La
misa a la que irán Alan García y Lourdes Flores.
Sería una gran sorpresa que la alianza electoral
que se cocina entre el Apra y el PPC tuviera el éxito que anima a sus
promotores.
Por las declaraciones de Alan García –quien corta
el jamón en el Apra como le da la gana– y Lourdes Flores –cuya influencia en el
PPC está mellada y compite con otros sectores del partido– es claro que hay una
conversación avanzada.
La aspiración de ambos sería ganar la elección o,
al menos, tener un desempeño razonablemente exitoso. García quisiera volver a
ser presidente o, al menos, pasar a la segunda vuelta; mientras Flores
aspiraría a un premierato o, al menos, a no perder la inscripción partidaria.
Si esta alianza tuviera algún éxito sería un
indicio de que algunas cosas importantes están cambiando en la política
peruana. Para empezar, la percepción popular de que las alianzas electorales
entre partidos tradicionales pueden funcionar para ganar una elección.
Al votante promedio peruano no le gustan las alianzas
porque no las interpreta como la conjunción bien intencionada para, dentro de
un juego normal de lo que es hacer política, aunar fuerzas para sacar adelante
un proyecto. No lo ve como un pacto por la gobernabilidad sino como un arreglo
bajo la mesa.
La explicación radicaría en el desprestigio tan
profundo de los políticos así como sus actitudes tan cambiantes en función de
la necesidad del momento. El todo vale.
Por ejemplo, escuchar a Carlos Bruce o Juan Sheput
criticar con dureza a Pedro Pablo Kuczynski y luego matricularse en su partido
y hablar maravillas de él, justificando el cambio de opinión solo porque ya se
está en otra elección, confunde al elector y lo llena de desconfianza.
Algo similar puede ocurrir en esta alianza
electoral en camino entre García y Flores, quien hoy no se plantea –aduciendo
el interés nacional– problema alguno en juntarse con quien perdió elecciones
porque la noqueó etiquetándola injustamente como la candidata de los ricos y a
quien ella misma acusó de haberle robado la votación en mesa, dos veces, para
el pase a la segunda vuelta, para no hablar de sus tiempos juveniles en los que
la estrella rutilante del PPC investigaba al entonces presidente por
corrupción.
Se equivocan García y Flores si creen que pueden reactivar
tiempos pasados en una alianza, pues ni él es Víctor Raúl Haya de la Torre, ni
ella Luis Bedoya Reyes en la constituyente de hace más de tres décadas para
salir de la dictadura militar.
Lo más probable es que esta alianza no tenga mucho
progreso pues será vista, lamentablemente, como el pacto entre la candidata de
los ricos –como dijo García– y el candidato de los narcos, como le acaba de
llamar Rosa María Palacios.
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