Ideele Revista Nº 237
Juan Rivera Palomino,
Filósofo y educador
Una crítica de esta naturaleza
demanda empezar por un marco teórico-conceptual y ciertos instrumentos
metodológicos necesarios para debatir con el aparato conceptual y metodológico
de lo que se llama “educación neoliberal”.
Partamos del concepto mismo de
educación. En su dimensión extensional, se refiere a las acciones y
actividades informativas y formativas que se dan en la familia, en la
comunidad, a través de los medios de comunicación masiva y en todo el conjunto
de la sociedad. A este proceso amplio y comprehensivo la Unesco lo denominó educación
permanente a partir de la década de 1970. Estas instituciones y la sociedad
en su conjunto educan positivamente, forman bien a sus miembros o los deseducan
y malforman en una dirección teleológica negativa de acuerdo con el modelo
sociopolítico predominante y dominante. Si el modelo social es socialdemócrata,
las instituciones educarán en una dirección determinada. Otra será la situación
si el modelo socioeconómico es de corte neoliberal, economicista,
mercantilista. La educación no hace más que expresar, reproducir e imponer el
modelo social imperante.
La segunda dimensión de la
educación es la intencional, porque ésta no es más que un proceso
sociohistórico en el cual se dan un conjunto de interacciones sociopolíticas
entre los educadores y los educandos a partir de un conjunto de objetivos y
fines que son los que le otorgan una dirección teleológica determinada, que
puede ser de dominación o de liberación del conjunto de los educadores y de los
educandos y del conjunto de la sociedad.
Un tercer aspecto problemático
es el que se refiere al problema de la libertad educativa que deben disfrutar
tanto los educadores como los educandos. Ella consiste en la capacidad de
decisión libre, autónoma e independiente de unos y otros de educarse y
autoeducarse de acuerdo con sus criterios, valores, ideario, imaginario y
situación sociopolítica. Es decir, de elegir libremente qué tipo de educación y
de instrucción es la que más les conviene según sus objetivos familiares y,
sobre todo, personales. No los que le imponga el sistema social y el sistema
educativo. No se trata de alcanzar o lograr una carrera profesional con la que
luego no va a encontrar empleo, lo que le causará frustración, sino de una que
le permita desarrollarse como persona social y humana.
En el contexto de la relación
estrictamente escolarizada, en el centro educativo, la pregunta concreta que
surge es: ¿Con qué derecho el sistema, la institución y el profesor intervienen
en la educación del niño o del joven introduciendo cambios, como decía el filosofo
peruano Augusto Salazar Bondy, en sus estilos de pensar, sentir y actuar sin
darle la oportunidad democrática de que ellos participen en la toma de
decisiones de su educación? ¿Acaso no tienen el derecho de participar en el
proceso de su educación? En esto consiste, en parte, el proceso de
democratización de la educación que, según José Carlos Mariátegui, debería ir
precedido o paralelo a la democratización de la economía. Creo firmemente que
los principios que debe guiar la acción educativa son los de libertad social e
individual, igualdad social e individual, actividad social e individual y, por
ende, la creatividad como sinónimo de originalidad, flexibilidad, fluidez y
pensamiento divergente, y la reciprocidad social e individual.
Por consiguiente, podemos
caracterizar a la educación como social, histórica, económica, política, humana
y teleológica, porque apunta a una direccionalidad positiva de formación o
malformación de un ser humano que conduce a los procesos de cosificación,
alienación, de entrenamiento y de domesticación.
Esta concepción se traduce
como componente de una concepción y doctrina educativas; se expresa en las
políticas educativas, en el currículo, en la formación magisterial y en la
práctica educativa.
El ser humano —niño o joven— es
reducido a mercancías con valor agregado productivo, competitivo,
individualista.
Dicho esto, veamos ahora el
pensamiento “educativo” neoliberal.
En primer lugar, este tipo de pensamiento no tiene la dimensión extensional del auténtico concepto de educación. Desde una perspectiva economicista, mercantilista y pragmatista, lo reduce a lo meramente instruccional escolarizado, donde la acción instructiva se realiza al interior de las paredes de las aulas de las llamadas instituciones educativas. La instrucción adquiere la forma de entrenamiento en razonamiento matemático y comprensión de textos. No interesan los procesos del aprendizaje que se enfatizaron al comienzo, sino sus logros, traducibles en buenos puntajes o buenas calificaciones. No interesaban las ciencias naturales; menos las sociales, la filosofía y la educación artística. Se enseña para obtener “logros de aprendizaje”, como siempre repetía la ex ministra Patricia Salas. Era y es el típico modelo “cajanegrista” de entradas y salidas con poco y ningún feedback. Este modelo recuerda al neoconductista de Skinner y a los cibernéticos y, por último, a los modelos empresariales de costo-beneficio-ganancia. Y, sin embargo, se hablaba hasta el cansancio del constructivismo de Piaget, que sí tomaba en cuenta los procesos y la teoría del aprendizaje significativo de Ausubel. Al pobre Vigostky se lo redujo a constructivista, cuando su posición era de tipo sociocultural y tomaba en cuenta tanto lo externo sociocultural e histórico como lo interno con las mediaciones lingüísticas, que se expresaba con dos conceptos o momentos: lo interpsicológico y lo intrapsicológico. La acción instruccional se ha reducido a lo meramente intelectual y a lo informacional, dejando de lado lo socioemocional y lo volitivo, conativo, como afirma el doctor Pedro Ortiz Cabanillas.
