Escribe: Claudia Cisneros
El Derecho es un invento
del hombre para asegurar la justicia y la convivencia social. Pero también lo
usan los corruptos para delinquir. Bastan dinero, desvergüenza e influencia
suficiente para asegurarse impunidad. Y esto es lo que acaba de pasar con el
caso Narcoindultos y su protagonista confeso, Alan García. Es un escándalo. Es
inconstitucional, ilegal e inmoral: un juez con probados vínculos apristas
pretende salvarle el pellejo al paladín de la antipolítica (http://goo.gl/UNdjrI). Un juez cuyos probados nexos
apristas lo obligaban por ley a abstenerse de participar en este caso. Un juez
que no merece ese título por la desfachatez, el favoritismo desvergonzado y el
desprecio a la justicia que ha mostrado votando para que se anulen todos los
informes de la Megacomisión del Congreso que investigó a García. Entre ellos,
el dictamen del proceso constitucional aprobado por el Congreso del caso
Narcoindultos.
El voto del juez Jesús
Manuel Soller Rodríguez es de tal descaro aprista, que jamás podrá considerarse
resolución definitiva. Es ilegal e inconstitucional, en forma y fondo, y lejos
de ayudar a García, debería terminar por ponerlo en su lugar.
Estos son los *vínculos
apristas de Soller que lo descalifican: fue nombrado juez por el propio Alan
García cuando los nombramientos eran políticos. Alan García fue su padrino de
doctorado en la U. San Martín de Porres. La esposa de Soller y sus 3 hermanos
son militantes apristas. Su hermano Luis Felipe Soller es incluso dirigente.
Pero hay más. Según ley, un juez con parientes hasta el 4to grado de
consanguinidad que estén relacionados a una de las partes del proceso, está
prohibido de intervenir en él. Igual si sus parientes hasta el 4to grado tienen
o han tenido algún interés o vínculo con una de las partes del proceso *(Art.
40, inciso 11, Ley de la Carrera Judicial). De hecho, es precisamente por
zurrarse en esa ley que la OCMA le *abrió un proceso disciplinario el 8 de
setiembre de este año, luego de la queja presentada por el IDL.
Han tenido también el
desparpajo de zurrarse en el Tribunal Constitucional, cuyos fallos son
precedentes que todo juez debe aplicar de manera obligatoria. Y el TC ya había
fallado sobre las funciones y alcances de las comisiones investigadoras del
Congreso, en el caso Alejandro Toledo (que también buscaba librarse de la
investigación). Pero pese a que el fallo del TC se aplica incluso a procesos en
trámite como el de García, esto ha sido olímpicamente ignorado.
¿Pero por qué Alan García
se ha atrevido a tanto esta vez para desaparecer los hallazgos de la
Megacomisión? Es el #FactorNarco, su Waterloo. Recordemos que en una sesión
reservada de la Megacomisión, Alan García dijo que pondría las manos al fuego
por Miguel Facundo Chinguel, ex presidente de la Comisión de Gracias Presidenciales
y aprista amigo suyo más de 30 años (http://goo.gl/SWrr3n).
Acusado de ser coautor de
una red de indultos a narcotraficantes a cambio de dinero, Chinguel entró a
prisión en junio del 2013 por los delitos de cohecho pasivo propio y asociación
ilícita. Mientras que quien firmó cada uno de esos indultos, Alan García, sigue
impune. García dijo en apremiada conferencia de prensa al reventar el
escándalo: “He trabajado miles de horas durante cientos de noches solamente con
el secretario del consejo de ministros que me alcanzaba los expedientes porque
esto es responsabilidad del presidente…”(https://goo.gl/btVlMZ).
Y ahora un juez de probados
nexos apristas lo ayuda a hacer lo de siempre: que la justicia no sirva para
hacer justicia, sino para salvarlo.
García interpuso un amparo
aduciendo que la Megacomisión no le detalló los tipos penales que se le
imputaban y que esos eran “requisitos mínimos”. Pero el TC *(Exp. N° 04968-2014-PHC/TC)
ya ha fijado posición respecto de la naturaleza procesal de los mecanismos de
control político: “no se puede exigir a una comisión investigadora que emita
una notificación tipificando delitos” por ser “una entidad de indagación
inicial” *(F.J. 55).
Por todo esto el voto del
juez Soller que salva a García es una afrenta a la justicia, a la Constitución
y a la democracia que no se debe conceder. El Congreso debe interponer un
proceso de amparo por la violación a la imparcialidad e independencia de este
proceso. El TC debe hacer valer su fallo vinculante y los políticos que dicen
estar en contra de la corrupción deben expresar públicamente su más alta
condena a esta afrenta contra los peruanos, la justicia y la calidad de nuestra
democracia.
(*)
Con información legal del IDL.
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