jueves, 17 de abril de 2014

Carrera literaria de Gabriel García Márquez



Periodismo

García Márquez comenzó su carrera como periodista mientras estudiaba derecho en la universidad. En 1948 y 1949 escribió para el diario El Universal de Cartagena. Desde 1950 hasta 1952, escribió una «caprichosa» columna con el seudónimo de «Septimus» para el periódico local El Heraldo de Barranquilla.[10] García Márquez tomó nota de su tiempo en El Heraldo. Durante este tiempo se convirtió en un miembro activo del grupo informal de escritores y periodistas conocidos como el Grupo de Barranquilla, una asociación que fue una gran motivación e inspiración para su carrera literaria. Trabajó con figuras como José Félix Fuenmayor, el catalán Ramón Vinyes, Alfonso Fuenmayor, Álvaro Cepeda Samudio, Germán Vargas, Alejandro Obregón, Orlando Rivera «Figurita» y Julio Mario Santo Domingo, entre otros.[17] García Márquez utilizaría, por ejemplo, a Ramón Vinyes, que sería representado como un «sabio catalán», propietario de una librería en Cien años de soledad. En esa época García Márquez leyó las obras de escritores como Virginia Woolf y William Faulkner, quien influyó a García Márquez en sus técnicas narrativas, los temas históricos y la utilización de localidades provinciales. El entorno de Barranquilla proporcionó a García Márquez una educación literaria al nivel mundial y una perspectiva única sobre la cultura del Caribe. Con respecto a su carrera del periodismo, Gabriel García Márquez ha mencionado que le sirvió como una herramienta para «no perder contacto con la realidad».[16]

A petición de Álvaro Mutis en 1954 García Márquez regresó a Bogotá a trabajar en El Espectador como reportero y crítico de cine. Un año después, García Márquez publicó en el mismo diario Relato de un náufrago, una serie de catorce crónicas sobre el naufragio del destructor A. R. C. Caldas, basándose en entrevistas con Luis Alejandro Velasco, joven marinero que sobrevivió al naufragio. La publicación de los artículos dio lugar a una controversia pública a nivel nacional cuando en el último escrito reveló la historia oculta, ya que desacreditó la versión oficial de los acontecimientos que había atribuido la causa del naufragio a una tormenta.[4] Como consecuencia de esta controversia, García Márquez fue enviado a París para ser corresponsal extranjero de El Espectador. Escribió sus experiencias en El Independiente, un periódico que sustituyó brevemente a El Espectador, durante el gobierno militar del general Gustavo Rojas Pinilla y que más tarde fue cerrado por las autoridades colombianas. Poco después, tras el triunfo de la revolución cubana en 1960, García Márquez viajó a La Habana, donde trabajó en la agencia de prensa creada por el gobierno cubano Prensa Latina e hizo amistad con Che Guevara.
 

En 1974 GGM, junto con intelectuales y periodistas de izquierda, funda Alternativa (revista) que duró hasta 1980 y marcó un hito en la historia del periodismo de oposición en Colombia. Para el primer número, Gabo escribió un artículo exclusivo sobre el bombardeo al palacio de La Moneda, en Santiago de Chile, lo que garantizó que se agotara la edición. Luego sería el único que firmaría los artículos.[23]
 
 

En 1994 junto con su hermano Jaime García Márquez, y Jaime Abello Banfi, GGM creó la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), que tiene como objetivo ayudar a jóvenes periodistas a aprender con maestros como Alma Guillermoprieto y Jon Lee Anderson, y estimular nuevas formas de hacer periodismo. La sede principal de la entidad está en Cartagena de Indias y García Márquez sigue siendo el presidente de la fundación.[24]

Sus primeras y principales publicaciones


Su primer cuento, La tercera resignación, fue publicado en 1947 en un periódico liberal de Bogotá llamado El Espectador. Un año después, empezó su trabajo de periodismo para el mismo periódico. Sus primeros trabajos eran todos cuentos publicados en el mismo periódico desde 1947 hasta 1952. Durante estos años publicó un total de quince cuentos.[17]

Gabriel García Márquez quería ser periodista y escribir novelas; también quería crear una sociedad más justa.[17] Para La hojarasca, su primera novela, le llevó varios años encontrar un editor. Finalmente se publicó en 1955, y aunque la crítica fue excelente, la mayor parte de la edición se quedó en bodega y el autor no recibió de nadie «ni un céntimo por regalías».[4] García Márquez señala que «de todo lo que había escrito, La hojarasca fue su favorita porque consideraron que era la más sincera y espontánea».[17]
 

