Por: Víctor Robles Sosa
Si
Sendero Luminoso renunciara a su ideología criminal nadie podría objetar su
ingreso al sistema político, pero éste no es el caso. Al contrario, la banda
maoísta reivindica el genocidio que perpetró como una “gesta popular”, se niega
a pedirle perdón a sus víctimas, e insiste en que el único camino válido para
llegar al poder es la violencia terrorista.
En su afán de relativizar la barbaridad política cometida por Nicolás Lynch en Argentina, Lerner tergiversa la realidad en circunstancias en que Sendero desarrolla una campaña internacional de desprestigio de nuestra democracia, y cuando el Perú libra una guerra contra los herederos políticos de Guzmán, que asesinan a nuestros policías y soldados en el llamado VRAEM.
Y lo que es más grave, lo hace en momentos en que ostenta el cargo de representante personal del presidente de la república ante la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR). ¿Qué mensaje le da el Perú al resto del mundo si el presidente deja en ese puesto a Lerner después de semejantes declaraciones públicas?
Pero el tema de fondo, más allá del caso Lerner, es qué hacemos para enfrentar la ofensiva política internacional de Sendero, así como su agresiva penetración en nuestras organizaciones sociales.
Lo primero que tenemos que hacer es llamar las cosas por su nombre: La lucha no es contra el Movadef sino contra Sendero Luminoso, al que tenemos que desenmascarar frente al país y a la comunidad internacional. No podemos andarnos en medias tintas.
El mensaje al país y al mundo tiene que ser claro: El Perú jamás permitirá que el terrorismo repita el baño de sangre que desató en nuestro país. El llamado “pensamiento Gonzalo” es para el Perú lo que el Nacional-Socialismo es para Alemania, o el comunismo estalinista para Rusia.
En segundo lugar, debemos dejar de lado el discurso demagógico que señala que la lucha contra Sendero debe ser solo “política”. El terrorismo tiene una estrategia política – militar – jurídica – comunicacional, y nosotros tenemos que responderle en esos terrenos, pero a la ofensiva.
Como es imposible que los partidos democráticos asuman la lucha política, pues casi no existen como organizaciones nacionales – por razones que no vienen al caso abordar ahora- el gobierno democrático debe impulsar y liderar esta lucha desde todas las instancias del estado.
Así como el presidente Ollanta Humala entendió que debía mantener el modelo económico para que el Perú continúe por el camino hacia el desarrollo, debe asumir ahora que Sendero hace política solo para legitimar su genocidio ante las nuevas generaciones y acumular fuerzas para retomar su proyecto totalitario. Por lo tanto su gobierno debería proscribir ya a Sendero – Movadef y su “pensamiento Gonzalo”.
Debe asumir además que la lucha política también será con las cúpulas de la izquierda y sus ONG, que seguirán “neutrales” ante Sendero, tal como lo hicieron en los 80′ y en los 90′.
Los demócratas ya estamos acostumbrados a librar la guerra contra el terrorismo sin ellos. Peor aún, con ellos tirando piedras desde afuera.
En su afán de relativizar la barbaridad política cometida por Nicolás Lynch en Argentina, Lerner tergiversa la realidad en circunstancias en que Sendero desarrolla una campaña internacional de desprestigio de nuestra democracia, y cuando el Perú libra una guerra contra los herederos políticos de Guzmán, que asesinan a nuestros policías y soldados en el llamado VRAEM.
Y lo que es más grave, lo hace en momentos en que ostenta el cargo de representante personal del presidente de la república ante la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR). ¿Qué mensaje le da el Perú al resto del mundo si el presidente deja en ese puesto a Lerner después de semejantes declaraciones públicas?
Pero el tema de fondo, más allá del caso Lerner, es qué hacemos para enfrentar la ofensiva política internacional de Sendero, así como su agresiva penetración en nuestras organizaciones sociales.
Lo primero que tenemos que hacer es llamar las cosas por su nombre: La lucha no es contra el Movadef sino contra Sendero Luminoso, al que tenemos que desenmascarar frente al país y a la comunidad internacional. No podemos andarnos en medias tintas.
El mensaje al país y al mundo tiene que ser claro: El Perú jamás permitirá que el terrorismo repita el baño de sangre que desató en nuestro país. El llamado “pensamiento Gonzalo” es para el Perú lo que el Nacional-Socialismo es para Alemania, o el comunismo estalinista para Rusia.
En segundo lugar, debemos dejar de lado el discurso demagógico que señala que la lucha contra Sendero debe ser solo “política”. El terrorismo tiene una estrategia política – militar – jurídica – comunicacional, y nosotros tenemos que responderle en esos terrenos, pero a la ofensiva.
Como es imposible que los partidos democráticos asuman la lucha política, pues casi no existen como organizaciones nacionales – por razones que no vienen al caso abordar ahora- el gobierno democrático debe impulsar y liderar esta lucha desde todas las instancias del estado.
Así como el presidente Ollanta Humala entendió que debía mantener el modelo económico para que el Perú continúe por el camino hacia el desarrollo, debe asumir ahora que Sendero hace política solo para legitimar su genocidio ante las nuevas generaciones y acumular fuerzas para retomar su proyecto totalitario. Por lo tanto su gobierno debería proscribir ya a Sendero – Movadef y su “pensamiento Gonzalo”.
Debe asumir además que la lucha política también será con las cúpulas de la izquierda y sus ONG, que seguirán “neutrales” ante Sendero, tal como lo hicieron en los 80′ y en los 90′.
Los demócratas ya estamos acostumbrados a librar la guerra contra el terrorismo sin ellos. Peor aún, con ellos tirando piedras desde afuera.
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