Esta semana y, la anterior, han sido claves para analizar y plantear
propuestas sobre cómo se enfrenta la seguridad ciudadana en el Perú. Mientras
el Presidente del Consejo de Ministros y el responsable del sector interior
inauguraban un plan de seguridad en Trujillo, en Lima los delincuentes parecían
ponerse de acuerdo y arremetían con todo: robo y muerte de Félix Gonzáles en la
notaría Paino, asesinato de Luis Choy, fotógrafo de El Comercio, muerte del
suboficial PNP Cipriano Padilla en un asalto a una pollería, por mencionar sólo
los casos que más repercusión han tenido.
Frente a estos hechos, la respuesta del gobierno no ha sido la adecuada.
Ha oscilado entre minimizar el asunto, retomar el fallido discurso de mano
dura, difundir algunos de sus avances, anunciar la salida de más policías a las
calles, etc. Inclusive el gobierno se ha enfrascado en un debate intrascendente
sobre si efectivos persiguieron o no a los delincuentes hicieron lo suyo en las
narices de dos dependencias policiales.
En esta coyuntura es necesario plantear algunas ideas sobre cómo salir
del momento crítico en el sector interior, a fin de que se corrija el rumbo en
un tema que toca una fibra neurálgica de nuestra sociedad. No por nada la
población considera que el principal problema del país es la delincuencia
(35.9), acompañada de cerca por la falta de seguridad ciudadana (18.0) (INEI febrero de 2013).
En primer lugar, debemos cuidar que discursos populistas de mano dura
–como el de pena de muerte, prisión perpetua, rebaja de la edad, etc.– se
impongan, puesto que no resuelven el problema de fondo. Son simplemente un
guiño a la tribuna, sin ninguna efectividad comprobada.
En segundo lugar, es preciso que se enfrente un problema que pone en
jaque a muchas instituciones de nuestro país: la corrupción y la falta de
liderazgo. Inclusive algunos especialistas hablan de sanar a la Policía
Nacional. Para que la policía combata frontalmente la delincuencia debe contar
con líderes preparados para ello y dispuestos a dar el ejemplo. Partiendo de
esa premisa, no es posible entender cómo el director de la Policía Nacional,
Raúl Salazar, se mantiene en el cargo, luego de haber participado en la
tristemente célebre cena en las Brujas de Cachiche, que terminó con la renuncia
del vicepresidente de la República y su suspensión congresal. La remoción de
Salazar cae de madura, hace rato.
Por otra parte, enfrentar el problema de la seguridad ciudadana implica
un pacto de Estado, donde no sólo esté involucrado el sector interior, sino
también otros ministerios como Educación, Inclusión Social, Justicia, pero
también el Poder Judicial, el Ministerio Público, INPE, PNP, etc. La reunión
llevada a cabo el 24 de febrero por algunos de estos actores, debe dar paso
precisamente a una política de Estado integrada.
En cuarto término, urge mejorar la ejecución presupuestal del Ministerio
del Interior y la Policía Nacional. Obviamente esto va de la mano con un
trabajo intenso para evitar la corrupción en las compras. No es posible que de
acuerdo a los reportes
disponibles, al tercer trimestre del año pasado, el Ministerio del
Interior solo haya ejecutado el 12.4% de su presupuesto de inversión y que se
haya proyectado para fines del año pasado gastar únicamente la mitad del
presupuesto. La ineficiencia en el gasto es una de las trabas más saltantes
para provisionar mejor a nuestra PNP.
Además de eso, enfrentar la delincuencia requiere de que los oficiales
más capaces estén en los puestos correctos, además de adecuadamente
distribuidos. Ahí el problema muestra puntas de iceberg: i) los ascensos
frenados a fines del año pasado; ii) la reciente rotación de policías; y, iii)
la distribución en Lima y Callao de los efectivos y recursos policiales. Lo
primero ha sido reseñado con detalle por IDL-Reporteros en el artículo Intrigas de fin
de año. Sobre los recientes cambios hay más de un ejemplo de
policías que se encontraban haciendo su trabajo correctamente, conectados con
la población y consiguiendo resultados. Tal es el caso del comandante Bonilla,
captor de Abimael Guzmán como parte del GEIN, que va a ser rotado de una
comisaría en el Callao al CEOPOL a contestar el teléfono 105. Similar suerte
corrió el comisario de Ciudad y Campo en el Rimac, que va a inspectoría de
Huánuco, el comisario de La Ensenada, el comisario de Túpac Amaru en Comas.
Ellos cuentan con el apoyo de los vecinos de sus localidades, quienes han
firmado memoriales exigiendo que el comisario se quede en su localidad. En un
contexto de gran desconfianza en la policía nacional, estos son casos de lo
inverso: la población exigiendo que el buen policía se quede con ellos. ¿Con
cambios como esos se busca enfrentar mejor la delincuencia? La otra punta del
iceberg es la distribución de efectivos y recursos policiales, que reproduce
las desigualdades de la sociedad peruana, y que tiene como consecuencia que
distritos como Pachacamac, Ate o Santa Anita, un efectivo policial cuide a
alrededor de 2500 ciudadanos.
En sexto lugar, la lucha contra el crimen organizado amerita repotenciar
las capacidades personales e institucionales, en dependencias como la DIRINCRI.
Sin duda, el incremento de los sueldos de la policía y el mayor equipamiento
son medidas positivas, pero se deben avanzar más decididamente, para estar a la
altura de las circunstancias.
Finalmente, las políticas y propuestas que surjan sobre seguridad
ciudadana tienen que tener en cuenta dos elementos centrales. El primero, que
la mayor parte de los ilícitos que se comenten en el Perú –y que generan
elevada sensación de inseguridad– no son grandes asaltos ni asesinatos, como
los ocurridos en estas semanas, sino los robos menores, hurtos, violencia
familiar, etc. es decir ilícitos conocidos como faltas. Por lo que hay que
construir un sistema efectivo de prevención y sanción de faltas. Lo segundo es
que cualquier política exitosa debe considerar a los tres actores, que
conforman los tres soportes de la lucha contra la delincuencia: gobierno local
(serenazgo), PNP (comisaría y policía) y los vecinos (Juntas Vecinales).
Estas son algunas ideas para enfrentar de manera seria y adecuada el
problema de la inseguridad. Sin duda, la captura de uno de los delincuentes que
atacaron a la Notaría Paino ayudará a combatir la percepción, pero no resuelve
problemas de fondo (esperamos además que la detención no sea un caso más de
chivo expiatorio, lo cual sería gravísimo). Para enfrentar las falencias de
fondo se necesita el pleno compromiso de las máximas autoridades, compromiso
que exigimos.
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