Francisco
Vizconde Meléndez, integrante del Comité Promotor Regional de Fuerza Ciudadana de
Lambayeque
EN
SU POBREZA, SALAS Y CAÑARIS NO ESTÁN SOLAS.
En la
Sierra el 50.3% de su población vive en áreas rurales, muy por encima del
promedio nacional (27%), en escenario de los peores indicadores en nutrición,
educación y salud del país. En general, las políticas públicas y los proyectos
de instituciones privadas que fueron aplicados en la Sierra desde la década del
80`no han sido una respuesta efectiva para enfrentar la pobreza. La más
importante inversión privada, como es en el sector minero, se ha reproducido
bajo forma de enclaves, sin generar espacios amplios de desarrollo.
La
pobreza en la Sierra rural sigue siendo alta (77%); pero, es mayor entre
quienes hablan lenguas nativas, en los hogares con mayor número de niños y
adolescentes y en aquellos donde el nivel educativo es menor. Un duro indicador
de pobreza es el estado de la desnutrición infantil; en la última década, la
tasa de desnutrición infantil en zonas rurales se mantiene en 40%, frente al
15% en el ámbito urbano. La desnutrición es mayor en la Sierra y especialmente
en el entorno rural para los mismos niveles de gasto per cápita.
El 13.4%
de la población es analfabeta en la Sierra, siendo el 21.5% mujeres y 5.2%
varones; además, el 13.3% de la población de 15 años o más no ha recibido
ninguna educación frente al promedio nacional de 7.4%. Asimismo, solo una de
cada 10 personas de 15 o más años de edad accedió a educación superior. Con
relación a la salud, el 65% de las madres que mueren por problemas de parto
corresponde a los 11 departamentos con menor índice de Desarrollo Humano que
son departamentos de Sierra.
La
exclusión económica y social que padece la población rural está vinculada a la
etnicidad, al sexo femenino y a las secuelas de la violencia: mientras la
población es más indígena, más rural y femenina, mayores son las probabilidades
de ser pobre o pobre extremo. En la Sierra rural, la población considerada
indígena es entre 65% y 80%; la tasa de pobreza extrema es de 80% en el
segmento indígena frente a 56% del segmento no indígena.
Desde los
90` la economía campesina y la sociedad rural son sometidas a grandes y drásticos
cambios desde los retos de la inserción en el mercado, la ampliación de la
ciudadanía y la sostenibilidad ambiental, que son temas cruciales de la
modernización en curso. Estos retos se han hecho más evidentes aún en un
contexto de debilidad de la institucionalidad democrática, auge del modelo
neoliberal, lentitud del proceso de descentralización, resquebrajamiento de las
bases de poder tradicionales y apertura de la sociedad, economía y la política.
La
situación de pobreza de la población de la Sierra rural, con énfasis en la de
origen indígena, y la forma de organización de los sistemas donde se toman las
decisiones, junto a los cambios culturales estimulados por algunos rasgos
impositivos de la modernización en curso, ha provocado la internalización de la
cultura de la vergüenza principalmente en la población de origen indígena. Por
esta causa, muchas riquezas culturales, expresadas en prácticas y tecnologías
locales vienen perdiendo peso en el tejido social, profundizándose la exclusión
de estas poblaciones.
LA
VIDA EN EL ANDE LAMBAYECANO: CAÑARIS Y SALAS
Los
distritos de Cañaris y Salas son dos de los cuatro distritos más pobres del
departamento. El Mapa de Pobreza de 2007 de FONCODES, ubica a los dos distritos
en el Quintil 1. Asimismo, según el Indice de Desarrollo Humano del PNUD,
Cañaris está ubicado en el puesto 1,827, en tanto Salas está en el puesto 1,474
de los 1,833 distritos del país. En alfabetismo, Cañaris y Salas ocupan los
puestos 1,821 y 1,530, respectivamente; en el primer distrito el 57% de las
mujeres están en situación de analfabetismo y el 34% en Salas. Respecto de la
esperanza de vida al nacer estos distritos están ubicados en los casilleros
1,641 y 857, respectivamente. Asimismo, en cuanto a ingreso familiar per
cápita, Cañaris y Salas están ubicados en los lugares 1,782 y 1,382,
respectivamente, del total de distritos del país.
En
Cañaris, 1,600 de 2,602 viviendas se abastecen de agua del río, acequia,
manantial u otra fuente similar; esto compromete a 8,258 habitantes. Del mismo
modo, 2,508 viviendas no tienen alumbrado eléctrico por red pública. En Salas,
2,384 de 3,059 viviendas se abastecen de agua del río, acequia, manantial u
otra fuente similar; esto compromete a 10,382 habitantes. Del mismo modo, 2,636
viviendas no tienen alumbrado eléctrico por red pública. Además, el 75% de
familias cocina con leña y otros y, existen sectores de estos distritos donde
el hacinamiento por dormitorio llega a seis personas en promedio.
