Periodismo
García Márquez
comenzó su carrera como periodista mientras estudiaba derecho
en la universidad. En 1948
y 1949
escribió para el diario El Universal de Cartagena. Desde 1950 hasta 1952,
escribió una «caprichosa» columna con el seudónimo de «Septimus» para el
periódico local El Heraldo de Barranquilla.[10]
García Márquez tomó nota de su tiempo en El Heraldo. Durante este tiempo
se convirtió en un miembro activo del grupo informal de escritores y
periodistas conocidos como el Grupo de Barranquilla, una
asociación que fue una gran motivación e inspiración para su carrera literaria.
Trabajó con figuras como José Félix Fuenmayor, el catalán
Ramón
Vinyes, Alfonso Fuenmayor,
Álvaro Cepeda Samudio, Germán
Vargas, Alejandro Obregón, Orlando
Rivera «Figurita» y Julio Mario Santo Domingo,
entre otros.[17]
García Márquez utilizaría, por ejemplo, a Ramón Vinyes, que sería representado
como un «sabio catalán», propietario de una librería en Cien años de soledad. En
esa época García Márquez leyó las obras de escritores como Virginia
Woolf y William Faulkner, quien
influyó a García Márquez en sus técnicas narrativas, los temas históricos y la
utilización de localidades provinciales. El entorno de Barranquilla
proporcionó a García Márquez una educación literaria al nivel mundial y una
perspectiva única sobre la cultura del Caribe. Con respecto a su carrera del
periodismo, Gabriel García Márquez ha mencionado que le sirvió como una
herramienta para «no perder contacto con la realidad».[16]
A petición de Álvaro
Mutis en 1954
García Márquez regresó a Bogotá a trabajar en El Espectador como
reportero y crítico de cine. Un año después, García Márquez publicó en el mismo
diario Relato de un náufrago, una
serie de catorce crónicas sobre el naufragio del destructor A. R. C.
Caldas, basándose en entrevistas con Luis Alejandro Velasco, joven marinero
que sobrevivió al naufragio. La publicación de los artículos dio lugar a una
controversia pública a nivel nacional cuando en el último escrito reveló la
historia oculta, ya que desacreditó la versión oficial de los acontecimientos
que había atribuido la causa del naufragio a una tormenta.[4]
Como consecuencia de esta controversia, García Márquez fue enviado a París
para ser corresponsal extranjero de El Espectador. Escribió sus
experiencias en El Independiente, un periódico que sustituyó brevemente
a El Espectador, durante el gobierno militar del general Gustavo Rojas Pinilla y que
más tarde fue cerrado por las autoridades colombianas. Poco después, tras el
triunfo de la revolución cubana en 1960, García Márquez viajó a La
Habana, donde trabajó en la agencia de prensa creada por el gobierno
cubano Prensa Latina e hizo amistad
con Che
Guevara.
En 1974 GGM,
junto con intelectuales y periodistas de izquierda, funda Alternativa (revista) que duró
hasta 1980 y marcó un hito en la historia del periodismo de oposición en Colombia.
Para el primer número, Gabo escribió un artículo exclusivo sobre el bombardeo
al palacio de La Moneda, en Santiago de Chile, lo que garantizó que se agotara
la edición. Luego sería el único que firmaría los artículos.[23]
En 1994 junto
con su hermano Jaime García Márquez, y Jaime Abello Banfi, GGM creó la Fundación
Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), que tiene como objetivo
ayudar a jóvenes periodistas a aprender con maestros como Alma Guillermoprieto y Jon
Lee Anderson, y estimular nuevas formas de hacer periodismo. La sede
principal de la entidad está en Cartagena de Indias y García
Márquez sigue siendo el presidente de la fundación.[24]
Sus primeras y principales publicaciones
Su primer cuento,
La tercera resignación, fue publicado en 1947 en un periódico liberal de
Bogotá llamado El Espectador. Un año después, empezó su trabajo de
periodismo para el mismo periódico. Sus primeros trabajos eran todos cuentos
publicados en el mismo periódico desde 1947 hasta 1952. Durante estos años
publicó un total de quince cuentos.[17]
Gabriel García
Márquez quería ser periodista y escribir novelas; también quería crear una
sociedad más justa.[17]
Para La
hojarasca, su primera novela, le llevó varios años encontrar un
editor. Finalmente se publicó en 1955, y aunque la crítica fue excelente, la
mayor parte de la edición se quedó en bodega y el autor no recibió de nadie «ni
un céntimo por regalías».[4]
García Márquez señala que «de todo lo que había escrito, La hojarasca
fue su favorita porque consideraron que era la más sincera y espontánea».[17]
Gabriel García
Márquez tardó dieciocho meses en escribir Cien años de soledad.[17]
El martes 30 de mayo de 1967 salió a la venta en Buenos Aires la primera
edición de la novela. Tres décadas después se había traducido a 37 idiomas y
vendido 25 millones de ejemplares en todo el mundo. «Fue un verdadero bombazo,
que hizo explosión desde el primer día. El libro salió a las librerías sin