Gabriel García Márquez tardó dieciocho meses en escribir Cien años de soledad.[17] El martes 30 de mayo de 1967 salió a la venta en Buenos Aires la primera edición de la novela. Tres décadas después se había traducido a 37 idiomas y vendido 25 millones de ejemplares en todo el mundo. «Fue un verdadero bombazo, que hizo explosión desde el primer día. El libro salió a las librerías sin ningún tipo de campaña publicitaria, la novela agotó su primera edición de 8000 copias a las dos semanas y pronto convirtió el título y su realismo mágico en el espejo del alma latinoamericana».[25] Cien años de soledad ha influido en casi todos los novelistas importantes en todo el mundo. La novela hace una crónica de la familia Buendía en el pueblo de Macondo, que fue fundado por José Arcadio Buendía. Puede ser considerada una obra de realismo mágico.[26]

El amor en los tiempos del cólera se publicó por primera vez en 1985. Está basada en las historias de dos parejas. La historia de la joven pareja formada por Fermina Daza y Florentino Ariza está inspirada en la historia de amor de los padres de García Márquez.[4] Sin embargo, como García Márquez explica en una entrevista: «La única diferencia es que mis padres se casaron. Y tan pronto como se casaron, ya no eran interesantes como figuras literarias».[15] El amor de los ancianos se basa en una historia que leyó en un periódico sobre la muerte de dos estadounidenses, de casi ochenta años de edad, que se reunían todos los años en Acapulco. Estaban en un barco y un día fueron asesinados por el barquero con sus remos. García Márquez señala: «A través de su muerte, la historia de su romance en secreto se hizo conocida. Yo estaba fascinado con ella. Estaban cada uno casado con otra persona».[15]

Trabajos recientes


En 2002, García Márquez publicó el libro de memorias Vivir para contarla, el primero de los tres volúmenes de sus memorias, que el escritor había anunciado como:

Empieza con la vida de mis abuelos maternos y los amores de mi padre y mi madre a principios del siglo, y termina en 1955 cuando publiqué mi primer libro, La hojarasca, hasta viajar a Europa como corresponsal de El Espectador. El segundo volumen seguirá hasta la publicación de Cien años de soledad, más de veinte años después. El tercero tendrá un formato distinto, y sólo serán los recuerdos de mis relaciones personales con seis o siete presidentes de distintos países.[18]

La novela, Memoria de mis putas tristes, apareció en 2004 y es una historia de amor que sigue el romance de un hombre de noventa años y su pubescente concubina. Este libro causó controversia en Irán, donde se prohibió después de 5000 ejemplares impresos y vendidos. En México una ONG amenazó con demandar al escritor por hacer apología de la prostitución infantil.[27]
 

Estilo


Si bien hay ciertos aspectos que casi siempre los lectores pueden esperar encontrar en la obra de García Márquez, como el humor, no hay un estilo claro y predeterminado, de plantilla. En una entrevista con Marlise Simons, García Márquez señaló:

En cada libro intento tomar un camino diferente [...]. Uno no elige el estilo. Usted puede investigar y tratar de descubrir cuál es el mejor estilo para un tema. Pero el estilo está determinado por el tema, por el ánimo del momento. Si usted intenta utilizar algo que no es conveniente, apenas no resultará. Entonces los críticos construyen teorías alrededor de esto y ven cosas que yo no había visto. Respondo solamente a nuestro estilo de vida, la vida del Caribe.[28]

García Márquez también es conocido por dejar fuera detalles y eventos aparentemente importantes de tal manera que el lector se ve obligado a cumplir un papel más participativo en la historia desarrollada. Por ejemplo, en El coronel no tiene quien le escriba de los personajes principales no se dan nombres. Esta práctica se ve influida por las tragedias griegas, como Antígona y Edipo rey, en el que ocurren eventos importantes fuera de la representación que se dejan a la imaginación del público.[11]

 

 

Temas importantes


La soledad

El tema de la soledad atraviesa gran parte de las obras de García Márquez. Pelayo observa que «"El amor en los tiempos del cólera, como todos los trabajos de Gabriel García Márquez, explora la soledad de la persona y de la especie humana... retrato a través de la soledad del amor y de estar en amor».[29]

Plinio Apuleyo Mendoza le preguntó: «Si la soledad es el tema de todos sus libros ¿dónde debemos buscar las raíces de este exceso? ¿En su infancia tal vez?».García Márquez respondió: «Creo que es un problema que todo el mundo tiene. Toda persona tiene su propia forma y los medios de expresar la misma. La sensación impregna la labor de tantos escritores, aunque algunos de ellos pueden expresar lo inconsciente».[1]