Los
centros poblados eliminan sus aguas residuales en las acequias, quebradas y
ríos, las cuales al mismo tiempo son fuentes de abastecimiento de agua. Las
acequias son las fuentes más comunes de abastecimiento. El 96% de la población
consume habitualmente agua sin hervir, mientras que el 4% hierve el agua ocasionalmente
o utiliza cloro para su desinfección. El 97% de la población arroja sus
residuos al campo, el 2% utiliza micro relleno y el 1% los quema.
En estos
distritos existe un médico para 1,303 personas, un enfermero para la misma
cifra y una obstetra para 1,861 habitantes; sin embargo, los establecimientos
de salud solo atienden en horarios similares a las zonas urbanas.
LA
PEQUEÑA AGRICULTURA ANDINA LAMBAYECANA
En
pequeñas unidades productivas cuya área varía entre 0.5 y 2.5 Ha, las familias
de los distritos de Cañaris y Salas producen frutas, caña de azúcar,
hortalizas, camote, yuca, maíz, en la zona climática más baja; café, maíz,
habas, cebada, arverja, frijol, trigo, hortalizas, en la zona intermedia, y;
oca, olluco, cebada, papa, haba, arverja, trigo, en la zona alta donde también
existen amplios pastizales naturales. Es necesario destacar que por su
ubicación y altitud, Cañaris tiene mayor presencia en la zona climática alta.
En cuanto a la crianza de animales, destaca la ganadería en vacunos, ovinos, porcinos
y, también la crianza de cuyes y aves de corral. Al respecto, aproximadamente
el 60% de las familias no posee ganado. El resto tiene entre uno y dos vacunos,
dos y tres cerdos y, entre dos y tres ovejas; es generalizada la crianza de
cuyes (entre cuatro y cinco animales) y de aves de corral (entre ocho y 10
animales). Esta producción está sometida a diversas tensiones vinculadas a las
características del territorio. Entre enero y abril, estos distritos sufren
fuertes lluvias que impiden el tránsito vehicular, provocan la pérdida de
cultivos cuando son muy fuertes y deterioran los suelos.
Los bajos
rendimientos productivos están vinculados también a la escasa práctica de
fertilización, al temor de los productores a arriesgar alguna inversión, a las
técnicas de producción inadecuadas y, también, a la poca actitud de los
productores por la innovación y el espíritu emprendedor. También es importante
destacar la desatención por parte del Estado de la pequeña agricultura andina,
principalmente en tecnología y financiamiento.
Existe
una asociación de cultivos en la parcela de los productores de café (el más
dinámico con relación al mercado) que no es favorable al incremento del
rendimiento de este grano; por ejemplo: el palto, guayabo, níspero, la lúcuma,
por su profundo enraizamiento empobrecen el suelo agrícola. Si bien existe una
producción agrícola diversificada, los rendimientos son bajos en todos los
cultivos, por lo cual las familias y los productores apelan a la emigración
para obtener recursos económicos adicionales. Solo para mostrar algunas cifras:
860 Kg por hectárea en trigo; 1,400 Kg en haba; 1,470 Kg en arverja; 700 Kg en
frijo, entre otros productos.
El
principal momento de emigración se da entre octubre y febrero, pasada la época
de cosecha, sobre todo de mano de obra joven, hacia empleos agrícolas en la
Selva, Ecuador, Motupe y Jayanca. A partir de febrero y hasta abril, para
gastos de su mantenimiento las familias venden una buena parte de su pequeño
hato de animales, incrementan la producción y venta de artesanía (tejidos de
ponchos, jergas, mantas) y, ocasionalmente emplean su mano de obra fuera de la
parcela. Esto quiere decir, que las familias andinas de Cañaris y Salas tienen
ingresos económicos de diversas fuentes, pero sin resolver su situación de
pobreza y de insolvencia para invertir en el mejoramiento de la productividad
de su parcela.
Un dato
destacado es el hecho que frente a la problemática productiva, las dirigencias
comunales no tiene alternativas y su comportamiento es más bien de
indiferencia; en cambio, se observa la continuación de prácticas comunales al
interior de los Comités de Canal, especialmente en la limpieza y el
mantenimiento de los canales de regadío. Asimismo, la participación comunal se
pone de manifiesto en el arreglo y la limpieza de caminos y trochas carrozables
en época de lluvias.
Los principales cultivos para el consumo
alimentario de las familias son: trigo, haba, arveja, frijol, camote, chileno, maíz, hortalizas y algunas frutas, aunque
ha decaído notablemente la producción de granadilla y chirimoya por problemas
de plagas. De otro lado, con excepción del café y de algunos frutales, la mayor
parte de la producción agrícola tiene como destino el autoconsumo; esto quiere
decir que existe una base de disponibilidad de alimentos producidos localmente
en estos distritos, que forma parte de la cultura alimentaria de las familias.
La menor importancia productiva del café y los frutales respecto de su
importancia económica se debe a la imposibilidad de aumentar el área por
limitaciones en cuanto al acceso al agua para riego, al tipo de tecnología y
también a la tradición de manejo de pisos ecológicos (complementariedad).
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