jueves, 1 de agosto de 2013

La otra gran traba El Perú y la corrupción


EDITORIAL Diario La República         1 agosto 2013

El presidente del Consejo de Ministros ha informado que el gobierno ha iniciado más de 500 investigaciones y procesos judiciales vinculados a la corrupción en el periodo 2006-2011, los mismos que suman más de S/. 1.400 millones. Esta información ha sido brindada en el contexto de la confrontación política y se espera respuestas y precisiones. Sin embargo, las cifras globales de procesos y recursos comprometidos son altas y merecen ser estudiadas al detalle.

En el actual gobierno se han realizado arreglos institucionales para la lucha contra la corrupción que merecen reconocerse, entre ellos el fortalecimiento de las procuradurías. No obstante, no es posible afirmar que el país haya podido dotarse de una política pública anticorrupción en un sentido amplio que abarca junto a la formulación el financiamiento, el marco legal, las instituciones y la ejecución transversal. En el mejor de los casos se puede señalar que esta política atraviesa un complejo y doloroso proceso de construcción.

En esa ruta ha sido fundamental la creación de la Comisión de Alto Nivel Anticorrupción durante el anterior gobierno, el punto más alto del esfuerzo transversal anticorrupción. Se trata más que de una institución, de un espacio público y privado que tiene por objeto articular esfuerzos, coordinar acciones y proponer políticas de mediano y largo plazo dirigidas a prevenir y combatir la corrupción en el país. Creada, por un decreto supremo, la llamada CAN-Anticorrupción fue elevada de rango mediante la Ley N° 29976 en enero de este año y opera a través de un Plan Nacional de Lucha Contra la Corrupción 2012-2016.

Hasta allí las cosas van bien, en términos formales; la CAN-Anticorrupción ha llevado a cabo 16 sesiones con poco eco más allá de sus labores cotidianas, atravesando el mismo síndrome del Acuerdo Nacional, es decir el abandono de la mayoría de instituciones del Estado que se resisten a organizar sus trabajos bajo una visión de cooperación. En los últimos meses, la Comisión aprobó escasas iniciativas, entre ellas el impulso de los proyectos-ley sobre conflicto de intereses, la modificación del concepto penal de funcionario público y la incorporación de la pena de multa en los delitos de corrupción. Este núcleo de trabajo ha podido hacer mucho más, pero es lo que sus partes quieren que sea. O que no quieren que sea.

Un grupo muy importante de una agenda anticorrupción se encuentra en los proyectos de ley que el Congreso debate con desgano, entre ellos la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción que ya ha cumplido dos años atrapado en el Congreso. Formará parte de ese paquete legislativo la propuesta de muerte civil para los deudores de la reparación civil en casos de corrupción, anunciada por el presidente de la República. Sin embargo, las leyes tienen un límite cuando son enfocadas como sustitutas de estrategias integrales o cuando no son acompañadas de cambios estructurales.

La transparencia de la lucha contra la corrupción es una receta que también vale para los hacedores de políticas para combatir el delito. Por ejemplo, sería conveniente que se conozcan al detalle los 500 casos bajo investigación y que se pase a los cambios de Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública, Ley N° 27806, revelada como insuficiente por las fórmulas que usan las instituciones para burlar su contenido. En  ese sentido, llama la atención la demora en la tramitación del proyecto de ley de la Defensoría del Pueblo para crear una Autoridad de Cumplimiento, que resuelva las controversias en materia de acceso a la información pública y la falta de diligencia en los cambios a la Ley N° 27806.

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