Marta Dolorier,
Luis Vélez y Sigfredo Chiroque
CAD “Malusi Mec
Non”**
UNA ENTREVISTA HISTÓRICA
DOMINGO 3 DE JULIO DE
2011
En la ciudad norteña de Piura, tres
maestro peruanos organizados en el Círculo de Autoeducación Docente
(CAD) “MALUSI: MEC-NON” hemos reunido al Amauta José Carlos Mariátegui, al escritor José María Arguedas y a los profesores Germán Caro Ríos y José Antonio Encinas. Junto a nosotros están
estos grandes personajes, convocados a la luz de un lamparín. Es el mes de mayo
de 1992 y todavía se hace sentir el calor piurano.
Nos sentimos abrumados por la calidad de
nuestros entrevistados. El diálogo va a girar sobre el maestro, desde una
perspectiva popular. Por ello –explicamos a nuestros invitados- el debate debe
ir perfilando lo que debe ser el Maestro-Pueblo.
LÍDER SOCIAL
CAD.- Buenas noches, compañeros Mariátegui, Arguedas, Caro
Ríos y Encinas. Actualmente, en el Perú, el Maestro es un marginado. Sin
embargo ¿qué importancia le dan ustedes?
Mariátegui.- En mi opinión, no
hay duda sobre la importancia del maestro. De ahí que*** de todas las
victorias humanas les toca a los maestros en gran parte el mérito. De todas las
derrotas humanas les toca, en cambio, en gran parte, la responsabilidad. La
servidumbre de la escuela a un cacique de provincia no pesa solamente sobre la
dignidad de los que aprenden. Pesa, ante todo, sobre la dignidad de los que
enseñan. Ningún maestro honrado, ningún maestro joven que medite en esta
verdad, puede ser indiferente a sus sugestiones. No puede ser indiferente
tampoco a la suerte de los ideales y de los hombres que quieran dar a la
sociedad una forma más justa y a la civilización un sentido más humano (1).
Encinas.- Yo creo que el más alto cargo
que un ciudadano puede desempeñar en una democracia es el de maestro de
escuela. Cuando la sociedad actual se sacuda del egoísmo y
prejuicios que anquilosan sus vitales funciones, y cuando el maestro por su
parte deje la rutina y se transforme en un líder social, entonces el magisterio
habrá sobrepasado en importancia a cualquier otra actividad humana. Aquilatar
el valor profesional de un médico, de un abogado, de un ingeniero, es una
cuestión muy sencilla, puesto que el resultado obtenido por ellos es de orden
individual y de comprobación inmediata; mientras que juzgar la labor de un
maestro y apreciar el efecto producido por una determinada doctrina educativa,
exige en primer término el transcurso de por lo menos un par de decenas de años
y después el análisis de los factores sociales, políticos y económicos dentro
de los cuales movió su actividad (2).
Caro Ríos.- Estoy de acuerdo
con que el papel que juega el maestro en la comunidad es transcendental. Y
añadiría que de su acertada situación depende el futuro inmediato no
sólo de los niños, sino del pueblo y de la patria entera.
Tan importante función demanda, claro
está, una personalidad intelectual, moral y aún física recia que lo obligue a
ser un eterno estudioso, investigador, un hombre probo, austero, exigente
consigo mismo y con los demás (3)
Arguedas.- Yo creo, además que –en un país tan
complejo como el nuestro, tan lleno de contradicciones culturales, de creencias
distintas- la misión del maestro realmente aquí, es una misión muy difícil;
porque en el Perú la educación no se resuelve mediante el método sino mediante
el conocimiento de la cultura, de las costumbres de cada pueblo, porque somos
un país muy mezclado, un país mestizo en cuanto a creencias, en cuanto a
concepciones morales, políticas; en fin, somos un país que constituye una
mezcla que todavía no ha acabado de definirse. Nosotros los maestros somos los
debemos impulsar esta definición y a esta integración de las creencias. Cuando
todo el Perú tenga más o menos una sola creencia, por lo menos una de la cual
todos compartamos, seremos patriotas; cuando haya una fe que nos una a todos;
pero ahora tenemos veinte mil tipos de fe distintas y por eso no somos
patriotas, porque no tenemos elementos ideales de los cuales todos participen (4).
Mariátegui.- Efectivamente, uno de los hechos
que prueba más fehacientemente la lenta pero segura elaboración de una
conciencia nacional –como creo haber tenido ya ocasión de remarcarlo- es el
movimiento de renovación que se afirma cada día más entre los maestros. El
maestro peruano quiere ocupar su puesto en la obra de reconstrucción social. No
se conforma con la supervivencia de una realidad caduca.
