Por Nicolás Lynch
En el
discurso fúnebre de Pericles que recoge Tucídides en Las guerras del
Peloponeso, el primero nos explica que la democracia en la Atenas del siglo V
Ane, era vida cotidiana, es decir, la deliberación de los ciudadanos en el
Ágora sobre los asuntos comunes para la toma de decisiones respectiva. No había
diferencia por ello entre ciudadano y político, ambos era una y la misma cosa.
Algo incomprensible desde las premisas, cada vez más limitadas, de las
democracias modernas que se restringen a autorizar gobiernos en las urnas cada
cierto número de años.
El
domingo 5 de julio de 2015, veinticinco siglos después, los griegos han vuelto
a hacer noticia sobre la democracia y nuevamente como ejemplo para el resto del
planeta. Su gobierno, encabezado por Syriza, un partido que se ha tomado en
serio el tema democrático, puso a votación en referédum la enésima propuesta de
austeridad planteada por la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y
FMI), para obtener un mandato popular al respecto. Con este acto hizo
exactamente lo contrario de lo que han recomendado los organismos
multilaterales en las últimas décadas: poner al debate y decisión públicos los
paquetes económicos de ajuste. De esta manera no solo devuelve al pueblo
soberano el poder de decisión sino que expone transparentemente a los
ciudadanos las intenciones de los poderes financieros sobre Grecia.
Los
resultados indican un triunfo abrumador del no contra el si, aproximadamente
62% contra 38%, mucho más de lo que se hubiera imaginado cualquier observador
hace pocos días. Esto da un mandato contundente al gobierno de Syriza en sus
intenciones de rechazar la austeridad y alcanzar un pacto con la Troika
favorable al pueblo griego. Es indudable que muchos factores juegan todavía en
este curso, pero el gobierno de Syriza se ha fortalecido con el triunfo en el
referéndum.
Pase lo
que pase en el futuro, las relaciones entre economía y democracia ya no serán
las mismas luego de este referéndum. Todo lo que se pasaron predicando durante
décadas los organismos multilaterales (FMI y Banco Mundial) así como los
poderosos de turno, de que había que ocultar las decisiones dolorosas a la
gente para que estas fueran efectivas y luego trajeran bienestar, ha sido
puesto con este referéndum contra la pared. La gente puede discutir también
sobre ajustes económicos y tomar su decisión al respecto.
Esto es
más pertinente que nunca cuando estos mismos poderes mundiales negocian
actualmente en secreto el Tratado Transpacífico (TPP) y el Acuerdo de Comercio
de Servicios (TISA) que en la tónica de los TLCs apuntan a liquidar lo poco de
soberanía que nos queda. En ambos, por supuesto, está metido el Perú por obra y
gracia de los gobiernos que tenemos. Pero será mucho más difícil que estas
negociaciones se mantengan secretas y mejor todavía, que estos tratados tengan
alguna legitimidad hacia el futuro si es que continúan siendo negociados de
espaldas a la ciudadanía.
Como en
la Atenas de Pericles, que nos trajo el concepto de democracia, en la Grecia de
Tsipras se le ha devuelto a esta una buena parte de su significado original. La
democracia moderna ya no podrá seguir siendo una farsa para escoger entre
monigotes, todos muy parecidos, cada cierto tiempo. Deberá empezar a retomar un
sentido sustantivo, como régimen político en el que la gente delibere, tome
decisiones sobre asuntos importantes y escoja entre candidatos que sean
alternativas reales y no prefabricadas.
Pero
los resultados del referéndum griego no solo representan un desafío para la
democracia que conocemos, también para el sistema financiero internacional que
ha establecido un dominio férreo del planeta en las últimas décadas. Hasta hoy
el sistema financiero tenía arrinconada a la democracia, esto podría empezar a
cambiar. No nos podemos imaginar las posibilidades que se abren con el triunfo
del no en Grecia. Ojalá que le permitan en primer lugar a los griegos volver a
tener esperanza, pero también que esto sirva a otros pueblos como el nuestro,
muy lejos de Grecia, para empezar a remontar la larga noche neoliberal que ha
expropiado masivamente bienes públicos y sociales y arrebatado los derechos de
millones de peruanos.
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