jueves, 14 de marzo de 2013

CAÑARIS Y SALAS: La pobreza existente que no se quiere ver


 
 
Francisco Vizconde Meléndez, integrante del Comité Promotor Regional de Fuerza Ciudadana de Lambayeque

EN SU POBREZA, SALAS Y CAÑARIS NO ESTÁN SOLAS.

En la Sierra el 50.3% de su población vive en áreas rurales, muy por encima del promedio nacional (27%), en escenario de los peores indicadores en nutrición, educación y salud del país. En general, las políticas públicas y los proyectos de instituciones privadas que fueron aplicados en la Sierra desde la década del 80`no han sido una respuesta efectiva para enfrentar la pobreza. La más importante inversión privada, como es en el sector minero, se ha reproducido bajo forma de enclaves, sin generar espacios amplios de desarrollo.

La pobreza en la Sierra rural sigue siendo alta (77%); pero, es mayor entre quienes hablan lenguas nativas, en los hogares con mayor número de niños y adolescentes y en aquellos donde el nivel educativo es menor. Un duro indicador de pobreza es el estado de la desnutrición infantil; en la última década, la tasa de desnutrición infantil en zonas rurales se mantiene en 40%, frente al 15% en el ámbito urbano. La desnutrición es mayor en la Sierra y especialmente en el entorno rural para los mismos niveles de gasto per cápita.

El 13.4% de la población es analfabeta en la Sierra, siendo el 21.5% mujeres y 5.2% varones; además, el 13.3% de la población de 15 años o más no ha recibido ninguna educación frente al promedio nacional de 7.4%. Asimismo, solo una de cada 10 personas de 15 o más años de edad accedió a educación superior. Con relación a la salud, el 65% de las madres que mueren por problemas de parto corresponde a los 11 departamentos con menor índice de Desarrollo Humano que son departamentos de Sierra.

La exclusión económica y social que padece la población rural está vinculada a la etnicidad, al sexo femenino y a las secuelas de la violencia: mientras la población es más indígena, más rural y femenina, mayores son las probabilidades de ser pobre o pobre extremo. En la Sierra rural, la población considerada indígena es entre 65% y 80%; la tasa de pobreza extrema es de 80% en el segmento indígena frente a 56% del segmento no indígena.

Desde los 90` la economía campesina y la sociedad rural son sometidas a grandes y drásticos cambios desde los retos de la inserción en el mercado, la ampliación de la ciudadanía y la sostenibilidad ambiental, que son temas cruciales de la modernización en curso. Estos retos se han hecho más evidentes aún en un contexto de debilidad de la institucionalidad democrática, auge del modelo neoliberal, lentitud del proceso de descentralización, resquebrajamiento de las bases de poder tradicionales y apertura de la sociedad, economía y la política.

La situación de pobreza de la población de la Sierra rural, con énfasis en la de origen indígena, y la forma de organización de los sistemas donde se toman las decisiones, junto a los cambios culturales estimulados por algunos rasgos impositivos de la modernización en curso, ha provocado la internalización de la cultura de la vergüenza principalmente en la población de origen indígena. Por esta causa, muchas riquezas culturales, expresadas en prácticas y tecnologías locales vienen perdiendo peso en el tejido social, profundizándose la exclusión de estas poblaciones.

 
 
LA VIDA EN EL ANDE LAMBAYECANO: CAÑARIS Y SALAS
 
 

 
 
Los distritos de Cañaris y Salas son dos de los cuatro distritos más pobres del departamento. El Mapa de Pobreza de 2007 de FONCODES, ubica a los dos distritos en el Quintil 1. Asimismo, según el Indice de Desarrollo Humano del PNUD, Cañaris está ubicado en el puesto 1,827, en tanto Salas está en el puesto 1,474 de los 1,833 distritos del país. En alfabetismo, Cañaris y Salas ocupan los puestos 1,821 y 1,530, respectivamente; en el primer distrito el 57% de las mujeres están en situación de analfabetismo y el 34% en Salas. Respecto de la esperanza de vida al nacer estos distritos están ubicados en los casilleros 1,641 y 857, respectivamente. Asimismo, en cuanto a ingreso familiar per cápita, Cañaris y Salas están ubicados en los lugares 1,782 y 1,382, respectivamente, del total de distritos del país.

En Cañaris, 1,600 de 2,602 viviendas se abastecen de agua del río, acequia, manantial u otra fuente similar; esto compromete a 8,258 habitantes. Del mismo modo, 2,508 viviendas no tienen alumbrado eléctrico por red pública. En Salas, 2,384 de 3,059 viviendas se abastecen de agua del río, acequia, manantial u otra fuente similar; esto compromete a 10,382 habitantes. Del mismo modo, 2,636 viviendas no tienen alumbrado eléctrico por red pública. Además, el 75% de familias cocina con leña y otros y, existen sectores de estos distritos donde el hacinamiento por dormitorio llega a seis personas en promedio.