Se propone contribuir con su esfuerzo
a la creación de una realidad nueva (5).
REALIDAD QUE DUELE
CAD.- Esa
importancia que ustedes dan al magisterio ciertamente dista de la realidad
concreta que actualmente él vive. Según la experiencia de ustedes: ¿cómo ven la
situación del maestro peruano?
Caro Ríos.- Actualmente y desde
tiempo atrás, el maestro como trabajador asalariado guarda una situación de
dependencia patronal frente al Estado; forma un sector más de los explotados
del mundo.
Y es más, existe una sutil
maniobra patronal para apartar al magisterio de la lucha de clases, colocándolo
en un plano ideal de la estructura social: el de los mansos apóstoles. Seres
predestinados para redimir, sufrir y morir incomprendidos y crucificados (6).
Encinas.- Así es, el maestro pagado
con los desperdicios del Presupuesto Nacional, impedido para intervenir en la
política del país, es sencillamente un paria que vegeta dentro de la rutina
como sistema, teniendo el favor como recompensa. Así el maestro no es un mentor
de conciencias, un conductor de multitudes, un arquitecto de gran envergadura.
Es simplemente un conductor de rebaños o un albañil de la aldea (7).
Mariátegui.- Exactamente, el Estado
condena a sus maestros a una perenne estrechez pecuniaria. Les niega casi
completamente todo medio de elevación económica o cultural y les cierra toda perspectiva
de acceso a una categoría superior. De un lado, carecen los maestros de
posibilidades de bienestar económico, de otro lado, carecen de posibilidades de
progreso científico (8).
Arguedas.- El sistema
condiciona al maestro a prácticas criticables. Cuando yo era
estudiante, una mitad de los profesores que tuve llegaban a la clase con veinte
minutos de retraso; diez minutos empleaban en pasar lista y el resto bostezaban
o dictaban algún curso antiguo que los alumnos teníamos que copiar durante el año.
La otra mitad de los profesores explicaban todas las cuestiones de sus cursos
que el Plan Oficial indicaba, se ceñían al Plan con fidelidad militar. Y el
colegio era siempre un local grande, donde profesores y alumnos nos
encerrábamos para estudiar tantos cursos…
De lo que pasaba y de lo que había
fuera de este local, nunca hablábamos. Del Perú sólo sabíamos una narración
escueta de los sucesos pasados y una lista de sus ríos, lagos, montañas,
provincias y mesetas (9).
Pasados los años, ya como profesor en
Sicuani, tuve otras experiencias. Conocí profesores de castellano,
egresados de San Marcos, que no habían estudiado ni medianamente a los clásicos
españoles y americanos y que se aferraban, por eso, con desesperación de la
gramática y de los textos escolares, y el problema era grave, porque tenían
delante, en cada sección, más de cincuenta alumnos, casi siempre a tres
estudiantes por carpeta. Estudiantes torturados por la incomodidad física, que
se aburrían o estallaban ante la repetición de textos, fría, externa, sin arte,
de los pedagogos. En Sicuani nunca vi un espectáculo tan desalentador. Era un
colegio pequeño con no más de treinta alumnos por sección; estudiantes para
quienes el colegio era realmente el centro sustancial de sus preocupaciones,
hijos de ciudadanos que consideraban también ellos al colegio como el mayor
bien de la provincia y, por eso, lo vigilaban, lo auxiliaban y contemplaban con
preocupación y verdadero amor (10).
SOCIEDAD INCOHERENTE
CAD.- Lo que dice el compañero Arguedas es algo que se da
en las escuelas públicas. Pero ¿les brinda la sociedad y el gobierno
condiciones políticas, culturales o éticas de trabajo?
Encinas.- La difícil
situación política de un maestro se agrava con el conflicto moral que surge
cuando debe enseñar a sus discípulos normas de orden ético-religioso y cívico,
las cuales se encuentran en completa antítesis con la realidad. El catecismo
patriótico enseña, por ejemplo, las excelencias de un régimen de gobierno
sometido a las Constitución del Estado. El maestro, en consecuencia, inculca en
el espíritu de los niños muchas veces en forma intuitiva las obligaciones de un
ciudadano con el Estado, las garantías ofrecidas y los derechos concedidos.
Pero el estudiante, ante de de alcanzar la ciudadanía, sabe que las
obligaciones aumentan, que las garantías no existen y que los derechos se
vulneran.
