Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición
2330 de la revista ‘Caretas’.
Efectista
y desacertada
La impresionante
redada contra el Movadef, que tuvo lugar la semana pasada, haría pensar, a juzgar
por los recursos movilizados, que el Gobierno peruano reaccionó en todos los
frentes ante un peligro mayor, claro e inminente.
Por: Gustavo
Gorriti
Director de
IDL REPORTEROS
Sobre
todo si se la compara con la extraña negligencia que mantuvo en otros casos
urgentes en el ámbito de seguridad.
Uno, por
ejemplo, es el crecimiento explosivo de narcovuelos, especialmente en el VRAE,
que han alcanzado dimensiones tales como para considerar reconstruido, (por más
que sea en otra dirección) el puente aéreo que marcó el auge del narcotráfico
desde comienzos de la década de 1980 hasta mediados de los 90.
Otro es
la virulencia con que ha crecido el crimen organizado, especialmente el más
violento. Lo peligroso de ese fenómeno es que no se trata de un proceso lento,
sino uno que suele desencadenarse con rapidez y que una vez afianzado resulta
mucho más difícil de enfrentar que cuando todavía es incipiente.
Ninguno
de estos dos problemas ha sido enfrentado, salvo esfuerzos meritorios pero
aislados, por este Gobierno con seriedad, responsabilidad y, menos aún, con eficiencia.
Entonces,
al ver el aparatoso despliegue de la redada contra el Movadef, pensé que de
repente el Gobierno sabía algo que los demás ignorábamos hasta ese momento.
Así que
me pregunté y me pregunto de nuevo: en el caso del Movadef, ¿hay algún peligro
real, nuevo, inminente? ¿Hay algo que no se conozca?
Hasta
donde he podido ver, no hay nada que no se haya sabido una y cien veces.
El hecho
es que se movilizó los recursos operativos más selectos del Estado para
capturar a gente que hace vida pública y que no está en la clandestinidad. Al
ver los arrestos, además, daba la impresión de que alguien había tenido una
mala lectura de González Prada y estaba llevando a cabo una guerra alucinada
contra la geriatría.
Lanzar a
fuerzas combinadas de la Policía y de la Fuerza Armada, junto con decenas de
fiscales, contra una organización derrotada, vencida, con un porcentaje muy
alto de presos y de viejos, varios de ellos en franca entropía vital, no tiene
sentido.
¿Qué el
mensaje de estos viejos ha calado en algunos jóvenes que desconocen o no
conocen bien el pasado terrible de la guerra interna? Es verdad. Pero, ¿Cuál es
ahora ese mensaje? ¿Existe alguna prueba, luego de todas las investigaciones,
de que se esté organizando a esos jóvenes desorientados, hacia la violencia,
que se los esté preparando para la insurrección? Ninguna. No la hay en ninguno
de los documentos que explican y justifican esa operación.
Debo
decir que no tengo duda sobre la relación estrecha y subordinada que existe
entre el Movadef y el PCP-SL que dirige Abimael Guzmán. Aquél es, en mi
opinión, un ‘organismo generado’ que sigue con disciplina los objetivos del
PCP-SL de Guzmán.
Pero la
pregunta por responder es ¿Cuáles son ahora esos objetivos?
“Perseo
2014” revela la respuesta equivocada a esa pregunta a través de una ceguera
histórica: el intento de ignorar cambios fundamentales ocurridos desde 1992
hasta ahora.
Se actúa
como si el SL de Guzmán fuera todavía una organización en guerra o conspirando
para volver a ella.
Pero la
realidad es que el SL de Guzmán es una organización derrotada, que reconoce su
derrota e intenta concretar “un acuerdo de paz” desde 1993.
Lo que
hasta entonces había sido la proclama radical y disyuntiva de la inevitabilidad
de la guerra y la predeterminación del triunfo, se convirtió en la constatación
de la derrota. Y en la aceptación de la misma.
