Ollanta Humala y
Verónika Mendoza quisieran pasar a la historia como los refundadores arcaicos
de aquello que ya no encaja
Analista político
Ollanta Humala quiere refundar el Partido
Nacionalista, del cual renegó y se apartó Verónika Mendoza,
la candidata presidencial del Frente Amplio. Esta, a su vez, quiere refundar el
proyecto de “La gran transformación”, del cual renegó y se apartó Humala para aceptar, entre dientes, la
“hoja de ruta” democrática que le dio el triunfo electoral en el 2011.
Ambos, de vuelta al pasado.
De
pronto, el mismo Humala que, del lado de su esposa,
Nadine Heredia, ha puesto al Partido Nacionalista por las patas de los
caballos, debiendo inclusive retirarlo de la contienda electoral para salvar su
vigencia, se promete a sí mismo resucitarlo. La misma Mendoza, que hizo
mutis cuando Humala cambió “La gran transformación”
(mezcla del velasquismo estatista con el autoritarismo chavista) por la “hoja
de ruta” y se mantuvo leal a la pareja presidencial los primeros tres años del
régimen, persigue ahora, con el 3% de intención de voto real de la izquierda
que la postula, una reforma constitucional radical para cambiar el modelo
económico.
Estamos
ante dos personalidades que buscan rescatar lo que ellos mismos llevaron al
fracaso y descrédito. El Partido Nacionalista y “La gran transformación” no
solo fueron abandonados por Humala y Mendoza,
sino por todos sus demás creyentes y militantes.
Hoy
en día, un Humala, saliente del
gobierno, se propone recoger del piso las hilachas del Partido Nacionalista,
mientras Mendoza, aspirante a
gobernar, intenta sacar del canasto “La gran transformación”, que solo podría
imponerla disolviendo el Congreso del futuro, cuya mayoría estaría compuesta
por partidos con los que ella no podría concertar una sola reforma fundamental.
Ollanta
Humala y Verónika Mendoza quisieran pasar a la historia como los
refundadores arcaicos de aquello que ya no encaja en un siglo que demanda de la
política todo lo contrario: democracia, apertura, libertad, modernidad y
convivencia en medio de las diferencias. En el primer caso, ¿cómo podría ser la
refundación de una organización política que no pudo ser sostén ni del gobierno
ni de la propia pareja presidencial ni de la bancada parlamentaria oficialista
ni de la candidatura del pobre Daniel Urresti, arrastrado, junto con Daniel
Abugattás, a un ridículo político que no se merecía? En el segundo caso, ¿a
dónde conduciría la refundación de un proyecto de gobierno autoritario y
estatista que no tiene otro objetivo que liquidar el modelo económico vigente,
controlar los medios de producción y restringir las libertades civiles?
Si
quisiéramos dar el beneficio de la duda a Humala y Mendoza,
podríamos sugerirles fundar más bien un partido ejemplarmente superior a los
que representan Keiko Fujimori y Alan García. Por primera vez, un partido
realmente fuerte y representativo, antifujimorista y antiaprista, nos evitaría
el ‘outsider’ de turno o el aventurero de casualidad en cada carrera electoral.
Montarse
en una ola anti para ganar una elección es muy fácil. Lo hizo Toledo, lo hizo Humala.
No sabemos a quién le tocará hacerlo ahora. Lo que no se ha hecho es el gran
partido que encarne el anti de ahora, mañana o cualquier día.
Diario El Comercio
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