ningún tipo de campaña publicitaria, la novela agotó su primera edición de
8000 copias a las dos semanas y pronto convirtió el título y su realismo
mágico en el espejo del alma latinoamericana».[25]
Cien años de soledad ha influido en casi todos los novelistas
importantes en todo el mundo. La novela hace una crónica de la familia Buendía
en el pueblo de Macondo, que fue fundado por José Arcadio Buendía. Puede ser
considerada una obra de realismo mágico.[26]
El amor en los tiempos
del cólera se publicó por primera vez en 1985. Está
basada en las historias de dos parejas. La historia de la joven pareja formada
por Fermina Daza y Florentino Ariza está inspirada en la historia de amor de
los padres de García Márquez.[4]
Sin embargo, como García Márquez explica en una entrevista: «La única
diferencia es que mis padres se casaron. Y tan pronto como se casaron, ya no
eran interesantes como figuras literarias».[15]
El amor de los ancianos se basa en una historia que leyó en un periódico sobre
la muerte de dos estadounidenses, de casi ochenta años de edad, que se reunían
todos los años en Acapulco. Estaban en un barco
y un día fueron asesinados por el barquero con sus remos. García Márquez
señala: «A través de su muerte, la historia de su romance en secreto se hizo
conocida. Yo estaba fascinado con ella. Estaban cada uno casado con otra
persona».[15]
Trabajos recientes
En 2002, García
Márquez publicó el libro de memorias Vivir para contarla, el
primero de los tres volúmenes de sus memorias, que el escritor había anunciado
como:
Empieza
con la vida de mis abuelos maternos y los amores de mi padre y mi madre a
principios del siglo, y termina en 1955 cuando publiqué mi primer libro, La
hojarasca, hasta viajar a Europa como corresponsal de El Espectador.
El segundo volumen seguirá hasta la publicación de Cien años de soledad,
más de veinte años después. El tercero tendrá un formato distinto, y sólo serán
los recuerdos de mis relaciones personales con seis o siete presidentes de
distintos países.[18]
La novela, Memoria de mis putas tristes,
apareció en 2004
y es una historia de amor que sigue el romance de un hombre de noventa años y
su pubescente concubina. Este libro causó controversia en Irán,
donde se prohibió después de 5000 ejemplares impresos y vendidos. En México una
ONG amenazó con demandar al escritor por hacer apología de la prostitución infantil.[27]
Estilo
Si bien hay
ciertos aspectos que casi siempre los lectores pueden esperar encontrar en la
obra de García Márquez, como el humor, no hay un estilo claro y predeterminado,
de plantilla. En una entrevista con Marlise Simons, García Márquez señaló:
En cada
libro intento tomar un camino diferente [...]. Uno no elige el estilo. Usted
puede investigar y tratar de descubrir cuál es el mejor estilo para un tema.
Pero el estilo está determinado por el tema, por el ánimo del momento. Si usted
intenta utilizar algo que no es conveniente, apenas no resultará. Entonces los
críticos construyen teorías alrededor de esto y ven cosas que yo no había visto.
Respondo solamente a nuestro estilo de vida, la vida del Caribe.[28]
García Márquez
también es conocido por dejar fuera detalles y eventos aparentemente importantes
de tal manera que el lector se ve obligado a cumplir un papel más participativo
en la historia desarrollada. Por ejemplo, en El coronel no tiene
quien le escriba de los personajes principales no se dan
nombres. Esta práctica se ve influida por las tragedias griegas, como Antígona y Edipo
rey, en el que ocurren eventos importantes fuera de la
representación que se dejan a la imaginación del público.[11]
Temas importantes
La
soledad
El tema de la
soledad atraviesa gran parte de las obras de García Márquez. Pelayo observa que
«"El amor en los tiempos
del cólera, como todos los trabajos de Gabriel García Márquez,
explora la soledad de la persona y de la especie humana... retrato a través de
la soledad del amor y de estar en amor».[29]
Plinio Apuleyo
Mendoza le preguntó: «Si la soledad es el tema de todos sus libros ¿dónde
debemos buscar las raíces de este exceso? ¿En su infancia tal vez?».García
Márquez respondió: «Creo que es un problema que todo el mundo tiene. Toda
persona tiene su propia forma y los medios de expresar la misma. La sensación
impregna la labor de tantos escritores, aunque algunos de ellos pueden expresar
lo inconsciente».[1]
En su discurso de
aceptación del Premio Nobel, La soledad de
América Latina, se refiere a este tema de la soledad relacionado con América
Latina: «La interpretación de nuestra realidad a través de los
patrones, no los nuestros, sólo sirve para hacernos cada vez más desconocidos,
cada vez menos libres, cada vez más solitarios».[30]
Macondo
Otro tema
importante en la obra de García Márquez es la invención de la aldea que él
llama Macondo.
