Columna de reporteros
Reproducción
de la columna ‘Las Palabras’ publicada en la edición 2256 de la revista
‘Caretas’.
CUANDO la Policía se
decide a hacer algo bien, el resultado es generalmente bueno. Desde el desalojo
de Santa Anita hasta la captura de ‘Artemio’, los hechos demuestran que bajo un
mando competente, la Policía actúa eficazmente. ¿Por qué entonces los desastres
operativos, los casos de corrupción, de abandono de los propios policías?
Dentro de la Policía
hay una compleja coexistencia de grupos virtuosos con otros mediocres y
corruptos. Siempre, o casi siempre, ha sido así. Como lo demuestran, con
elocuencia explicativa, unos pocos eventos del último año.
El operativo de
desactivación de La Parada el sábado 27 fue exitoso. El del jueves 25 fue, en
cambio, un desastre. En este caso, el éxito es más fácil de comprender. Si se
moviliza a 5 mil policías, 13 tanquetas (10 de las cuales fueron prestadas por
el Ejército, pero operadas y tripuladas por policías) y un Caspir, cualquier
turba –sobre todo si esta defiende un lugar determinado y está infestada de
delincuentes– será prontamente controlada. Como, en efecto, sucedió.
Si la misma operación
–con similar despliegue de fuerza y claridad de objetivos– se hubiera realizado
el jueves 25, el resultado quizá no hubiese sido tan rápido. Pero, con un poco
más de tiempo y, posiblemente, de fuerza, el objetivo de desactivar la Parada
se hubiese logrado ese mismo día.
En lugar de ello, dos
escenas perennizarán el recuerdo de ese jueves negro: la caída del policía
montado y, segundos después, la del caballo de otro policía en medio de la
turba depredadora; y el saqueo de Gamarra. Pocos días antes habían estado ahí
Nadine Heredia con Hillary Clinton y Michelle Bachelet, celebrando el
triunfante empuje de las empresarias peruanas. El jueves, algunas de esas
empresarias apenas contenían la angustia en sus negocios devastados por el
saqueo.
La Policía, para
decirlo con claridad, había huido del lugar, luego de ser abrumada por las
turbas, que entraron a saco a Gamarra.
"La importancia
del operativo del jueves 25 era alta y el riesgo también. No se necesitaba
clarividencia para saber que la intervención iba a provocar un serio conflicto
en el corazón de la ciudad".
¿Cuál fue la diferencia? Que el jueves 25
intervino apenas una fracción de los policías que actuaron dos días después,
con una parte mínima del equipo que se empleó el sábado.
Según he podido
saber, el operativo del jueves estuvo a cargo de un coronel de la Diroes, que
apenas contó con un mínimo de inteligencia y planificación previas. Ahora que
la Inspectoría de la PNP investiga el desastre del jueves 25, supongo que el
porvenir profesional de ese coronel es muy poco promisorio.
Pero, ¿le toca la
mayor responsabilidad a ese coronel? Ciertamente no.
La importancia de ese
operativo era muy alta y el riesgo también. No se necesitaba
clarividencia para saber que la intervención iba a provocar un serio conflicto
en el corazón de la ciudad.
La primera responsabilidad del operativo descansaba, sin duda, en el jefe de la
Séptima Región, el general PNP Aldo Miranda.
Por encima suyo
estaba el director de
operaciones policiales, general PNP Abel Gamarra.
Y, por supuesto, la responsabilidad central de la
operación descansaba en el director general de la PNP, general PNP Raúl Salazar.
De acuerdo con la
información de fuentes calificadas en el ministerio del Interior, ninguno de
los tres estuvo en el operativo del jueves 25. Las mismas fuentes indican que
Salazar intervino luego que el desastre ya estaba consumado.
¿Por qué hubo tal
negligencia? Como no estoy del todo seguro (y ojalá me equivoque) de que los
investigadores de Inspectoría tengan el coraje de hacer las duras pero inevitables
preguntas a sus jefes, aporto aquí algunos elementos de juicio.
¿Recuerdan, en primer
lugar, a dos de los tres nombres arriba mencionados? Tanto el general PNP Abel
Gamarra como el general PNP Raúl Salazar fueron dos de los asistentes a la hoy
célebre cena en octubre de 2011 en el restaurante ‘Las brujas de Cachiche’, que IDL-Reporteros
revelara a la luz pública pocos días después.