Es pues una irrisión obligar a un
maestro a enseñar lo que es la libertad de pensamiento o la libertad de
imprenta, cuando el Parlamento es una ficción, cuando se persigue, se encarcela
o se destierra a los enemigos políticos del gobierno, cuando las imprentas
adversas al régimen están clausuradas (11).
En presencia de semejante ética, el
maestro mecaniza la enseñanza para llenar las formalidades reglamentarias. Es
decir, los principios morales que requieren en la escuela la mayor objetivación
posible en el medio social van a ser materia de repetir un texto o rezar (12).
Mariátegui.- De acuerdo a todo
lo afirmado, cuando hablamos de educación, contra todo lo que
capciosamente se insinúa o sostenga, la crisis de los maestros ocupa
jerárquicamente el primer plano.
Sin maestros auténticos, sin rumbos
austeros, sin direcciones altas, la juventud no puede andar bien encaminada. El
estudiante de mentalidad y espíritu cortos y mediocres, mira en el profesor su
dechado o su figurín. Con un profesor desprovisto de interés y de idealismo, el
estudiante no puede aprender, no estimar una ni otra cosa. Antes bien, se
acostumbra a desdeñarlas prematuramente con superfluas, inútiles y
embarazantes. Un maestro -en quien sus discípulos descubren una magra corteza
de cultura profesional y nada más- carece de autoridad y de aptitud para
inculcarlos y enseñarles extensión y hondura en el estudio. Su ejemplo, por el
contrario, persuade al discípulo negligente de la conveniencia de limitar sus
esfuerzos, primero a la adquisición rutinaria del grado y después a la posesión
de un automóvil, al allegamiento de una fortuna, y –es posible de paso- a la
conquista de una cátedra: membrete de lujo, timbre de academia (13).
CAMBIOS EN LA EDUCACIÓN
Y EN LA SOCIEDAD
CAD.- Lo que acaba de señalar
Mariátegui nos introduce a señalar la urgencia de cambios en el Perú: ¿Se
justifica un transformación social en nuestra Patria? ¿Hay todavía una
esperanza de hacerla? ¿Cuál el rol de los docentes?
Arguedas.- ¡Cómo no creer en
nuevos tiempos, viendo la esperanza del Pueblo, por ejemplo del minero!Dentro de la mina
vivía la niebla a la que era necesario no temer, rendir más bien ¡para obtener
de esa oscura entraña lo que ella podía dar al hombre para su bienestar, para
su triunfo sobre la naturaleza! ¡La luz dentro del mundo puede hacerse! ¡La
haremos! El hombre es grande… es más grande que la sombra del Coropuna… que la
fuerza del torrentoso río. ¡Haremos! ¡Hablaremos! (14).
Encinas.- Los docentes deben
aportar al cambio. El magisterio es la función revolucionaria por
excelencia. En ese ejercicio no caben sino dos extremos: el maestro inofensivo
–sometido a la coyuntura burguesa, sin un soplo de ideal ni un átomo de
impulso- o aquél otro cuya vida está jalonada por una lucha permanente contra
el poder que abusa, contra la hegemonía que absorbe toda libertad, contra el
orden social, símbolo de la desigualdad y de injusticia (15).
Caro Ríos.- Sin lugar a
dudas, instruir correctamente es despertar conciencias, descubrir y dominar las
leyes que rigen la marcha de la naturaleza y de la vida social. Esta función
cognoscitiva y movilizadora hace de la educación un factor revolucionario, es
decir, de transformación de la naturaleza y de la vida social, de creación del
Nuevo Hombre. Una enseñanza que no se concreta en transformaciones
estructurales y superestructurales, en elevaciones científicas y técnicas de
trabajo, en transformaciones sociales, es simple erudición. Y este tipo de
escuela es la que defienden las oligarquías y los reaccionarios: una escuela
estática, conformista y hasta retrógrada (16).
Mariátegui.- Ninguna categoría
de trabajadores intelectuales aparece tan naturalmente destinada a dar su
adhesión a las nuevas ideas como los maestros de primera enseñanza (17).
De la sensibilidad de los educadores
a los anhelos de renovación social tenemos muchas y muy fehacientes pruebas (18). Me contagia
el optimismo de ustedes sobre las posibilidades de hacer la revolución en
nuestro país, así como la potencialidad de los maestros en esta tarea
histórica. Nosotros también esperamos y trabajamos para ese día donde la
felicidad regrese al Hombre pobre del Pueblo (19).
