Militancia e ideología
En 1983, cuando se le
preguntó a Gabriel García Márquez: «¿Es usted comunista?» el escritor
respondió: «Por supuesto que no. No lo soy ni lo he sido nunca. Ni tampoco he
formado parte de ningún partido político».[41]
García Márquez contó a su amigo Plinio Apuleyo Mendoza: «Quiero que el mundo
sea socialista y creo que tarde o temprano lo será».[42]
Según Ángel Esteban y Stéphanie Panichelli, «Gabo entiende por socialismo un
sistema de progreso, libertad e igualdad relativa» donde saber es, además de un
derecho, un izquierdo (hay un juego de palabras que ambos autores utilizan para
titular el capítulo de su libro: "Si saber no es un derecho, seguro será
un izquierdo").[9]
García Márquez ha viajado a muchos países socialistas como Polonia,
Checoslovaquia, Alemania del Este, la Unión Soviética, Hungría, y después
escribió algunos artículos, mostrando su «desacuerdo con lo que allí ocurría».[43]
En 1971, en una entrevista para la revista "Libre" (que patrocinaba)
declaró: «Yo sigo creyendo que el socialismo es una posibilidad real, que es la
buena solución para América Latina, y que hay que tener una militancia más
activa».[44]
En 1959 García
Márquez fue corresponsal en Bogotá de la agencia de prensa Prela
(Prensa Latina) creada por el gobierno cubano después del comienzo de la
revolución cubana para informar sobre los acontecimientos en Cuba. Allí «tenía
que informar objetivamente sobre la realidad colombiana y difundir a la vez
noticias sobre Cuba y su trabajo consistía en escribir y enviar noticias a La
Habana. Era la primera vez que García Márquez hacia periodismo verdaderamente
político».[9]
Más tarde, en 1960, fundó con su amigo Plinio Apuleyo Mendoza una revista
política, Acción Liberal, que quebró después de publicarse tres números.[45]
Amistad con Fidel
Castro
Gabriel García
Márquez conoció a Fidel Castro en enero de 1959 pero su amistad se formó
después, cuando García Márquez estaba trabajando con Prensa Latina, viviendo en
La Habana y se vieron de nuevo varias veces. Después de conocer a Castro, «Gabo
estaba convencido de que el líder cubano era diferente a los caudillos, héroes,
dictadores o canallas que habían pululado por la historia de Latinoamérica
desde el siglo XIX, e intuía que solo a través de él esa revolución, todavía
joven, podría cosechar frutos en el resto de los países americanos».[9]
Según Panichelli
y Esteban, «ejercer un poder es uno de los placeres más reconfortantes que el
hombre puede sentir», y ellos piensan que eso es el caso con García Márquez
«hasta una edad madura». Por eso, se ha cuestionado la amistad entre García
Márquez y Castro y si es un resultado de la admiración de García Márquez por el
poder.[9]
Jorge Ricardo Masetti, exguerrillero y
periodista argentino, piensa que Gabriel García Márquez «es un hombre a quien
le gusta estar en la cocina del poder».[9]
En opinión de César
Leante, García Márquez tiene algo de obsesión con los caudillos
latinoamericanos. También dice que «El apoyo incondicional de García Márquez a
Fidel Castro cae en buena parte dentro del campo psicoanalítico […] cual es la
admiración que el criador del Patriarca ha sentido, siempre y desmesuradamente,
por los caudillos latinoamericanos brotados de las montoneras. Verbigracia, el
coronel Aureliano Buendía, pero sobre todo el innominado dictador caribeño que
como Fidel Castro envejece en el poder». Dice Leante que García Márquez «es
considerado en Cuba como una especie de ministro de cultura, jefe de
cinematografía y embajador plenipotenciario, no del Ministerio de Relaciones
Exteriores, sino directamente de Castro, que lo emplea para misiones delicadas
y confidenciales que no encarga a su diplomacia».[46]
Luis Cebrián ha
llamado a Gabriel García Márquez «un mensajero político», debido a sus
artículos.[43]
Según el
británico Gerald Martin, quien publicó en 2008 la primera biografía autorizada
del novelista, García Márquez siente una «enorme fascinación por el poder».
Señala que «Él ha querido ser siempre testigo del poder y es justo decir que
esa fascinación no es gratuita, sino que persigue determinados objetivos» y
menciona que muchos consideran como excesiva su proximidad al líder cubano Fidel
Castro.[10]
Martin recuerda que también se ha relacionado con Felipe
González (expresidente del Gobierno español) o con Bill
Clinton (expresidente de Estados Unidos) pero «todo el mundo se fija sólo
en su relación con Castro».[47]
Por otra parte,
el diplomático, periodista, biógrafo y compadre del
Nobel, Plinio Apuleyo Mendoza señala que «Él es
amigo de Castro, pero no creo que sea partidario del sistema, porque nosotros
visitamos el mundo comunista y quedamos muy desencantados».[48]
Mediaciones y
apoyos políticos
García Márquez
participó como mediador en las conversaciones de paz adelantadas entre el Ejército de Liberación
Nacional (ELN) y el gobierno colombiano que tuvieron lugar en Cuba y entre el
gobierno de Belisario Betancourt y el grupo M-19; igualmente
participó en el proceso de paz entre el gobierno de Andrés
Pastrana y la guerrilla de las FARC que sin embargo fracasó.[49]
En el 2006 García
Márquez se unió a la lista de prominentes figuras de América Latina como Pablo Armando Fernández, Ernesto
Sabato, Mario Benedetti, Eduardo
Galeano, Thiago de Mello, Frei Betto,
Carlos Monsiváis, Pablo
Milanés, Ana Lydia Vega, Mayra
Montero y Luis Rafael Sánchez que apoyan la independencia
de Puerto
Rico, a través de su adhesión a la "Proclama de Panamá" aprobada
por unanimidad en el Congreso
Latinoamericano y Caribeño por la Independencia de Puerto Rico, celebrado
en Panamá en noviembre de 2006.[50]
La política en sus
obras
La política
desempeña un papel importante en las obras de García Márquez, en las que
utiliza representaciones de varios tipos de sociedades con diferentes formas
políticas para presentar sus opiniones y creencias con ejemplos concretos,
aunque sean ejemplos ficticios. Esa diversidad de maneras con que García
Márquez representa al poder político es una muestra de la importancia de la
política en sus obras. Una conclusión que puede ser derivada de sus obras es
que «la política puede extenderse más allá o más acá de las instituciones
propias del poder político».[8]
Por ejemplo, en
su obra Cien años de soledad tenemos la representación
de un lugar «donde no existe todavía un poder político consolidado y no hay,
por lo tanto, ley en el sentido de precepto votado por el Congreso y sancionado
por el presidente, que regule las relaciones entre los hombres, entre estos y
el poder público y la constitución y funcionamiento de este poder».[8]
En contraste, la representación del sistema político en El otoño del patriarca es la de una dictadura, en
la que el líder es grotesco, corrupto y sanguinario y con un poder tan grande
que alguna vez preguntó qué hora es y le habían contestado la que usted ordene,
mi general».[8]
La primera novela
de García Márquez La mala hora puede ser una referencia a la dictadura
de Gustavo Rojas Pinilla y representa la tensión
política y la opresión en un pueblo rural, cuyo habitantes aspiran a la
libertad y la justicia pero sin éxito en conseguir ninguna de las dos.[17]
No hay comentarios:
Publicar un comentario