Él usa su ciudad natal de Aracataca (Colombia),
como una referencia geográfica para crear esta ciudad imaginaria, pero la
representación del pueblo no se limita a esta área específica. García Márquez
comparte: «Macondo no es tanto un lugar como un estado de ánimo».[1]
Este pueblo de
ficción se ha vuelto notorio conocido en el mundo literario y «su geografía y
los habitantes son constantemente invocados por profesores, políticos y
agentes» [...] que hacen «difícil de creer que es una pura invención».[31]
En La
hojarasca, García Márquez describe la realidad del «auge del
banano» en Macondo,
que incluyen un período aparente de «gran riqueza» durante la presencia de
empresas de los Estados Unidos, y un período
de depresión con la salida de las empresas estadounidenses relacionadas con el
banano. Además, Cien años de soledad se lleva
a cabo en Macondo
y narra la historia completa de esta ciudad ficticia desde su fundación hasta
su desaparición con el último Buendia.[32]
En su
autobiografía, García Márquez explica su fascinación por la palabra y el
concepto Macondo
cuando describe un viaje que hizo con su madre de vuelta a Aracataca:
El tren
se detuvo en una estación que no tenía ciudad, y un rato más tarde pasó la
única plantación de banano a lo largo de la ruta que tenía su nombre escrito en
la puerta: Macondo. Esta palabra ha atraído mi atención desde los primeros
viajes que había hecho con mi abuelo, pero sólo he descubierto como un adulto
que me gustaba su resonancia poética. Nunca he oído decir, y ni siquiera me
pregunto lo que significa... me ocurrió al leer en una enciclopedia que se
trata de un árbol tropical parecido a la ceiba"[4]
Según algunos
académicos, Macondo —la ciudad fundada por José Arcadio Buendía en Cien años
de soledad— solamente existe como resultado del lenguaje. La creación de
Macondo es totalmente condicionada a la existencia de la palabra escrita. En la
palabra —como instrumento de comunicación— se manifiesta la realidad, y permite
al hombre de lograr una unión con circunstancias independientes de su entorno
inmediato.[33]
En varias de las
obras de García Márquez, entre ellas El coronel no tiene
quien le escriba, La
mala hora y La
hojarasca, hay sutiles referencias sobre «La Violencia», esa guerra
civil entre conservadores y liberales que se prolongó hasta los años sesenta,
causando la muerte de varios cientos de miles de colombianos. Son referencias a
situaciones injustas que viven diversos personajes, como por ejemplo el toque
de queda o la censura de prensa. La
mala hora, que no es una de las novelas más famosas de García
Márquez, destaca por su representación de la violencia con una imagen fragmentada
de la desintegración social provocada por la violencia. Se puede decir que en
estas obras «la violencia se convierte en cuento, a través de la aparente
inutilidad de tantos episodios de sangre y muerte».[16]
Sin embargo,
aunque García Márquez describe la naturaleza corrupta y las injusticias de esa época de la Violencia
en Colombia, se niega a usar su trabajo como una plataforma de
propaganda política. «Para él, el deber del escritor revolucionario es escribir
bien, y el ideal es una novela que mueve al lector por su contenido político y
social, y al mismo tiempo por su poder para penetrar en la realidad y exponer
su otra cara».[32]
En las obras de
García Márquez se puede encontrar también una «obsesión por captar la identidad
cultural latinoamericana y particularizar los rasgos del mundo caribeño».[34]
Así mismo, trata de deconstruir las normas sociales que establecidas en esta
parte del mundo. Como ejemplo, el carácter de Meme en Cien años de soledad
puede ser visto como una herramienta para criticar las convenciones y
prejuicios de la sociedad. En este caso, ella no conforma a la ley convencional
que «las jóvenes deben llegar vírgenes al matrimonio» porque ha tenido una
relación ilícita con Mauricio Babilonia.[16]
Se puede ver otro ejemplo de esta crítica de las normas sociales a través de la
relación amorosa entre Petra Cotes y Aureliano Segundo. Al final de la obra
—cuando los protagonistas son viejos— se enamoran más profundamente que antes.
