Columna
de reporteros
Gustavo Gorriti,
director de IDL-Reporteros
Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada
en la edición 2296 de la revista ‘Caretas’.
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Gustavo Gorriti, director de IDL-Reporteros (Foto: Christian Osés) |
Luego de
la acción de Pampas en la noche del domingo 11, donde murieron ‘Alipio’,
‘Gabriel’ y un tercer senderista, un veterano policía de la Dircote, que había
participado en la operación, conversó brevemente por teléfono con una
periodista de IDL-Reporteros.
El
oficial explicó la acción a través de la memoria de un evento luctuoso.
Preguntó si la periodista recordaba la emboscada de Sanabamba. Claro que
recordaba. Ahí, en abril de 2009, dos patrullas fueron destrozadas en la celada
de Sendero y murieron 14 militares. Los senderistas, dijo el oficial,
habían reglado la base. Sabían a qué hora salía la patrulla, por dónde iba a
pasar. Minaron la ruta y reventaron los explosivos cuando pasaron los soldados.
Ellos nos emboscaron, dijo el oficial, ahora nosotros también. Ellos sabían,
ahora nosotros también.
Eso fue,
en suma, la acción de Pampas, en la que fue abatido el principal mando militar
de SL-VRAE, ‘Alipio’, junto con ‘Gabriel’ y el tercer acompañante. En una
emboscada de cuidadosa preparación hacia la cual el veterano jefe senderista
caminó con la misma inocencia con la que militares novatos se dirigieron en su
luctuoso pasado hacia las que él había tendido. Sin sospechar que el camino
aparentemente libre, el aparente miedo a perseguirlo, significaba el progreso
de una operación de precisa inteligencia, en la cual ‘Alipio’ y ‘Gabriel’,
llegaron al lugar al que se esperaba que llegaran el día que lo hicieron.
Entonces la emboscada empezó como suele empezar: con una explosión. Nueve
minutos después llegaban los primeros cuatro helicópteros, con las patrullas y
encontraron al pequeño grupo de reconocimiento que los esperaba en el lugar.
¿Qué pasó
entre la emboscada de Sanabamba y la de Pampas? ¿Cuáles fueron los cambios en
estrategias, organización, táctica y doctrina contrainsurgente? ¿Qué grupos de
las fuerzas de seguridad participaron en la acción? ¿quién los dirigió? ¿fueron
recién entrenados o tenían ya una larga experiencia? ¿cooperaron siempre entre
sí o, como suele suceder en este país y en muchos otros, se pelearon y
serrucharon mutuamente? ¿Lo que hicieron fue un producto exclusivamente
nacional o tuvo ayuda extranjera? ¿Hubo una ‘brigada Lobo’ o solo las fantasías
de un ascenso?
“Los
protagonistas centrales son experimentados y los mejores de ellos tienen una
dedicación obsesiva en su trabajo”.
A
continuación, todas las respuestas que quepan en la extensión de estas páginas
y todos los hechos que pueda describir un apretado resumen.
Primero,
no ha habido un solo actor sino un largo reparto de organizaciones de las
fuerzas de seguridad, que suenan como una sopa de letras con propiedades
tusígenas (DIVINESP, CCFFAA, GOATJ, FEC, CIOEC, DIRCOTE, CEVRAE, DIRANDRO),
dicho sin orden en particular ni jerarquía. Tampoco un solo actor sino muchos,
algunos más importantes que otros… aunque la importancia de los actores no
corresponda necesariamente a su posición formal o su perfil público.
Segundo,
los protagonistas vitales en este resultado no son nuevos en el tema. Todos son
experimentados y los mejores de ellos no solo conocen sino tienen una
dedicación obsesiva por su trabajo; lo cual, por extraño que suene, ha puesto
en riesgo sus carreras en más de una ocasión.
Tercero,
la participación extranjera ha sido importante, en especial la de Estados
Unidos.
Cuarto,
hubo algunas decisiones de cambios en procedimientos, organización,
coordinación y estrategia, que han sido determinantes. Algunas fueron tomadas
durante el pasado gobierno de Alan García, pero las más importantes se dieron
en el gobierno de Humala.
Empecemos
por aquí: la decisión fundamental consistió en romper las barreras
institucionales entre la Fuerza Armada y la PNP, para sacar a esta última del
papel subordinado y auxiliar respecto de la FFAA en las operaciones
contrainsurgentes, poniéndola no solo en pie de igualdad sino, en la práctica,
a cargo de la inteligencia operativa en una guerra que es fundamentalmente de
inteligencia.
Eso tuvo
una decisión complementaria, que ha sido la que creó, como veremos, más
urticaria burocrática: poner a un civil como coordinador y facilitador entre
las burocracias, con acceso directo al presidente de la República. Desde el
tiempo de los incas, todo el mundo conoce el poder y los rencores que genera un
tukuy rikuy, sobre todo cuando las coordinaciones suenan como órdenes.
Pero, con
ronchas o sin ronchas, la presencia de un delegado directo del presidente ayudó
a agilizar procesos, mejorar prácticas y poner a las personas más capaces en
las funciones debidas. A Iván Vega, el viceministro del Interior, le dicen
‘rambito’ y, en el Comando Conjunto se han escuchado otras expresiones más
castizas. Lo acusan de ser simultáneamente inexperto, arrogante, atropellador y
caótico como una combi con deudas. Pero los oficiales a cargo de las
operaciones especiales, que son los que saben y los que producen resultados, lo
aprecian y sienten que no solo ayuda su trabajo y lo facilita, sino también que
lo protege.
Lo
interesante es que el Presidente haya tomado la decisión de elegir como tukuy
rikuy recargado a un civil que, al ser viceministro del Interior, se
inclina naturalmente por las unidades especializadas de la Policía. En los
hechos, Vega desarrolló una buena relación con varios jefes militares,
especialmente con los operativos, pero la que tuvo y tiene con el vicealmirante
AP, José Cueto, jefe del Comando Conjunto, se caracteriza por cualquier cosa
menos por el afecto.
Cueto es
un respetado oficial de Marina, cuya sola apariencia sugiere una vocación
por el orden, la claridad jerárquica, los procedimientos nítidos, la pulcritud
en los detalles. Todo lo que ayuda a navegar barcos con pericia, pero que en el
mundo de las guerras de inteligencia en la selva y la montaña, con sus
astucias, duplicidades y rápidas decisiones, suele ser de poca utilidad.
Empecemos
a ver qué unidades y jefes policiales fueron importantes y porqué.
La unidad
que, de acuerdo con sus funciones, debió haber estado a cargo de todas las
operaciones contra Sendero, es la Dircote, o Dirección contra el Terrorismo, de
la PNP. Pero en los hechos, ese no fue el caso. En el Huallaga la acción de la
Dircote terminó siendo secundaria frente a otro grupo operativo que la superó
largamente en recursos y medios: la Divinesp (división de investigaciones
especiales) de la Dirandro, o dirección antidrogas.
Lo que en
el Huallaga fue competencia, en el VRAE terminó siendo colaboración cercana
entre la Divinesp y Dircote, pero ello después de varias historias, de hazañas
policiales junto con intrigas y enredos, de gringos y polígrafos, que contaré
la próxima semana porque en esta el espacio se acabó
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