En su discurso de aceptación del Premio Nobel, La soledad de América Latina, se refiere a este tema de la soledad relacionado con América Latina: «La interpretación de nuestra realidad a través de los patrones, no los nuestros, sólo sirve para hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios».[30]
 
 

 
Macondo

Otro tema importante en la obra de García Márquez es la invención de la aldea que él llama Macondo. Él usa su ciudad natal de Aracataca (Colombia), como una referencia geográfica para crear esta ciudad imaginaria, pero la representación del pueblo no se limita a esta área específica. García Márquez comparte: «Macondo no es tanto un lugar como un estado de ánimo».[1]

Este pueblo de ficción se ha vuelto notorio conocido en el mundo literario y «su geografía y los habitantes son constantemente invocados por profesores, políticos y agentes» [...] que hacen «difícil de creer que es una pura invención».[31] En La hojarasca, García Márquez describe la realidad del «auge del banano» en Macondo, que incluyen un período aparente de «gran riqueza» durante la presencia de empresas de los Estados Unidos, y un período de depresión con la salida de las empresas estadounidenses relacionadas con el banano. Además, Cien años de soledad se lleva a cabo en Macondo y narra la historia completa de esta ciudad ficticia desde su fundación hasta su desaparición con el último Buendia.[32]

En su autobiografía, García Márquez explica su fascinación por la palabra y el concepto Macondo cuando describe un viaje que hizo con su madre de vuelta a Aracataca:

El tren se detuvo en una estación que no tenía ciudad, y un rato más tarde pasó la única plantación de banano a lo largo de la ruta que tenía su nombre escrito en la puerta: Macondo. Esta palabra ha atraído mi atención desde los primeros viajes que había hecho con mi abuelo, pero sólo he descubierto como un adulto que me gustaba su resonancia poética. Nunca he oído decir, y ni siquiera me pregunto lo que significa... me ocurrió al leer en una enciclopedia que se trata de un árbol tropical parecido a la ceiba"[4]

Según algunos académicos, Macondo —la ciudad fundada por José Arcadio Buendía en Cien años de soledad— solamente existe como resultado del lenguaje. La creación de Macondo es totalmente condicionada a la existencia de la palabra escrita. En la palabra —como instrumento de comunicación— se manifiesta la realidad, y permite al hombre de lograr una unión con circunstancias independientes de su entorno inmediato.[33]

Violencia y cultura

En varias de las obras de García Márquez, entre ellas El coronel no tiene quien le escriba, La mala hora y La hojarasca, hay sutiles referencias sobre «La Violencia», esa guerra civil entre conservadores y liberales que se prolongó hasta los años sesenta, causando la muerte de varios cientos de miles de colombianos. Son referencias a situaciones injustas que viven diversos personajes, como por ejemplo el toque de queda o la censura de prensa. La mala hora, que no es una de las novelas más famosas de García Márquez, destaca por su representación de la violencia con una imagen fragmentada de la desintegración social provocada por la violencia. Se puede decir que en estas obras «la violencia se convierte en cuento, a través de la aparente inutilidad de tantos episodios de sangre y muerte».[16]

Sin embargo, aunque García Márquez describe la naturaleza corrupta y las injusticias de esa época de la Violencia en Colombia, se niega a usar su trabajo como una plataforma de propaganda política. «Para él, el deber del escritor revolucionario es escribir bien, y el ideal es una novela que mueve al lector por su contenido político y social, y al mismo tiempo por su poder para penetrar en la realidad y exponer su otra cara».[32]

En las obras de García Márquez se puede encontrar también una «obsesión por captar la identidad cultural latinoamericana y particularizar los rasgos del mundo caribeño».[34] Así mismo, trata de deconstruir las normas sociales que establecidas en esta parte del mundo. Como ejemplo, el carácter de Meme en Cien años de soledad puede ser visto como una herramienta para criticar las convenciones y prejuicios de la sociedad. En este caso, ella no conforma a la ley convencional que «las jóvenes deben llegar vírgenes al matrimonio» porque ha tenido una relación ilícita con Mauricio Babilonia.[16] Se puede ver otro ejemplo de esta crítica de las normas sociales a través de la relación amorosa entre Petra Cotes y Aureliano Segundo. Al final de la obra —cuando los protagonistas son viejos— se enamoran más profundamente que antes. Así, García Márquez está criticando la imagen mostrada por la sociedad de que «los viejos no pueden amar».[16]
 

