Escribe César Hildebrandt
La CIA puede matar o
mandar matar, derrocar gobiernos democráticos, volar puentes o gasoductos, asociarse con las peores
hampas, financiar lo más sucio y respaldar lo que sobrepasa la infamia. Pero,
eso sí: no puede consentir un director adúltero.
El adulterio es feo
pero mucho más feo es hacer lo que la CIA hizo en Chile en la década del 70 del
siglo pasado. Y mucho más feo es ordenar
al sicariato boliviano que termine de matar al Che Guevara. Y tan feo como eso
es interrogar bajo tortura en cárceles subrepticias localizadas en democracias
de pacotilla como Pakistán. O actuar de común acuerdo con los equipos de
eliminación del Mossad israelí.
Pero así son los
gringos, En sus tierras no derrocan a los presidentes: los matan (de Lincoln a
Kennedy, pasando por Garfield). Allí no encarcelan a los líderes que no pueden
controlar del todo: los eliminan (Hoffa, King, Bob Kennedy).
Allí, en suma, una
plaga de multitudes cariadas por el patriotismo más oscuro cree que Darwin era
un cabrón, que el mundo tiene 5.000 años, que el cretácico es un invento de
Spielberg y que Dios canta con ellos los domingos en la iglesia misionera donde
han terminado de malograr sus entendederas. El Tea Party, que es una manera
oligofrénica de ser tory, es hijo del Estados Unidos profundo que volverá a
quemar a las brujas de Salem. Cuando ya no entiendes nada del mundo lo que te
queda es el fundamentalismo religioso, esa ceguera que quiere ser virtuosa.
De modo que el
general Petraeus, que fue el único que entendió lo que pasaba en Irak o
Afganistán, ahora cae bajo el peso de la moralina. Como comandante en jefe del
ejército de ocupación en Irak, por ejemplo, el señor Petraeus debe ser
responsable de muchas muertes y otros tantos encubrimientos. Nadie lo juzgó por
eso. Al fin y al cabo, Estados Unidos no está afiliado al Tribunal Penal
Internacional.
¿Cómo podemos
asimilar tanta mentira y no morir de empacho? ¿Por qué nuestra estupidez de
especie, descarriada de cualquier "diseño inteligente", es omnívora
cuando de tragar mentiras se trata?
China está camino
de convertirse en otro monstruo no sostenible y la alentamos para que siga por
esa senda: si su ritmo de expansión baja del 10% anual nos preocupamos y
escribimos sesudos artículos. Europa condena a sus habitantes por
despilfarradores después de haber estimulado en ellos un consumismo frenético.
Alemania impone sus rigores, pero no tanto porque sabe que si la crisis se
acentúa sus exportaciones pueden peligrar y el modelo que ella misma promovió
podría ser cuestionado desde ángulos más esenciales. Y Grecia o España aceptan
sus culpas cuando no hicieron otra cosa que acatar el mandato del capitalismo
insomne que confunde crecimiento con desarrollo y desarrollo con bienestar.
¿Hace cuánto tiempo
que dejamos de creer en la felicidad como meta de las políticas?
Hemos hecho un
mundo de depredadores cuyo fin es comprar para renovar los stocks a la
velocidad del vértigo. Una sociedad sin razón donde la estupidez es casi un
requisito de sobrevivencia y la codicia una manera de asociamos a los otros.
Chicos con los pulgares crecidos se conectan a máquinas donde aparecen, sin
rostro, los mensajes inútiles de quienes ya no pueden hablarles a la cara. Y
los medios de comunicación son cómplices de toda esta ordinariez.
Necesitamos un
nuevo Nietzsche, una nueva locura fundadora, muchos nuevos demonios sacudiéndonos
de las solapas para sacamos de esta vulgaridad mundial que nos deshumaniza.
Al bobo de Petraeus
no lo han sacrificado porque se enredó con su buscona biógrafa. Lo liquidaron
porque con su intercambio de correos electrónicos puso en peligro los secretos
sucios de la organización que dirigía.
Es la erótica del mal: lo que no está prohibido es matar. Así de hipócrita. Así de horrible.
Es la erótica del mal: lo que no está prohibido es matar. Así de hipócrita. Así de horrible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario