Por: Mario
Alvarado Tabacchi
“Tropecé de nuevo y con la misma piedra…”, así reza el estribillo de un
tema musical pegajoso interpretado por Julio Iglesias. Esta parece ser también
la historia recurrente de la industria del mango en Piura, entendida como el
conjunto de actividades ligadas a la producción, procesamiento y distribución
de la fruta. Y es que en todas las campañas se presenta el mismo cuadro de
precios que caen, agricultores y acopiadores que se sienten maltratados e
implementan medidas de fuerza (paros) y, al término de la temporada, varios
productores que son objeto de incumplimiento de contratos por parte de
exportadores que levantaron la fruta con la promesa de un alto pago futuro. Si
uno se mete en las entrañas de esta actividad agroexportadora notará que en la
base de la misma prima una alta informalidad y desorden del mercado.
Esto es lo que crea condiciones propicias para la proliferación de
conductas oportunistas que finalmente terminan minando la viabilidad de la
industria. Ello atenta contra el funcionamiento de la misma, que debería estar
operando a la manera de un cluster maduro y exitoso, en el sentido de un
conglomerado productivo donde todos los actores ganan (juego de gana-gana), por
oposición a un juego de “suma cero” (unos ganan y otros pierden).
El telón de fondo de esto es la presencia de un conjunto de actores que
podríamos calificar como disfuncionales al cluster (contrarios a su
consolidación) y que son aquellos agricultores, acopiadores, plantas de empaque
y exportadores a quienes no les preocupa mayormente la buena imagen de la fruta
en el exterior, sino tan solo aprovechar una oportunidad de altas ganancias. Al
final de cuentas terminan malogrando el mercado.
El caso más reciente es el de cierto exportador que optó por enviar fruta
verde a la China, con la finalidad de sacar ventaja de precios altos en las
etapas tempranas de la campaña, y que, en última instancia, generó el rechazo
de la fruta y terminó estropeando los diversos esfuerzos que se venían haciendo
para ganar este nuevo mercado, que ahora será difícil recuperar. Este
exportador forma parte de la legión de “golondrinos”; es decir de negociantes
que aparecen coyunturalmente y luego se esfuman; se estima que de 120
exportadores de mango que operan en cada campaña, 100 pertenecen a esta clase.
Ordenar el mercado En consecuencia, una primera medida a adoptar es la de
ordenar el mercado, eliminando a aquellos actores que no respetan las más
mínimas reglas de operación que hagan viable a la industria del mango. Esto
implica elevar las “barreras de entrada”, haciendo respetar los requisitos cada
vez más exigentes de los mercados externos (sanidad, inocuidad alimentaria,
buena calidad, trazabilidad, buen grado de madurez, entre otros).
En este caso, hay certificaciones previas por sortear. En dicho cometido,
resulta clave conseguir el compromiso de las empacadoras para realizar una
labor de filtro o embudo; en el sentido de no procesar el producto que llegue
sin cumplir los requisitos mínimos de sanidad, grado de madurez e inocuidad;
amparado, por tanto, en la certificación de Senasa o entidades competentes. La
trazabilidad del producto debe permitir identificar y sancionar a las
empacadoras que no hayan sido diligentes en el cumplimiento de esta función de
filtro.
Cabe señalar que el número relativamente reducido de empacadoras (28) y su
condición de pase obligado para despachar la fruta, es lo que les confiere el
rol de embudo en el proceso logístico del producto. Asimismo, las empacadoras
podrían jugar un papel importante en asegurar que los exportadores cumplan con
los compromisos de pago contraídos con los agricultores, negándoles el servicio
a quienes no lo hagan.
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