Influencias literarias


En su juventud, al asociarse al grupo de Barranquilla, Gabriel García Márquez comenzó a leer la obra de Ernest Hemingway, James Joyce, Virginia Woolf y, más importante, de William Faulkner de quien GGM recibe una trascendente influencia reconocida explícitamente por el mismo cuando en su discurso de recepción del premio Nobel menciona: "mi maestro William Faulkner".[30] En la obra de Gabriel García Márquez titulada Nabo, el negro que hizo esperar a los ángeles publicado en 1951, ya aparecen elementos similares a los de Faulkner como la ambigüedad deliberada y una pintura temprana de la soledad.[32]

También emprendió un estudio de las obras clásicas, encontrando enorme inspiración en la obra de Edipo Rey de Sófocles de quien, en muchas ocasiones, Gabriel García Márquez ha expresado su admiración por sus tragedias y utiliza una cita de Antígona al principio de su obra La hojarasca cuya estructura se ha dicho también que tiene la influencia del dilema moral de Antígona.[32]

En una entrevista a Juan Gustavo Cobo Borda en 1981, García Márquez confesó que el movimiento poético iconoclasta denominado "Piedra y cielo" (1939) fue fundamental para él, afirmando que:

"La verdad es que si no hubiera sido por “Piedra y Cielo”, no estoy muy seguro de haberme convertido en escritor. Gracias a esta herejía pude dejar atrás una retórica acartonada, tan típicamente colombiana....Creo que la importancia histórica de “Piedra y Cielo” es muy grande y no suficientemente reconocida... Allí no sólo aprendí un sistema de metaforizar, sino lo que es más decisivo, un entusiasmo y una novelería por la poesía que añoro cada día más y que me produce una inmensa nostalgia."[35]
 
 

Realismo y realismo mágico


Artículo principal: Realismo mágico

Como autor de ficción, García Márquez es siempre asociado con el realismo mágico. De hecho, es considerado la figura central de este género. El realismo mágico se usa para describir elementos que tienen, como es el caso en los trabajos de este autor, la yuxtaposición de la fantasía y el mito con las actividades diarias y ordinarias.

El realismo es un tema importante en todas las obras de García Márquez. Él ha dicho que sus primeros trabajos (con la excepción de La hojarasca), como El coronel no tiene quien le escriba, La mala hora y Los funerales de la Mamá Grande, reflejan la realidad de la vida en Colombia y este tema determina la estructura racional de los libros. Dice: "No me arrepiento de haberlas escrito, pero pertenecen a un tipo de literatura premeditada que ofrecen una visión de la realidad demasiado estática y exclusiva".[1]

En sus otras obras ha experimentado más con enfoques menos tradicionales a la realidad, de modo que «lo más terrible, lo más inusual se dice con expresión impasible».[32] Un ejemplo comúnmente citado es la ascensión espiritual y física al cielo de un personaje mientras está colgando la ropa para secar, en Cien años de soledad. El estilo de estas obras se inscribe en el concepto de lo «real maravilloso» descrito por el escritor cubano Alejo Carpentier y ha sido etiquetado como realismo mágico.[36] El crítico literario Michael Bell propone una interpretación alternativa para el estilo de García Márquez, por cuanto la categoría de realismo mágico ha sido criticada por ser dicotomizadora y exotizadora: «Lo que está realmente en juego es una flexibilidad psicológica que es capaz de habitar nada sentimentalmente el mundo diurno mientras se mantiene abierta a las incitaciones de aquellos dominios que la cultura moderna tiene, por su propia lógica interna, necesariamente marginalizados o reprimidos».[29] García Márquez y su amigo Plinio Apuleyo Mendoza discuten su trabajo de un modo similar, «El tratamiento de la realidad en tus libros... ha recibido un nombre, el de realismo mágico. Tengo la impresión de que tus lectores europeos suelen advertir la magia de las cosas que tú cuentas, pero no ven la realidad que las inspira. Seguramente porque su racionalismo les impide ver que la realidad no termina en el precio de los tomates o de los huevos.[1]

García Márquez crea un mundo tan semejante al cotidiano pero al mismo tiempo totalmente diferente a ello. Técnicamente, es un realista en la presentación de lo verdadero y de lo irreal. De algún modo trata diestramente una realidad en la que los límites entre lo verdadero y el fantástico se desvanecen muy naturalmente.[32]

García Márquez considera que la imaginación no es sino un instrumento de la elaboración de la realidad y que una novela es la representación cifrada de la realidad y a la pregunta de si todo lo que escribe tiene una base real, ha contestado[1] :

No hay comentarios:

Publicar un comentario