Escrito por Hugo Wiener Fresco
“No queremos que nos regalen
la plata”. He escuchado a muchos dirigentes afirmarlo enfáticamente. Pero a
continuación expresan con amargura su disconformidad con las actuales tasas de interés.
Algunos insisten que con estas tasas de interés no es posible desarrollar la
agricultura o la ganadería. Y otros más reclaman que sus cultivos solo podrían
prosperar con una tasa del 5% anual. ¿Es esto cierto?
En los últimos
años de existencia del Banco Agrario, a fines de los 80 y comienzo de los 90,
las tasas de interés que cobraba este banco eran negativas. Es decir, la tasa
de interés era sustancialmente menor que la inflación que por entonces – no hay
que olvidarlo- batía marcas mundiales. Los que vivieron esa época aciaga
recuerdan aunque no les sea fácil admitirlo, que solo una parte menor del
dinero que prestaba este banco con recursos públicos, se dedicaba realmente a
la producción agraria. Pero como reprocharle a los prestatarios de desviar los
fondos cuando no era posible prosperar en la hiperinflación, cuando los precios
de los productos del campo estaban controlados y a la zaga del resto.
En 1992 cerró el
Banco Agrario y por más de diez años, los productores agropecuarios debieron
arreglárselas con sus propios recursos o con préstamos con tasas de interés
superiores al 50% cuando la inflación ya había sido abatida. Para los
productores el ajuste fue muy recio. Algunos productores salieron del negocio
vendiendo o arrendando sus tierras. Otros continuaron subsistiendo con cultivos
y crianzas de bajo valor. Sin embargo, aún en ese escenario hostil el área en
producción continuó aumentando y un cultivo como el café duplicó su superficie.
He tenido la
oportunidad de escuchar también a algunos dirigentes sostener que la
caficultura peruana es esencialmente obra del esfuerzo de los productores
cafetaleros. No tengo dudas de que sea así. Aunque también es justo que se
reconozca la ayuda de la cooperación internacional y de programas del Ministerio
de Agricultura como fueron los casos de INCAGRO y AGROIDEAS que han contribuido
a capitalizar a muchas cooperativas del sector.
Diez años después
de liquidado el Banco Agrario se creó el Banco Agropecuario (Agrobanco). Éste
ha sido un banco marginal en todos estos años hasta que en los últimos dos está
intentando cumplir un papel más importante en el financiamiento del sector
agropecuario. El Agrobanco presta dinero a los productores para que lo
inviertan en la actividad agraria. El precio de sus créditos, es decir la tasa
de interés, se rige por dos criterios centrales: que cubra el costo de la
operación y que sea competitivo. Si este último criterio no se cumpliera, con
razón los productores clientes del Agrobanco, emigrarían a las otras entidades
financieras. Hoy ocurre lo contrario.
En el negocio
bancario, el costo de la operación está determinado por tres variables: (1) el
costo de los fondos que se prestan, es decir las tasas pasivas que debe pagar
la entidad financiera; (2) el tamaño y eficiencia de la operación (recursos
humanos y tecnología); y (3) la tasa de morosidad y las pérdidas por malas
colocaciones.
El costo del
fondeo depende de la confianza que despierte el banco entre sus ahorristas,
entre los otros bancos que le prestan o entre los inversionistas que compren
sus obligaciones. El Agrobanco como toda entidad financiera joven debe hacer
grandes esfuerzos para despertar la confianza de todos aquellos que le pueden
habilitar recursos. Es igual a lo que ocurre con cualquier prestatario de un banco.
Inicialmente la tasa que le asignan es elevada porque no lo conocen y el riesgo
es alto. Solo progresivamente la tasa se reduce. La confianza no se confiere,
se gana con mucho esfuerzo y se puede perder por un pequeño descuido.
La tasa interés a
la cual se fondea una institución describe la percepción que tiene el mercado
sobre la entidad. Por cierto, la tasa de fondeo de Agrobanco es por el momento,
mayor a 5%. Lo mismo ocurre con todas las empresas microfinancieras ¿Podrían
prestar a 5%? Por cierto que no.
Entonces un
dirigente desavisado afirma que el capital es del Estado no tiene costo. Se
equivoca, el dinero del Estado tiene precio como cualquier otro. Se ha
establecido que el costo en que incurre la sociedad (costo de oportunidad)
cuando el sector público extrae recursos de la economía para financiar
cualquiera de sus proyectos, denominado tasa social de descuento, es en la
actualidad de 9%. Esto a valores reales, sin inflación que no es nuestra
realidad. A la tasa nominal debe agregarse la variación de precios. Es decir,
el costo del dinero del Estado es mayor que el costo de obtener dinero en el
mercado. ¿Pero no se decía que no se quería dinero regalado?
Cualquier
inversión que no pudiera siquiera alcanzar la tasa de descuento social actual
sería por definición, una mala inversión. ¿Es el agro una inversión que
requiere del subsidio del Estado para ser viable? Felizmente no y basta con
hacer sencillos cálculos de flujos de pagos como efectúa regularmente el
Agrobanco, para darse cuenta que la producción agraria es rentable.
Asignarle dinero a
productores agrarios por debajo del costo de estos recursos es un subsidio que
alienta las malas prácticas. Ya tuvimos bastante de eso con el Banco Agrario
hasta 1992.
Cortesía: Foro Agronegocios
No hay comentarios:
Publicar un comentario