Arguedas.- Esta visión de
futuro la tuvo Rendón, un personaje de mi libro “Todas las sangres”, cuando
–consolando a su Pueblo sufrido- señalaba los rasgos del nuevo día. ¡No llorará la
gente pidiendo misericordia, arderán los inginieros sin alma!… Esta plaza que
ha quedado como cementerio será jardín para el comunero, para el cristiano, las
casas estarán pintadas de blanco, las rocas de piedra… La plata no corrompe al
señor, al comunero, sino que lo hace grande por el luz de su
alma que alumbra a la gente, a los pajaritos, a toda la superficie de este
mundo (20).
CAD.- Ciertamente hay
otros aspectos por abordar, respecto a lo que ES y a lo que DEBE SER elMAESTRO-PUEBLO. Ustedes compañeros,
seguramente tienen más aportes que hacer; los recogeremos en otra oportunidad.
Muchas gracias –compañeros
Mariátegui, Arguedas, Encinas y Caro Ríos- por la presente entrevista. Quizás
al editarla cometeremos algún recorte involuntario. Desde ya, nuestras
disculpas. Pero estamos seguros que lo que han dicho ustedes ayuda a entender
mejor el compromiso que debemos tener losMaestros del Pueblo.
______________
‘* Extractos del texto “Maestro Pueblo”, donde los
autores simulan una entrevista hecha en Piura a José Carlos Mariátegui, José
María Arguedas, José Antonio Encinas y Germán Caro Ríos. La obra se publicó en
Lima-1992, en coedición del Círculo de Autoeducación Docente (CAD) “Malusi
Mec-Non” – IPP – Derrama Magisterial.
** Los autores aparecen como
integrantes del CAD denominado “MALUSI MEC-NON”. Es decir, MArta-LUis-SIgfredo (Marta
Dolorier, Luis Vélez y Sigfredo Chiroque). “MEC-NON” –en lengua tallán de
Piura- significa “Pájaro errante de estruendosa voz”.
*** Todos los textos en cursiva son
licencias de los entrevistadores. Lo demás pertenece a los entrevistados y se
han sacado de alguna de sus obras convenientemente citadas.
(1) MARIÁTEGUI,
José Carlos (1986). Temas de educación. Lima, Biblioteca Amauta, X Edición, p.
62-63
(2) ENCINAS,
José Antonio (1986). Un ensayo de Escuela Nueva en el Perú. Lima, CIDE, p. 1
(3) CARO
RÍOS, Germán (1991). Las escuelas de estudio y trabajo en
coeducación. Lima,
Derrama Magisterial, p. 190
(4) ARGUEDAS,
José María. El cuento folklórico, como fuente para el
estudio de la cultura. Citado
por KAPSOLI, Wilfredo (1986): “Nosotros los
Maestros”. Lima, Editorial
Horizonte, p. 78
(5) MARIÁTEGUI,
José Carlos (1986). Temas… Ob.c. p. 65
(6) CARO
RÍOS, Germán (1991). Las escuelas… Ob.c. p. 193
(7) ENCINAS,
José Antonio (1986). Un ensayo… Ob.c.
p. 59
(8) MARIÁTEGUI,
José Carlos (1986). Temas… Ob.c.
p. 58
(9) ARGUEDAS,
José María. Pumacahua. Citado por Wilfredo Kapsoli en ob.c. p.
81
(10) ARGUEDAS,
José María. Sociología y educación secundaria. En “El Comercio - Suplemento
Dominical”. Lima, 22-11-1959
(11) ENCINAS,
José Antonio (1986). Un ensayo… Ob.c.
p. 124
(12) ENCINAS,
José Antonio (1986). Un ensayo… Ob.c.
p. 125
(13) MARIÁTEGUI,
José Carlos (1986). Temas… Ob.c.
p. 117
(14) ARGUEDAS,
José María. Todas las sangres. Buenos Aires, Editorial Lozano, p.
108-109.
(15) ENCINAS,
José Antonio (1986). Un ensayo… Ob.c.
p. 86
(16) CARO
RÍOS, Germán (1991). Las escuelas… Ob.c.
p. 191-192
(17) MARIÁTEGUI,
José Carlos (1986). Temas… Ob.c.
p. 57
(18) MARIÁTEGUI,
José Carlos (1986). Temas… Ob.c.
p. 59
(19) MARIÁTEGUI,
José Carlos (1986). Temas… Ob.c.
p. 60
(20) ARGUEDAS,
José María. Todas las sangres. Buenos Aires, Editorial Lozano, p. 408.
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