lunes, 11 de febrero de 2013

Cuidado con el iceberg


juan Sheput
Por: Juan Sheput

Charles Maurice de Talleyrand señalaba que “cuando algo es urgente, ya es demasiado tarde”, criticando el espíritu de reacción y no de prevención de las sociedades latinas. Y esta frase tiene sentido en el contexto económico que vivimos, en el cual la confianza y autosuficiencia hace que nos creamos la estrella emergente de América Latina que ha cumplido su tarea.

En nuestro país, son los menos aquellos que indican la necesidad de impulsar reformas de fondo para hacer del crecimiento de nuestra economía algo sostenible. Los más son aquellos economistas que se dedican a alabar el período de crecimiento que tenemos, asumiendo que es inercial y que ninguna fuerza se va a oponer a su trayectoria.

A decir de este tipo de comentarios, podríamos inferir que nos irá bien por siempre y que el desarrollo está a la vuelta de la esquina. Pero no es así. A los críticos locales, que cuestionan la debilidad del actual modelo, se ha unido el prestigioso semanario británico.

The Economist, que en un reciente artículo titulado “Hold on tight” comenta de los peligros que acechan sobre la estrella del Pacífico, ese país llamado Perú, en el cual la complacencia y el exceso de confianza podrían tirar por la borda todo lo avanzado.

 The Economist plantea un escenario peligroso para el Perú si es que no hacemos serios esfuerzos en tratar de evitar la dependencia de materias primas, reforzar la institucionalidad, impedir la precariedad política y hacer mejoras de fondo en educación.

El semanario se preocupa también del tipo de cambio, señalando el daño que le hace a nuestra economía un dólar débil frente a un sobrevalorado sol que está generando que cada vez se importen más bienes de consumo que están haciendo mella a la industria local con la consiguiente pérdida de empleo.

Es tan bueno el artículo de The Economist que apenas publicado fue corroborado por la realidad. Las respuestas que dio el ministro de Economía, Luis Castilla, al artículo indicado estuvieron cargadas de complacencia y exceso de confianza, justo los vicios que condena con objetividad el semanario. Lo que se espera, en estos casos, es una reacción de Estado y no justificatoria y pletórica de autoengaño. Se requiere de cambios y para ello se debería aprovechar la alta popularidad del presidente y el ciclo positivo de la economía para impulsar las reformas del caso. Pero nada de ello se viene haciendo. Temo que el presidente esté apostando a no abrirse frentes en determinados sectores sociales y más bien haya apostado por el populismo, el clientelismo y la cero reforma. La razón es simple: la popularidad, a diferencia de la historia, se goza ahora.

En lo que a mí respecta creo que se debe abordar con mayor profundidad una real reforma universitaria. De nada vale que se incremente el número de carreras de ingeniería y ciencias si la calidad de los egresados es inversamente proporcional al aumento del número de estudiantes. Con un pésimo sistema universitario no vamos a llegar a ninguna parte. Y por allí, desde la universidad, el gobierno podría empezar a cambiar una mediocre realidad.

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