Los procesos
electorales son un excelente laboratorio para la observación de los miedos
colectivos en una sociedad.
Coordinadora de la especialidad de Historia de la PUCP
Los procesos electorales
son un excelente laboratorio para la observación del funcionamiento y difusión
de los miedos colectivos en una sociedad. A lo largo de nuestra historia
encontramos diversos temores que se han manifestado de manera evidente durante
las coyunturas electorales. Así tenemos, por ejemplo, el temor a los partidos
tachados de ‘rojos’ o comunistas, sobre todo en la época de la revolución rusa
de 1917, la revolución cubana de 1953 o, incluso, la actual elección
presidencial.
El miedo se define como un
sentimiento de inseguridad frente a una amenaza identificada, que puede ser
real o ficticia. Es decir, podría no existir tal amenaza, pero se percibe como
un elemento perturbador que pone en riesgo nuestra seguridad.
Casos como el temor a la
anarquía y la disolución del país fueron argumentos eficaces empleados por los
caudillos y grupos políticos conservadores en el siglo XIX para imponer
gobiernos autoritarios y represivos. Por eso, históricamente, durante las
elecciones se apela a través de diversas estrategias a los miedos irracionales
de la sociedad para influir en la política.
Estos temores pueden estar
dirigidos a un candidato presidencial, un partido político o un sector social
–que encarnaría aquello que más se teme–. Es el caso, por ejemplo, del miedo a
Ollanta Humala en las elecciones del 2006 por asociarlo, entre otras cosas, al
general Juan Velasco Alvarado y las medidas revolucionarias de su gobierno. O
también el temor al Apra desde su aparición como partido político hasta 1985,
cuando finalmente sube al poder.
También está el miedo a la
participación de las mujeres en la política, expresado en los debates sobre el
voto femenino, que recién se dio en 1956. Lo mismo que el debate entre
conservadores y liberales sobre el sufragio popular a mediados del siglo XIX,
donde se manifestó el temor al voto de indígenas, afrodescendientes y sectores
populares (miedo de las élites que se prolongó por décadas frenando el acceso
de gran parte de la población al voto).
El miedo al terrorismo es
uno de los principales temores que han operado en las elecciones presidenciales
en nuestro país, sobre todo en las décadas de 1990 y el 2000, y fue hábilmente
capitalizado por el fujimorismo. Esta situación también está ocurriendo hoy en
Europa ante el yihadismo y el terrorismo internacional, que ha fortalecido a
los partidos de derecha o neonazis.
Como vemos, los miedos
pueden ser instrumentalizados por el Estado, la Iglesia, los grupos de poder
económico o los partidos políticos para lograr sus propios fines. Para ello,
son difundidos por medios de comunicación no solo mediante noticias, sino
también rumores o datos falsos que alimentan los temores y se conectan con
prejuicios y estereotipos de la población.
Actualmente, en la sociedad
de la información resulta sencillo amplificar los temores mediante la
televisión, los periódicos o las redes sociales, que tienen un gran y efectivo
alcance en la sociedad en su conjunto.
La historia y los
historiadores tienen mucho que decir al respecto, pero lo más importante es que
para lograr una verdadera democracia y un adecuado ejercicio de la ciudadanía,
es necesario tener una actitud crítica frente a la información y ante nuestros
propios temores.
Diario El Comercio
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