La columna
de PPK
Diario
Correo, 17 de febrero de 2013
Es
bueno preguntarnos en medio del verano, cuando una parte importante del mundo
está en problemas económicos, por qué el Perú sigue creciendo. Somos la
economía que más crece en Sudamérica y en América Latina estamos justo detrás
de Panamá. Poco a poco estamos alcanzando a Chile, que tiene un ingreso por
habitante el doble que el nuestro. Recientemente estadísticas publicadas por el
Fondo Monetario Internacional destacaron que en términos de poder adquisitivo,
el Perú ya tiene una economía que alcanzó el tamaño del de la Chile
–naturalmente nosotros tenemos 30 millones de habitantes y ellos 17 millones.
En
medio de los riesgos mundiales, ¿por qué nos está yendo bien? Hay dos razones
básicas: la primera es histórica y se refiere al cambio en nuestra composición
demográfica, con muchos trabajadores entrando a la fuerza laboral,
especialmente mujeres, que nacieron hace 20 a 25 años. Eso le da un gran
impulso a la creatividad y al emprendedurismo. La segunda es el hecho que en
los últimos 20 años hemos tenido buenas políticas económicas, que han
estabilizado a las finanzas públicas, han reducido drásticamente el
endeudamiento del gobierno, han promovido el crédito interno, y han reducido la
inflación al nivel de los países avanzados. Además, en la última década ha
habido una apertura enorme de nuestro comercio exterior, lo que nos ha dado
oportunidades impensadas en el pasado. Por ejemplo, nuestras exportaciones hoy
están alrededor de $47 mil millones, o sea 25% del producto bruto interno,
contra 6 mil millones en el año 2000, lo que equivalía a 11% del producto de
entonces. Nuestras reservas internacionales, en alrededor de $65 mil millones,
son las más grandes de América Latina en términos relativos.
Enfrentamos
riesgos externos e internos. Los dos principales riesgos externos son que el
receso económico continúe en Europa y la economía de Estados Unidos siga lenta.
No podemos hacer nada al respecto. Pero sí podemos enfrentar el riesgo de que
nuestro tipo de cambio se aprecie demasiado, tema que hemos visto ya en varias
columnas.
En
realidad, los principales riesgos que enfrentamos son internos. El primero es
el riesgo político-social, causado por las protestas y la resultante dificultad
del gobierno para enfrentar decisiones a veces impopulares. No es coincidencia
que las protestas se centran en la Sierra, sobre todo la Sierra Norte, cuyos
ingresos familiares crecieron solo 5% en el período 2004-2011, mientras que en
Lima el aumento fue casi de 70%. La única forma de revertir esta disparidad es
inicialmente con inversión pública (caminos, agua potable, electrificación,
educación) que luego lleve a la inversión privada que puede ser en minería,
agricultura y servicios. Un ejemplo es lo que se podría hacer en Ayacucho,
promoviendo un parque industrial para empresas medianas y pequeñas que
utilizaría el gas natural, que pasa cerca de ahí sin dejar ninguna huella
económica en esa región tan empobrecida.
El
segundo gran riesgo es energético, porque se han venido postergando decisiones
importantes en electricidad y gas. Lima está en riesgo de que se corte el
suministro de gas, que viene por un solo tubo, y abastece más del 40% del
suministro eléctrico de la zona metropolitana. Las empresas eléctricas del
Estado en la Amazonía y el Sur y el Este del país no funcionan bien y hay
apagones frecuentes. Nadie va a poner una industria importante en esas zonas.
El precio subsidiado que se da para el gas para la energía eléctrica en Lima
impide la inversión en fuentes alternativas, sobre todo la energía
hidroeléctrica. Llevamos ya más de 10 años con este subsidio y es hora de
empezar un cambio gradual.
El
tercer gran riesgo es que, a pesar de un enorme dinamismo en los sectores
mineros y petroleros, hay un número importante de proyectos parados debido a la
falta de permisos, consultas previas y decisiones que se van postergando. El
resultado podría ser, de aquí a unos pocos años, que nuestro déficit en la
cuenta corriente de la balanza de pagos se torne insostenible: en 2012 estaba
superando los $5 mil millones. Obviamente si hay mucha inversión extranjera,
esta compensa ese déficit, pero si los proyectos se van postergando, la
inversión baja y el déficit de cuenta corriente se transforma en un serio
problema.
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