Esa cena, caso hoy
paradigmático de tráfico de influencias, fue convocada para acordar y organizar
otro masivo desalojo: el de Andahuasi, para favorecer al grupo Wong.
Como se recuerda,
tanto el hermano del entonces vicepresidente Omar Chehade como, por lo menos,
el general PNP Gamarra, intentaron convencer al general PNP Guillermo Arteta,
entonces jefe de la región Lima Norte, para que organizara un operativo de
desalojo en la cooperativa azucarera de Andahuasi, a fin de ponerla bajo
control de los Wong. Se le ofreció una orden judicial firmada, sin fecha ni
hora, como respaldo.
Arteta, un policía de
impecable carrera y sólidos logros, que había sido purgado por Alan García de
la dirección policial de La Libertad, a solicitud de Luis Alva Castro, por
haberse negado Arteta a apoyar con la Policía al aparato aprista en la región,
se mantuvo firme.
Les dijo que una
intervención de alto riesgo como esa debería hacerse con una apreciación
precisa de inteligencia, un planeamiento meticuloso y con toda la formalidad
legal necesaria. La orden judicial debía ser clara y llegarle por el conducto
regular.
Pocos días después,
Arteta fue pasado intempestivamente al retiro. Salazar y Gamarra, en cambio,
que en esa cena habían dejado clara su disposición a ayudar en lo que pedían
los traficantes de influencias, y que luego –cuando reventó el caso– le
cubrieron las espaldas a Chehade, vieron despegar sus carreras.
Salazar se convirtió
en el jefe de la Policía en el Perú y Gamarra en su jefe de operaciones.
¿Recuerdan aquel
‘tuit’ de la Primera Dama, que se preguntaba algo así como: ‘es tan difícil
caminar derecho’ en reacción al escándalo? Pues habría que decirle, señora, que
caminar derecho en la Policía no solo es difícil sino que puede costar la
carrera.
En las Brujas de
Cachiche Gamarra y Salazar dejaron claro que el planeamiento cuidadoso, la
inteligencia precisa no era algo que les interesara demasiado.
De repente eso ayuda
a explicar sus notorias ausencias el jueves 25.
¿ Y qué explica la
del general PNP Aldo Miranda, el jefe de la Séptima Región? Según fuentes bien
informadas, Miranda estuvo con Salazar durante el operativo. Al escribir este
artículo, el lunes por la noche, no sé si Miranda continúa todavía en su
puesto, pero todo indica que será destituido.
AÚN si uno hace un
esfuerzo por separar la gestión de Salazar como jefe de la PNP de su origen en
las Brujas de Cachiche, la evaluación resulta inevitablemente desaprobatoria.
Debido, entre cosas a:
• Que marginó
malamente a oficiales con capacidad operativa y favoreció a gente cuyo mayor
mérito era ser cercanos a él, copromocionales o ambas cosas. El actual jefe de
la Dirandro, general PNP Wálter Sánchez es una persona afable (su
apodo,‘Sanguchón’, lo atestigua), pero no tiene, obviamente, capacidad de comando.
Los dos escándalos recientes de cambiazo y robo de drogas en Ayacucho y
Huánuco, revelan la involución de la que fue hasta hace poco una de las mejores
direcciones policiales del país.
• El manejo policial
en el caso de Conga fue muy malo; y la violenta detención de Marco Arana fue un
asalto antes que un arresto.
• El abandono de los
tres policías durante los sucesos de Kepashiato fue parte de una cadena de
malas decisiones en cuyo inicio participó Salazar.
• Las condiciones en
las que se mantienen y operan varias guarniciones policiales en zonas de
emergencia (como, por ejemplo, la de Yuveni) revelan una indiferencia total por
el bienestar, la suerte y, finalmente, el aprestamiento combativo de esos
policías.
¿Lo anterior ayuda a
explicar el desastre del jueves 25? Yo creo que sí. Y si aquello de que “por
sus obras los conoceréis” tiene algo de verdad, las acciones del Gobierno en
reacción a lo sucedido serán –en un sentido o en otro– ciertamente reveladoras.
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