[Infodefensa <> 08Feb2013-01
<> Peter Watson] En los últimos meses, la
economía peruana registra un abundante ingreso de circulante norteamericano
(dólares), a tal grado que está empujando el tipo de cambio contra la moneda
local (nuevos soles) hacia la baja de manera sostenida. Actualmente el dólar se
cotiza en aproximadamente 2,53 soles. Especialistas de todo tipo y calibre han
lanzado pronósticos preocupantes y otros no tanto.
La apreciación de la
moneda peruana está afectando, desde ya, la competitividad de las exportaciones
del país suramericano y los gremios empresariales han empezado a generar voces
de alerta ante la pasividad del Banco Central de Reserva (BCR). El Ministerio
de Economía y Finanzas seha visto forzado a intervenir y ha anunciado la compra
de hasta cuatro mil millones de dólares en apoyo al BCR este año. Las Reservas
Internacionales Netas (RIN) alcanzan los 65 mil millones de dólares al momento.
Dicho esto, ¿qué tiene
que ver el exceso de dólares con el área que nos convoca aquí, el sector Defensa?
La respuesta es clara: interesa y mucho.
Al escuchar las
declaraciones de especialistas en la materia, no deja de llamar la atención la
absoluta indiferencia hacia uno de los sectores que en otros países actúa,
directa o indirectamente, como uno de los reguladores del gasto gubernamental:
el sector Defensa. En Estados Unidos y el Reino Unido, diversos medios de
prensa han publicado notas sobre los riesgos de disminuir excesivamente los
gastos (o inversiones, según el caso y color de las transacciones) militares y
también se analiza la forma en que éstos recortes afectan negativamente el
crecimiento del Producto Bruto Internacional y la cantidad de circulante.
En el Perú, las compras
de equipos y armamento conllevan un aura muy especial; las comisiones, legales
o no tan legales a las que se hacen acreedores aquellos involucrados en las
transacciones. La Agencia Central de Compras en organización apunta a ordenar
tal situación.
Durante el gobierno de
Alberto Fujimori, con la compra de los aviones caza MiG-29 (excelente compra
desde el punto de vista técnico y militar) se repartieron cuantiosas comisiones
ilegales, fortaleciendo la noción de que los bajos sueldos son desquitados vía
la “creatividad” en las compras de armas. Reflejo de ello, un sector político
peruano ha promovido desde hace diez años el desmantelamiento progresivo de las
Fuerzas Armadas del Perú, colocando el mal proceder de algunos militares,
funcionarios públicos e incluso rencillas personales, muy por encima de la
seguridad nacional. Absurdo proceder.
Los tiempos cambian, los
gobiernos también y la percepción respecto a las fuerzas armadas empieza a
cambiar con ellos. En efecto, la modernización del sector defensa peruano fue
colocada, no muy discretamente, en la congeladora a inicios de la década del
2000; situación que se empieza a corregir tímidamente a partir del ingreso de
Ollanta Humala a la presidencia de la República.
Existe una gran necesidad
en las Fuerzas Armadas por modernizar equipos en inventario, reemplazo de
materiales obsoletos y la adquisición (o producción) de nuevos equipos, en
coherente seguimiento al crecimiento económico del país.
De los analistas
económicos consultados, ni siquiera uno, ha deslizado la posibilidad de retirar
dólares de la economía local mediante la compra de equipos militares y/o
sistemas de armas. Una alternativa utilizada en otras latitudes para dinamizar
la economía, o parte de ella, incluyendo los sueldos militares y las becas para
estudios a aquellos que se enlisten en las fuerzas armadas, por cierto.
No es indudablemente la
alternativa financiera más elegante e innovadora (el prepago de deuda externa
siempre es una solución muy válida), pero es oportuno recordar que un par de
esas soluciones creativas han sido las responsables de la debacle del sistema
financiero en varios países desarrollados y a veces regresar a lo básico y
dejar descansar la imaginación es el camino más saludable para la tranquilidad
y seguridad de la población. Con seguridad, la confianza para invertir aumenta.
Y la seguridad, proviene en gran parte de las instituciones armadas. Siempre ha
sido así y muy probablemente, siempre sea así. Fujimori se equivocó al
manipular la cúpula militar y de hecho, solamente compró equipos militares ante
la posibilidad de una guerra abierta y general con Ecuador.
Cierto es también que la
divisa peruana no es un medio de cambio aceptado internacionalmente, lo que sí
le ha servido a Estados Unidos para compensar la impresión inorgánica de
billetes y exportar la crisis con ellos, en tales cantidades que en los últimos
años ha inundado el mercado internacional con un tsunami de dólares, origen
inequívoco del exceso de dólares en el Perú. El nuevo sol, en ese sentido, no
es un producto de bandera para la exportación, pero la transferencia de
tecnología que viene con los sistemas de armas y las concesiones offset si lo
serán en un futuro no muy lejano. Y por algún lado ha de empezar.
Si el Gobierno peruano
quiere solucionar la problemática del Sector Defensa y sacarse de encima a un
grupo de “quejosos” y tenaces militares en retiro, hoy es el momento oportuno,
sobran dólares para apaciguar los reclamos por modernización. La inflación está
bajo control y el BCR puede emitir certificados para retirar liquidez en soles,
de ser necesario, porque se está adquiriendo bienes y servicios, después de
todo. Y ni siquiera menciono la supuesta reforma de los sueldos militares, que
ha dejado un agrio sabor en el personal activo y en retiro.
Al comprar sistemas de
armas, no se está comprando armamento, algo malo y agresivo, se está
garantizando seguridad para que la economía siga creciendo bajo el auspicio de
instituciones militares serias y generando espacio para la innovación
tecnológica. La comida peruana es deliciosa, pero un sabroso plato de Lomo
Saltado no es muy tecnológico.
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