En primer lugar, este tipo de pensamiento no tiene la dimensión extensional del auténtico concepto de educación. Desde una perspectiva economicista, mercantilista y pragmatista, lo reduce a lo meramente instruccional escolarizado, donde la acción instructiva se realiza al interior de las paredes de las aulas de las llamadas instituciones educativas. La instrucción adquiere la forma de entrenamiento en razonamiento matemático y comprensión de textos. No interesan los procesos del aprendizaje que se enfatizaron al comienzo, sino sus logros, traducibles en buenos puntajes o buenas calificaciones. No interesaban las ciencias naturales; menos las sociales, la filosofía y la educación artística. Se enseña para obtener “logros de aprendizaje”, como siempre repetía la ex ministra Patricia Salas. Era y es el típico modelo “cajanegrista” de entradas y salidas con poco y ningún feedback. Este modelo recuerda al neoconductista de Skinner y a los cibernéticos y, por último, a los modelos empresariales de costo-beneficio-ganancia. Y, sin embargo, se hablaba hasta el cansancio del constructivismo de Piaget, que sí tomaba en cuenta los procesos y la teoría del aprendizaje significativo de Ausubel. Al pobre Vigostky se lo redujo a constructivista, cuando su posición era de tipo sociocultural y tomaba en cuenta tanto lo externo sociocultural e histórico como lo interno con las mediaciones lingüísticas, que se expresaba con dos conceptos o momentos: lo interpsicológico y lo intrapsicológico. La acción instruccional se ha reducido a lo meramente intelectual y a lo informacional, dejando de lado lo socioemocional y lo volitivo, conativo, como afirma el doctor Pedro Ortiz Cabanillas.
La concepción instruccional
encajaba y correspondía con el pensamiento económico neoliberal, los
costos-inversiones como entradas y los beneficios-ganancias como salidas. No
importa lo que sucede dentro de la caja negra o en los procesos. Dos conceptos
más importantes son el de capital humano y el de valor agregado. El objetivo de
la instrucción mercantil es entrenar capital humano eficiente y de calidad. El
ser humano —niño o joven— es reducido a mercancías con valor agregado
productivo, competitivo, individualista.
En el proceso instructivo no
interesaba más que los objetivos y fines externos a los que apuntaban; es
decir, lo económico, lo productivo. Tal era la teleología de esta concepción.
No interesaban los objetivos y fines de los educandos y de los educadores como
personas humanas, quienes tenían el derecho de desarrollar su personalidad en
forma integral, completa y no cosificada, mercantilizada y alienada, sino libre
de fetiches mercantiles y monetarios. Por eso la instrucción era autoritaria,
impositiva. No importa la libertad social sino la individual, en teoría, porque
en la práctica se impusieron en forma autoritaria la concepción educativa
neoliberal, el currículo por competencias (económicas), la didáctica y la
evaluación por productos.
La libertad, la actividad, la
innovación individual e individualista apuntaban a la productividad económica.
Se trastocó, se subvirtió, se violentó la naturaleza social y humana de la
educación. Hay que recordar que esta concepción y políticas instructivas fueron
impuestas por el Departamento de Estado de los Estados Unidos a través del
Banco Mundial no solo en el Perú sino en toda América Latina y en todo el mundo
globalizado por el imperio capitalista.
Por tanto, en pleno siglo XX y
en el XXI se implantó la dominación neocolonial en el campo de la educación.
Eso ya se hizo antes con el modelo económico neoliberal, que dura hasta la
fecha, a pesar de que ya fracasó rotundamente.
Durante 23 años se ha impuesto
autoritariamente a los docentes y alumnos los estilos de pensar, sentir y
actuar de tipo neoliberal, de corte economicista. La juventud, si bien es
cierto que puede no saber Matemáticas, tal como la malentienden ellos, ni
comprender lo que leen, sí tienen una mentalidad por logro, por producto
mercantil en el ámbito del empleo, del consumo, el gasto y las relaciones
intersexuales. El amor romántico desapareció para dar paso a la relación sexual
codificante. Los valores sociales y humanos de antes de los 90 desaparecieron
para dar paso a los antivalores economicistas, mercantilistas y monetaristas.
La pregunta filosófica es:
¿Con qué derecho los operadores neoliberales, sea en el campo económico o en el
instructivo, imponen cambios en la personalidad del alumno y del profesor, en
sus estilos de pensar, sentir y actuar, contrarios a los que ellos poseen en un
país pluricultural, plurilingüe y pluriétnico, sin contar con su
consentimiento, con su capacidad de decisión sobre su educación a través de
mecanismos democráticos de participación?
Se está frente a una
concepción y una política neoliberal autoritaria que utiliza mecanismos de
dominación contrarios a la libertad, la igualdad, la justicia y la creatividad
social y personal. La única libertad que les importa es la de una entidad impersonal
llamada mercado, la libre oferta y demanda y los precios relativos. Los
individuos tienen que hacer lo que dictamine e imponga la entelequia llamada
mercado a la cual Adam Smith denominó “mano invisible”. Es tan invisible que no
se sabe si existe o funciona en un mundo globalizado que es dominado por las
imposiciones de las grandes corporaciones transnacionales que determinan los
precios de las mercancías en función de sus inversiones y ganancias.
Finalmente, creo que el
problema educativo no es de calidad economicista sino de trasformación social y
humano. Esto será motivo de otro artículo.
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