Los centros poblados eliminan sus aguas residuales en las acequias, quebradas y ríos, las cuales al mismo tiempo son fuentes de abastecimiento de agua. Las acequias son las fuentes más comunes de abastecimiento. El 96% de la población consume habitualmente agua sin hervir, mientras que el 4% hierve el agua ocasionalmente o utiliza cloro para su desinfección. El 97% de la población arroja sus residuos al campo, el 2% utiliza micro relleno y el 1% los quema.

En estos distritos existe un médico para 1,303 personas, un enfermero para la misma cifra y una obstetra para 1,861 habitantes; sin embargo, los establecimientos de salud solo atienden en horarios similares a las zonas urbanas.

LA PEQUEÑA AGRICULTURA ANDINA LAMBAYECANA

En pequeñas unidades productivas cuya área varía entre 0.5 y 2.5 Ha, las familias de los distritos de Cañaris y Salas producen frutas, caña de azúcar, hortalizas, camote, yuca, maíz, en la zona climática más baja; café, maíz, habas, cebada, arverja, frijol, trigo, hortalizas, en la zona intermedia, y; oca, olluco, cebada, papa, haba, arverja, trigo, en la zona alta donde también existen amplios pastizales naturales. Es necesario destacar que por su ubicación y altitud, Cañaris tiene mayor presencia en la zona climática alta. En cuanto a la crianza de animales, destaca la ganadería en vacunos, ovinos, porcinos y, también la crianza de cuyes y aves de corral. Al respecto, aproximadamente el 60% de las familias no posee ganado. El resto tiene entre uno y dos vacunos, dos y tres cerdos y, entre dos y tres ovejas; es generalizada la crianza de cuyes (entre cuatro y cinco animales) y de aves de corral (entre ocho y 10 animales). Esta producción está sometida a diversas tensiones vinculadas a las características del territorio. Entre enero y abril, estos distritos sufren fuertes lluvias que impiden el tránsito vehicular, provocan la pérdida de cultivos cuando son muy fuertes y deterioran los suelos.

Los bajos rendimientos productivos están vinculados también a la escasa práctica de fertilización, al temor de los productores a arriesgar alguna inversión, a las técnicas de producción inadecuadas y, también, a la poca actitud de los productores por la innovación y el espíritu emprendedor. También es importante destacar la desatención por parte del Estado de la pequeña agricultura andina, principalmente en tecnología y financiamiento.

Existe una asociación de cultivos en la parcela de los productores de café (el más dinámico con relación al mercado) que no es favorable al incremento del rendimiento de este grano; por ejemplo: el palto, guayabo, níspero, la lúcuma, por su profundo enraizamiento empobrecen el suelo agrícola. Si bien existe una producción agrícola diversificada, los rendimientos son bajos en todos los cultivos, por lo cual las familias y los productores apelan a la emigración para obtener recursos económicos adicionales. Solo para mostrar algunas cifras: 860 Kg por hectárea en trigo; 1,400 Kg en haba; 1,470 Kg en arverja; 700 Kg en frijo, entre otros productos.

El principal momento de emigración se da entre octubre y febrero, pasada la época de cosecha, sobre todo de mano de obra joven, hacia empleos agrícolas en la Selva, Ecuador, Motupe y Jayanca. A partir de febrero y hasta abril, para gastos de su mantenimiento las familias venden una buena parte de su pequeño hato de animales, incrementan la producción y venta de artesanía (tejidos de ponchos, jergas, mantas) y, ocasionalmente emplean su mano de obra fuera de la parcela. Esto quiere decir, que las familias andinas de Cañaris y Salas tienen ingresos económicos de diversas fuentes, pero sin resolver su situación de pobreza y de insolvencia para invertir en el mejoramiento de la productividad de su parcela.

Un dato destacado es el hecho que frente a la problemática productiva, las dirigencias comunales no tiene alternativas y su comportamiento es más bien de indiferencia; en cambio, se observa la continuación de prácticas comunales al interior de los Comités de Canal, especialmente en la limpieza y el mantenimiento de los canales de regadío. Asimismo, la participación comunal se pone de manifiesto en el arreglo y la limpieza de caminos y trochas carrozables en época de lluvias.

Los principales cultivos para el consumo alimentario de las familias son: trigo, haba, arveja, frijol, camote, chileno, maíz, hortalizas y algunas frutas, aunque ha decaído notablemente la producción de granadilla y chirimoya por problemas de plagas. De otro lado, con excepción del café y de algunos frutales, la mayor parte de la producción agrícola tiene como destino el autoconsumo; esto quiere decir que existe una base de disponibilidad de alimentos producidos localmente en estos distritos, que forma parte de la cultura alimentaria de las familias. La menor importancia productiva del café y los frutales respecto de su importancia económica se debe a la imposibilidad de aumentar el área por limitaciones en cuanto al acceso al agua para riego, al tipo de tecnología y también a la tradición de manejo de pisos ecológicos (complementariedad).

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