Por: Evaristo Augusto
Chunga Zapata (*)
Hemos nacido en el Perú, país
latinoamericano, subdesarrollado (para los “líderes políticos” en vías de
desarrollo, o países emergentes), con gobernantes enclenques y mediocres, con
una clase política en ruina mental, una
incertidumbre fabulosa y la mierda extendiéndose vertiginosamente a lo largo y
ancho del país, pues por donde pongamos el dedo, brotará el pus.
He vivido décadas y todo este tiempo
siempre el pueblo peruano exigió acabar con la corrupción, con la injusticia,
el abuso, la impunidad, pero la situación es peor, los males del país se han
ampliado, son más profundas originando indignación y por supuesto desconfianza
y desesperanza.
Por un lado tenemos los jaleos
políticos, domésticos con sus líderes torpes e ignorantes pretendiendo
desestabilizar la democracia del cual ellos participan y defienden y de otro
lado la mano sucia de los grupos de poder económico, manejando a su antojo al
pueblo peruano.
Los partidos tradicionales, y los
“nuevos” partidos cuyos miembros son los mismos que militaron en otros partidos
de izquierda tradicionales, a los que se suman, los partidos políticos que
pretenden constituir aquellos que acabaron con la vida de centenares de miles
de peruanos y peruanas en nombre de la “guerra popular” pero al igual que los
reptiles han “mudado” de piel y se ponen
de acuerdo a escondidas en contubernio, con algunos miembros del Ministerio
Público, Poder Judicial, Tribunal Constitucional, Fuerzas Armadas y Policiales,
Iglesia Católica, Partidos Políticos, para que defiendan sus intereses
mezquinos. Por supuesto que todo aquello hace la hora irrespirable, ha sofocado
a muchos peruanos y peruanas.
En esta época caótica llena de
desfallecimientos y omisiones la toma de situación y conciencia es ineludible.
Es necesario manifestarnos como personas libres, con una nueva responsabilidad,
con una nueva actitud ante el acto creador, ante los hechos derivados de una
realidad con la que no estamos de acuerdo.
Estamos atentos a lo que se está
haciendo en nuestro país. Queremos cambios profundos, conscientes de que todo
lo que viene es irreversible porque el curso de la historia es incontenible y
en América Latina y en los países “emergentes” (antes se les denominaba del
tercer mundo) se encaminan a lograr equidad, igualdad en sus pobladores.
Entonces, cojamos todos y todas las segadoras y limpiemos los escombros, pues se
nos ha entregado la misión de construir una nueva sociedad.
Creemos el deber de expresar las
circunstancias presentes sin contemplaciones, porque es hermosa y ardua la
tarea que abarca ser sincero con uno mismo. Siempre ha sido fácil establecerse
en lo que ya está hecho en plan de observador indiferente que se omite. Pero
ahora es preciso propiciar los hechos participando en su realización.
En este nuestro país, siempre han
existido los fracasados, los que muestran una ignorancia descomunal, con
resultados espantosos y que sostienen este sistema injusto que se cae a
pedazos. Se ejercita el silenciamiento,
la confusión, la venganza política y la degradación perversa.
Todas aquellas generaciones bastardas
han encontrado este panorama que hoy observamos y con su silencio, su cobardía
y su reverenda flojera para la investigación o el estudio se ayudó para que
nada cambiara. Solamente se hizo el intento de querer cambiar el sistema a
consecuencia de masturbaciones mentales, de lucubraciones, de gritos histéricos
o cosquillas para contentar a los gobernantes.
Frente a esta situación proponemos un
cambio de mentalidad en los peruanos y peruanas y esto pasa por priorizar la
educación, una educación para la vida, para la familia, para el trabajo, para
el servicio a todos y todas sin distinción de nada.
Que la educación constituya una lucha viviente, que no escape
nada en nuestro trayecto de hombres momentáneos en la tierra. Creemos que el
acto creador exige una inmolación de todos los días. Definitivamente deben
terminar los líderes místicos, bohemios, inocentones, engreídos, locos o
cojudos.
Necesario es pues dejar las nubes en
su sitio. Si somos iracundos es porque esto tiene dimensión de tragedia. A nosotros se nos ha entregado una catástrofe
para poetizarla, para transformarla. Se nos ha dado esta coyuntura histórica
para culminar una etapa lamentable y para inaugurar otra más justa.
Somos peruanos, con los testículos y
la lucidez que no tuvieron muchos que nos antecedieron. Tenemos también un
poderoso deseo de permanecer libres, con una libertad sin alternativas, que no
vacile en ir más allá, para que esto siga siendo lo que es: un solitario y
franco proceso de ruptura.
(*)
Licenciado en Periodismo
Ing. Agrónomo
Br. Educación
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