar miles de libros para las bibliotecas de los llamados colegios emblemáticos. Eran 210 títulos en total.

Normalmente, aún en procesos acelerados, debió efectuarse un concurso de precios para otorgar la compra a quien ofreciera las condiciones más ventajosas, especialmente de precio.

Pero en todo el proceso de adjudicación no hubo ninguna competencia. Así, el 15 de septiembre, el ministerio de Educación adjudicó directamente el 68,58% de la compra a V&D. Eso equivalía a una venta de casi 7 millones de soles.

El 31% restante tuvo que ser compartido por empresas mucho más fuertes comercialmente que V&D. Como todo fue adjudicado a dedo, no hubo reclamos.

Quien debió reclamar fue el Gobierno, porque compró a un precio mucho mayor del que hubiera pagado con una competencia mínima. Ni Asabedo Fernández ni Jorge Guevara, los funcionarios del gobierno aprista que estuvieron a cargo de la operación, quisieron declarar a IDL-R. Ambos han sido investigados por el caso de los llamados colegios emblemáticos. En ese caso, la Megacomisión recomendó que los dos sean procesados.

Pero lo interesante a estas alturas es conocer cómo se llevó a cabo el proceso mismo de la venta de los libros una vez que fue adjudicado.

IDL-R ha podido establecer que fue el propio Jaime Carbajal, socio del entonces ministro Chang, quien compró varios lotes de los libros que V&D le vendió al Estado.

Carbajal compró algunos miles de libros al Grupo Editorial Santillana, a Peisa y a otros.

“A nosotros sí nos llegó un pedido de que Crisol quería para un cliente no sé cuántos libros […] Allí parece que se asociaron Gladys Díaz con Jaime Carbajal. Algo hicieron, pero el caso es que V&D es el que apareció”, dice Mercedes González, gerenta de ediciones de Santillana.

Mercedes González, gerenta de ediciones de Santillana. (Foto: La República).

Pero Carbajal y Crisol no solo hicieron compras directas para V&D sino también financiaron las compras que hizo la propia V&D.

“Crisol nos ayudó porque no teníamos la capacidad” admitió Augusto Vicente, copropietario de V&D y esposo de Gladys Díaz, en entrevista con IDL-R.

Entonces, resulta que Crisol, propiedad en parte del entonces ministro Chang, financió la compra y adquirió directamente una parte significativa del lote de libros que V&D vendió al Estado. ¿Lo hizo por ayudar o utilizó a V&D como testaferro? En todo caso, su participación apenas disfrazada en el proceso representó un grave conflicto de intereses y un quebrantamiento de la ley.

Este conflicto de intereses perjudicó al Estado al venderle libros a precios mucho más caros.

Por ejemplo, Carbajal compró con un gran descuento por venta al por mayor (descuentos que suelen alcanzar el 40% del precio de tapa y que difícilmente bajan del 20%) libros a Santillana, a Peisa y otros, que fueron luego revendidos por V&D al Estado al 100% del precio de tapa o muy cerca de él. (El precio de tapa es por lo general el precio minorista, de venta al público).

En otros casos, V&D compró, por ejemplo, al Grupo Océano 1,410 ejemplares del libro de J.K. Rowling “Harry Potter y el cáliz de fuego”; y 2,650 libros del Diccionario Ilustrado Océano de la Lengua Española. Océano le dio un muy significativo descuento. V&D revendió el libro de Harry Potter al 92% de su precio de tapa y el diccionario al 100%.  Solo en esos dos títulos, el Estado pagó más de 250 mil soles sobre el precio que pudo haber logrado. En 64 de 116 títulos hubo reventa de libros con invariable sobreprecio. El resto fue importado.

“Cuando ves esas cantidades tan grandes, te llama la atención”, dijo Mercedes González, “dos mil libros, mejor precio le voy a dar yo al cliente, que soy el productor, le doy un descuento mayor”.

Todo indica que el ministerio de Chang estaba interesado en cualquier cosa menos en descuentos.

IDL-R contactó por correo electrónico a Jaime Carbajal, quien prefirió contestar por la misma vía:

“Librerías Crisol nunca le ha vendido un solo libro al ministerio de Educación desde el 8 de junio de 2006”, escribió Carbajal. “Incluso hasta la fecha no le hemos vendido nada a dicha institución”.

Asimismo, Carbajal añadió que: “Los criterios, los precios, evaluaciones o cualquier parte del proceso desconozco [sic]”. (Ver el mensaje completo).

A la luz de lo que se sabe, la única posibilidad de que Carbajal desconozca las interioridades de un proceso en el que participó tan intensamente es que haya sufrido de una aflicción severa de amnesia luego del proceso y su pago. Leer esta investigación y los documentos que la acompañan sin duda sería una forma eficaz de recordar.

Si desde el punto de vista formal no figuran el nombre de Crisol ni el de Carbajal en la compra dirigida por el entonces ministro Chang, su participación en la adquisición masiva y en la financiación de los libros que vendió V&D a precio recargado, está más que probada.

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