El
llamado “pensamiento Gonzalo” posterior a las negociaciones con Montesinos y
sus asesores, no tiene nada que ver con lo que antes pasaba como tal.
Abimael
Guzmán consiguió parar intelectualmente de cabeza a su organización,
persuadirla de la necesidad de creer en y defender posiciones que antes
hubieran resultado anatema. El otrora ardiente enemigo del revisionismo terminó
revisando todo. Y tan fuerte fue el culto a la personalidad en su organización,
que la mayoría de sus militantes lo siguió.
Desde que
abortaran las conversaciones con Montesinos y Fujimori hasta ahora, pasaron
muchos años. Creo que tanto Abimael Guzmán como Elena Iparraguirre asumen que
morirán en prisión. Los otros condenados a cadena perpetua, también.
Buena
parte de lo que ahora esperan es negociar mejoras en las condiciones
penitenciarias para los que seguirán en prisión así como la libertad para los
que cumplieron sus condenas. ¿Tienen derecho a pedir hablar sobre eso y
discutirlo? Por supuesto que lo tienen.
Están
vencidos, doblegados y han sido castigados con la mayor dureza que establece la
ley. Los que quedan en prisión buscan condiciones más dignas de encierro; y los
que han salido en libertad, reclaman la posibilidad de ejercer derechos
básicos, como el de trabajar y expresarse libremente. Mientras sea un ejercicio
pacífico y legal de esos derechos, ¿qué razón hay en denegarlos?
¿Que no
han pedido perdón ni han reconocido públicamente su sangriento error y que
tampoco han proclamado su lealtad a la democracia constitucional y su repudio
perpetuo a la vía de las armas?
Es verdad
que no lo han hecho en forma lo suficientemente clara. Pero, ¿ha habido alguien
dentro del Estado que lo haya demandado dentro de un mínimo proceso de diálogo?
¿Que con ellos no hay nada que conversar? ¿Y por qué nadie de la ultraderecha
protestó cuando hubo las conversaciones, Frank Sinatra y torta de chocolate de
por medio, con Montesinos?
"La
Historia con frecuencia entierra causas e ideas incluso antes de enterrar a las
personas"
¿Qué esa
es una táctica de engaño del senderismo que practica “la guerra sin tiempo” y
que esperará pacientemente a salir en libertad para volver a la vía de las
armas?
Esa es
una falacia. No existe la “guerra sin tiempo”.
Hay
guerras de toda duración, desde las muy cortas hasta las muy prolongadas. Pero
toda guerra tiene un comienzo y un fin. Las protagonizan seres humanos
insertados dentro de la Historia, que con frecuencia entierra causas e ideas
incluso antes de enterrar a las personas. Y, pase lo que pase, estas
eventualmente envejecen, declinan y mueren.
En el
caso de los senderistas, han pagado y saben que van a seguir pagando el precio
de la derrota. Han querido negociar algunos términos de la misma con el Estado,
y no han logrado interlocutor. Ha sido un error. Otras naciones, que han
manejado contrainsurgencias inteligentes en el nivel político, han aceptado
rendiciones después de largas guerras insurgentes y logrado el mejoramiento de
condiciones de rendición o encierro a cambio de claras ventajas para la
sociedad y el Estado.
Por lo
pronto, el hecho es que entre los cientos de senderistas que salieron en
libertad por cumplimiento de condena, el porcentaje de gente que volvió al
camino de la violencia armada (política o criminal) es prácticamente
inexistente.
Escribiré
más sobre este tema en el futuro próximo. Concluyo con lo que para mí es
evidente: en medio de problemas importantes de seguridad, que se agravan, la
acción del Gobierno contra el Movadef fue efectista y errada.
Si se
patea a un adversario vencido, la persecución exagerada crea un sentimiento de
simpatía en muchos, que puede tornarse en solidaridad. Y el efímero efecto se
esfumará entre la maraña de serios problemas desatendidos, ayer urgentes,
mañana graves♦
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