Así, García Márquez está criticando la imagen mostrada por la sociedad de que
«los viejos no pueden amar».[16]
Influencias literarias
En su juventud,
al asociarse al grupo de Barranquilla, Gabriel
García Márquez comenzó a leer la obra de Ernest
Hemingway, James Joyce, Virginia
Woolf y, más importante, de William
Faulkner de quien GGM recibe una trascendente influencia reconocida
explícitamente por el mismo cuando en su discurso de recepción del premio Nobel
menciona: "mi maestro William Faulkner".[30]
En la obra de Gabriel García Márquez titulada Nabo, el negro que hizo
esperar a los ángeles publicado en 1951, ya aparecen elementos similares a
los de Faulkner como la ambigüedad deliberada y una pintura temprana de la
soledad.[32]
También emprendió
un estudio de las obras clásicas, encontrando enorme inspiración en la obra de Edipo
Rey de Sófocles de quien, en muchas
ocasiones, Gabriel García Márquez ha expresado su admiración por sus tragedias
y utiliza una cita de Antígona al principio de
su obra La hojarasca cuya
estructura se ha dicho también que tiene la influencia del dilema moral de Antígona.[32]
En una entrevista
a Juan Gustavo Cobo Borda en
1981, García Márquez confesó que el movimiento poético iconoclasta
denominado "Piedra y cielo" (1939)
fue fundamental para él, afirmando que:
"La
verdad es que si no hubiera sido por “Piedra y Cielo”, no estoy muy seguro de
haberme convertido en escritor. Gracias a esta herejía pude dejar atrás una
retórica acartonada, tan típicamente colombiana....Creo que la importancia
histórica de “Piedra y Cielo” es muy grande y no suficientemente reconocida...
Allí no sólo aprendí un sistema de metaforizar, sino lo que es más decisivo, un
entusiasmo y una novelería por la poesía que añoro cada día más y que me
produce una inmensa nostalgia."[35]
Realismo y realismo mágico
Artículo principal: Realismo
mágico
Como autor de
ficción, García Márquez es siempre asociado con el realismo mágico. De hecho,
es considerado la figura central de este género. El realismo mágico se usa para
describir elementos que tienen, como es el caso en los trabajos de este autor,
la yuxtaposición de la fantasía y el mito con las actividades diarias y
ordinarias.
El realismo es un
tema importante en todas las obras de García Márquez. Él ha dicho que sus
primeros trabajos (con la excepción de La hojarasca), como El coronel
no tiene quien le escriba, La mala hora y Los funerales de la
Mamá Grande, reflejan la realidad de la vida en Colombia y este tema
determina la estructura racional de los libros. Dice: "No me arrepiento de
haberlas escrito, pero pertenecen a un tipo de literatura premeditada que
ofrecen una visión de la realidad demasiado estática y exclusiva".[1]
En sus otras
obras ha experimentado más con enfoques menos tradicionales a la realidad, de
modo que «lo más terrible, lo más inusual se dice con expresión impasible».[32]
Un ejemplo comúnmente citado es la ascensión espiritual y física al cielo de un
personaje mientras está colgando la ropa para secar, en Cien años de soledad. El
estilo de estas obras se inscribe en el concepto de lo «real maravilloso»
descrito por el escritor cubano Alejo
Carpentier y ha sido etiquetado como realismo
mágico.[36]
El crítico literario Michael Bell propone una interpretación alternativa para
el estilo de García Márquez, por cuanto la categoría de realismo mágico ha sido
criticada por ser dicotomizadora y exotizadora: «Lo que está realmente en juego
es una flexibilidad psicológica que es capaz de habitar nada sentimentalmente
el mundo diurno mientras se mantiene abierta a las incitaciones de aquellos
dominios que la cultura moderna tiene, por su propia lógica interna,
necesariamente marginalizados o reprimidos».[29]
García Márquez y su amigo Plinio Apuleyo Mendoza
discuten su trabajo de un modo similar, «El tratamiento de la realidad en tus
libros... ha recibido un nombre, el de realismo
mágico. Tengo la impresión de que tus lectores europeos suelen
advertir la magia de las cosas que tú cuentas, pero no ven la realidad que las
inspira. Seguramente porque su racionalismo les impide ver que la realidad no termina
en el precio de los tomates o de los huevos.[1]
García Márquez
crea un mundo tan semejante al cotidiano pero al mismo tiempo totalmente
diferente a ello. Técnicamente, es un realista en la presentación de lo
verdadero y de lo irreal. De algún modo trata diestramente una realidad en la
que los límites entre lo verdadero y el fantástico se desvanecen muy
naturalmente.[32]
García Márquez
considera que la imaginación no es sino un instrumento de la elaboración de la
realidad y que una novela es la representación cifrada de la realidad y a la
pregunta de si todo lo que escribe tiene una base real, ha contestado[1]
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