Escribe:
Mijael Garrido Lecca
Palacios
Esta frase –mal atribuida a Raimondi– es el
epitafio con el que los peruanos hemos aprendido a conciliar una realidad
contradictoria: ser un país muy rico lleno de gente muy pobre. La paradoja,
además, se agudiza al ver que las regiones más pobres son –al mismo tiempo– las
más ricas en recursos mineros. ¿Somos un país condenado a la miseria? Si
revisamos las premisas históricas encontraremos que cuando hace casi 200 años
el Perú empezó su vida, lo hizo persiguiendo ideales liberales republicanos;
sin embargo, fundó muchas de sus instituciones emulando las viejas estructuras
coloniales.
El artículo 66 de la Constitución, por ejemplo, es
parte de esa resaca mercantilista con la que la economía de las indias
españolas fue gobernada: “la riqueza mineral le pertenece al Estado”. ¿El
argumento? Antes le perteneció al Rey. Claro: el Estado encontrará la manera de
distribuir esa riqueza. Y vaya que lo hace pésimo. Porque el Estado es ese
Canon que se convierte en piscinas para distritos que no tienen agua.
El Estado es esa cuchipanda de coimas que se
reparte para favorecer a unos pocos pillos. El Estado es ese colegio sin luz.
¿Por qué, entonces, no le entregamos la propiedad del subsuelo a los dueños del
suelo? A esos peruanos condenados a la pobreza que reciben migajas y que asumen
el costo de esa gran minería que no los enriquece.
Que los campesinos que viven en las zonas mineras
sean dueños del oro, la plata y el cobre del Perú. Si alguien lo quiere sacar,
pues tendrá que negociar directamente con ellos: ¿qué mejor consulta previa? La
riqueza que se genere de esas transacciones fluirá, espontáneamente, a otras
manos. ¿O ustedes han conocido a un millonario que no gaste? El subsuelo,
entonces, para el que lo trabaja.
No hay revolución pendiente en este país más grande
que esta. Enmendemos nuestra Constitución y dejemos atrás formas jurídicas
pensadas en la explotación y no en el desarrollo. Ojalá que el lema sea:
“¡Campesino: el Estado no comerá más de tu pobreza!”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario