Escribe: Gonzalo Portocarrero Maisch
Hoy 9 de diciembre celebramos el día del Sociólogo (…) en efecto, como
todos sabemos, la Sociología nace como respuesta a ese gran desafío que es la
integración social. Nuestro mandato es usar la razón para imaginar dinámicas
que contengan los antagonismos sociales y frenen la violencia y la muerte.
Pero, todos sabemos, igualmente, que esas dinámicas sociales solo pueden ser
pacíficas si logran articular la justicia y el orden. Se puede polemizar hasta
el fin de los tiempos en torno a la manera de combinar estos principios.
Algunos dicen que el orden debe ser anterior a la justicia pues solo en el
orden se genera la riqueza que hace posible la justicia y el desarrollo humano.
Otros, en cambio, dicen que la justicia es primera pues cualquier orden injusto
es inestable y moralmente inaceptable. Entonces la búsqueda de la justicia debe
representar el principio dinámico de la recreación del orden social. Tenemos
pues dos temples en la Sociología. Un temple conservador y satisfecho que busca
el orden como el primero de los bienes. Y otro temple, impaciente y decidido,
orientado primordialmente hacia la búsqueda de la justicia.
Pero en la Sociología tiene que haber espacio para todos, pues el
ejercicio de la razón que la fundamenta supone practicar esa tolerancia que
compromete a acercarse al otro, a detenerse más en las semejanzas que en las
diferencias. Entonces en la Sociología no tendría por qué haber rechazo del
diálogo ni, menos aún, excomuniones. Una de las grandes tareas de la Sociología
tiene que ser enseñar a discrepar. Mantener la diferencia pero proseguir con el
diálogo. Sin excluir, ni satanizar.
Esta tensión, en torno a cual valor es primero si el orden o la
justicia, se da en el meollo de nuestra formación académica y de nuestra
práctica profesional. Entonces no nos queda más que vivir creativamente esta
tensión, lo que supone tratar de manejarla de manera que un aspecto contribuya
al desarrollo del otro. Pero la disyunción existe. Es evidente que privilegiar
el principio de la justicia se asocia con la vocación teórica y crítica. Es
decir, con el estudio de los grandes autores, con el cuestionamiento del orden
social y con el interés por las preguntas compartidas por todos. Mientras tanto
la apuesta por el principio del orden da lugar a una insistencia en lo
profesional, en el saber aplicado. En ser útiles a la política aportando
diagnósticos y ejecutando programas.
En los últimos años esta tensión ha ido en
desmedro del pensamiento crítico. La exigencia de justicia cede el paso a la
demanda de utilidad. Creo que debemos tratar de que esta situación sea una
etapa breve. En todo caso hay que reconocer que en la Sociología el pensamiento
crítico ha sido tan hegemónico que todas las aplicaciones prácticas de nuestro saber
han sido paulatinamente desterradas de la propia disciplina. Como ha señalado
Danilo Martuccelli, fue en la Sociología que surgieron la elaboración de
encuestas electorales, el análisis de las relaciones industriales, los estudios
de mercado, las ciencias de la comunicación. Saberes que se han autonomizado y
vuelto funcionales, pero a costa de perder mucho de su referencia crítica.
En nuestro país debemos apostar por gobernar esta tensión de una manera
en que logremos conjugar la teoría y la crítica con la práctica y la utilidad.
(…). El mandato o clamor de los jóvenes es hacer una Sociología que sea útil
para la vida, que cuestione el orden mientras lo vaya mejorando.
Es indudable que tiene que haber un día de Sociólogo, una fecha que en
el calendario de nuestras actividades nos permita fortalecer nuestra condición
de sociólogos. Y que mejor fecha que el 9 de diciembre, pues en 1896, hace
justamente 110 años, en este día y en este mes se estableció la primera cátedra
de Sociología en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos. Institución que nos sigue acogiendo. De allí que las autoridades del
colegio que nos precedido hayan elegido esta fecha para la presente
celebración.
La creación de la primera cátedra de Sociología tiene un aspecto
anecdótico que bien visto es también sintomático del país y la propia
Sociología. En realidad, la propuesta surge en la universidad pero bajo el
entendimiento de que el Estado cubriera el gasto respectivo. Es decir ambas
instituciones, la universidad y el estado, coinciden en la necesidad de un
anclaje institucional que permita fomentar la producción y divulgación de la
nueva disciplina. Este es un consenso significativo pues se sitúa, recordemos
que hablamos de 1896, en un período de pacificación y reconstrucción económica,
después de un largo período marcado por la guerra del pacífico y las luchas
civiles. Es como si la necesidad de la Sociología se acrecentara en períodos de
cambios acelerados.
No obstante resulta que la nueva cátedra se crea sin que hubiera una
partida destinada a financiarla. El gobierno no puede ampliar el presupuesto
porque la ley así lo prohíbe. Sin embargo, el presidente de la
república, según está registrado en el
libro de actas respectivo, “había suplicado que la universidad pagara el sueldo
del catedrático de Sociología con cargo de devolución y de consignarse en el
próximo presupuesto la partida correspondiente”. Frente a este pedido del
presidente, el Consejo Universitario encuentra “natural acceder… porque no importa
un gravamen excesivo a las rentas de la universidad”. Y también por “gratitud
pues gracias al actual gobierno” se había pagado a los catedráticos 14 meses de
sueldo que se les tenía atrasados. Es pues claro que la Sociología en el Perú
nace de una alianza entre el Estado y la Universidad. El Presidente es Nicolás
de Piérola, el rector es Francisco García Calderón y el primer catedrático
Mariano Hilario Cornejo. El jefe del Partido Demócrata y el ex presidente de la
República de la Magdalena acuerdan nombrar a un hombre que como Cornejo
pertenece a esa estirpe meritocrática de servidores públicos que hicieron
posible la continuidad de la república en los días más aciagos de la derrota
militar y la proliferación caudillista.
Hoy en día la Sociología se encuentra en un período de consolidación en
el cual el reto sigue siendo el mismo, es decir manejar la tensión que
fundamenta nuestra disciplina: cultivar un saber crítico y libre pero también
contribuir a la mejora de nuestro mundo.
(Del discurso en el Colegio de Sociólogos del Perú. Diciembre de 1996)
http://gonzaloportocarrero.blogsome.com/2006/12/15/el-dia-del-sociologo
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