Humberto
Campodónico
Estudió Ingeniería
Industrial en la Universidad Nacional de Ingeniería. En 1977 obtuvo el Magíster
en Desarrollo Económico en la Universidad de París I Panthéon-Sorbonne. A su
regreso al Perú, trabajó en el Instituto Nacional de Planificación.
Desde 1978 es
catedrático en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, donde obtuvo el cargo de decano en el 2010.
Se desempeñó en el
Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo ( DESCO ) y en la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe ( CEPAL ), como investigador desde
1984 y como asesor en 2001 y 2002 respectivamente.
Fue asesor de
Ollanta Humala, presidente electo por las elecciones generales del Perú de 2011.
Recientemente fue designado como presidente de Petroperu.
Desde el 2003
hasta el 2012 hemos vivido el “súper ciclo” de precios de los productos
básicos. Así sucedió con los metales y minerales (cobre, zinc, plomo, plata,
hierro, oro), así como con los productos agrícolas (soya, maíz, trigo, arroz) y
el petróleo. Según la revista The Economist, el índice general de precios
de las materias primas se triplicó en dicho período, aunque en muchos casos
–como con el cobre– los precios se quintuplicaron.
La bonanza
económica causada por este “súper ciclo” desembocó en enormes ganancias para
los países productores, provocando un gran crecimiento económico. Como la
mayoría de las materias primas se producen en los países en desarrollo hemos
vivido una situación inédita: los países chicos crecían al doble que los
grandes industrializados y aumentaba su participación en el PBI mundial.
Pero no siempre
ha sido así. Dice “The Economist”: “El alza reciente ha revertido la tendencia
a la baja que duró un siglo. Los precios de las materias primas industriales
cayeron 80% en términos reales entre 1845 (cuando comenzamos los cálculos) y el
2002, año en que se llegó al punto más bajo. Pero buena parte del terreno
perdido en los últimos 150 años se recuperó en solo una década” (1).
Esta tendencia
decreciente real iba a contramano de teoría económica “ortodoxa”, que proclama
que todos los países ganan con el comercio pues, en el largo plazo, los precios
de todas las mercancías –ya sean materias primas o productos industrializados-
tienden a igualarse. Así, los países deben especializarse en la producción de
aquellos bienes que les ha proporcionado la naturaleza. No importa que entren a
la división internacional del trabajo en esa condición, porque el mercado y el
comercio internacional harán su tarea.
Fue
esta contradicción entre teoría y realidad la que llevó al economista argentino
Raúl Prebisch, primer jefe de la Cepal, a plantear en 1949 que “los países de
la periferia” debían industrializarse para aprovechar las ventajas de precios
que sí gozaban … los países desarrollados, pues no sufrían el declive constante
de las materias primas. Para ello, era necesario el apoyo del Estado con
políticas específicas, lo que se llamó “industrialización por sustitución de
importaciones”.
Por una serie de
motivos el modelo fracasó y, a principios de los 90, el auge de la economía
neoliberal post-crisis de la deuda externa lo denostó en todos sus aspectos.
Para el Consenso de Washington era la demostración de que solo el mercado lleva
al crecimiento y al desarrollo. Fuera el Estado.
Pero en el
Sudeste Asiático, desde mediados de los 70, varios países inician un
crecimiento notable: Corea del Sur, Taiwan, Singapur, Hong-Kong, los “cuatro
tigres”.
La
economista Alice Amsden –fallecida en el 2012– demostró (2) que no se debió al
libre mercado sino a políticas de Estado proindustrialización en alianza con
los grupos económicos nacionales: la “industrialización tardía” para
sustituir las exportaciones existentes por exportaciones industriales.
Aquí comienza la
recuperación de los precios de las materias primas, pues son vitales para la
ampliación de la base industrial y para la propia producción. La reversión
total de la tendencia se da con China en el tablero de la industrialización
mundial a mediados de los 80. China tiene más del 50% del consumo mundial de
hierro, carbón, plomo y zinc y más del 40% del aluminio, cobre y níquel. Dentro
de pocos años su PBI será igual al de EEUU.
La cuestión
central es que los cuatro tigres (después vinieron Indonesia, Malasia,
Filipinas, Tailandia) y China se han industrializado con políticas de Estado.
Eso no ha
sucedido en nuestra región donde nos hemos beneficiado del “boom” de precios de
las materias primas para vendérselas a ellos y para que nos las devuelvan como
productos industriales.
Por tanto, si
bien ellos y nosotros hemos tenido un “crecimiento exportador” no debemos
engañarnos.
A diferencia del
Sudeste Asiático nuestra canasta exportadora consiste, en un 60%, de materias
primas. Y, como dijo en Lima hace poco la Onudi “lo preocupante es que el
aporte al Valor Manufacturero de los países de América Latina bajó del 35 al
17% de 1992 al 2012 (…) La región se ha desindustrializado”.
Hemos sido
autocomplacientes (¿la teoría ortodoxa funciona “de chiripa” porque crece
China?) y estamos gozando de una prosperidad falaz, que solo durará lo que dure
el crecimiento chino (que ya muestra sus límites, por lo cual el Ministro
Castilla le prende velitas) y los flujos positivos de capitales.
El economista
José Antonio Ocampo y otros nos dicen que se acaba el súper ciclo.
Que no sea como
otras prosperidades como la del guano, salitre y caucho.
Dicho esto, hay
todavía tiempo de avanzar hacia una diversificación de la estructura productiva
y sentar las bases para un crecimiento sólido y no falaz. Que así sea.
(1) Crowded
out, 24/09/2011, http://www.economist.com/node/21528986
(2) Asia’s
Next Giant: South Korea and Late Industrialization, Oxford University Press,
1989.
José Rouillon Delgado
"POR LA UNIÓN DE LOS
PUEBLOS DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE"
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